El amanecer sobre Astrae trajo consigo el fin de la guerra.
Las sombras de Nyxmar habían desaparecido.
Los ejércitos regresaban a sus hogares. Las tierras devastadas comenzaban a sanar. Pero la paz no llegó con facilidad.
Porque incluso en la victoria, Kael y Selene sabían que su lucha no había terminado.
Nyxmar había sido derrotado, sellado en las sombras para siempre, pero su influencia todavía se sentía en los rincones más oscuros del mundo.
Las puertas del palacio real se abrieron ante una multitud expectante.
Kael avanzó por el pasillo principal, con la mirada fija en el trono de su padre. Un lugar que alguna vez pensó que no le pertenecía.
Los nobles, alineados a ambos lados, lo observaban con expresiones diversas. Algunos con respeto. Otros con resentimiento.
No todos aceptaban su reinado.
—¿Un rey con magia? —susurraban algunos.
—¿Podemos confiar en alguien que comparte el poder de los magos?
Kael los escuchaba, pero no se detuvo.
Subió los escalones hasta el trono.
El Gran Salón de Astrae estaba repleto. Nobles, generales y consejeros se reunían, no solo para presenciar el ascenso de su nuevo rey, sino también para cuestionarlo.
Kael estaba de pie ante ellos, con la mirada firme y los puños cerrados. Su capa azul y dorada ondeaba detrás de él, pero no llevaba la corona aún.
Frente a él, el arzobispo de Astrae sostenía la corona real.
Era la misma que había pertenecido a su padre.
Pero ahora… muchos no querían que se posara sobre su cabeza.
—Kael Ravaryn —dijo el arzobispo con voz solemne—, has luchado por este reino. Has derrotado a Nyxmar. Pero también llevas la sangre de las Hadas Azules.
Un murmullo recorrió la sala.
Kael no se inmutó.
—¿Eso me hace menos digno?
Lord Varion, uno de los pocos nobles que aún le era leal, habló con fuerza.
—Nos salvó a todos. No hay nadie más digno de este trono.
Pero otra voz se alzó con desdén.
—La magia ha sido la ruina de Astrae. Y ahora quieren que un mago nos gobierne.
Kael dio un paso adelante.
Ya no se escondía.
—La magia no destruyó Astrae. La ignorancia y el miedo lo hicieron.
El fuego estelar chisporroteó en sus dedos, pero no como amenaza… sino como una verdad que ya no podía negar.
—No puedo cambiar mi sangre. No puedo cambiar mi destino. Pero sí puedo cambiar el destino de Astrae.
El silencio se alargó.
Y entonces, Lord Varion se arrodilló.
—Larga vida al Rey Kael Ravaryn.
Uno a uno, otros nobles hicieron lo mismo.
Pero no todos.
Algunos simplemente inclinaron la cabeza en silencio.
Kael tomó la corona con sus propias manos y la colocó sobre su cabeza.
—Juro proteger este reino. Juro que Astrae no volverá a ser gobernado por el miedo.
El reinado de Kael Ravaryn había comenzado.
Pero sus enemigos aún no habían desaparecido.
Mientras Kael era coronado, Selene se encontraba en otro lugar sagrado.
El Santuario del Eclipse, donde había comenzado su fusión con Kael, ahora sería su nuevo deber.
Porque con la derrota de Nyxmar, el Velo Estelar había cambiado.
Ya no solo protegía Luntharys.
Protegía todo Velaria.
Selene, vestida con un manto plateado, se arrodilló ante el altar.
Las sacerdotisas la rodearon, recitando los antiguos cantos de su pueblo.
Iba a convertirse en la Guardiana del Velo.
La Gran Sacerdotisa colocó sus manos sobre su frente.
—Desde este día, Selene de Luntharys no será solo una princesa.
El altar se iluminó, la luz plateada envolviendo su cuerpo.
—Será la Guardiana del Velo.
El viento rugió a su alrededor.
Las runas del altar brillaron.
Selene cerró los ojos… y sintió la magia del mundo fluir a través de ella.
Era su destino.
Pero mientras sentía la energía del Velo fortalecerse, su corazón no estaba en paz.
Algo aún no estaba resuelto.
Días después de sus respectivas coronaciones, Kael y Selene se encontraron en la frontera entre sus reinos.
El viento soplaba suavemente.
Kael, vestido con la armadura real de Astrae, bajó de su caballo.
Selene, con su túnica de Guardiana, lo miró en silencio.
—Lo logramos —dijo Kael finalmente.
Selene esbozó una leve sonrisa.
—Sí… pero algo no está bien.
Kael asintió.
Lo sentía también.
Habían derrotado a Nyxmar, pero el equilibrio seguía temblando.
Como si algo, o alguien, aún estuviera esperando.
Kael tomó la mano de Selene.
—No importa lo que venga después. Seguiremos juntos.
Selene entrelazó sus dedos con los de él.
—Siempre.
El sol se alzó sobre ellos.
Pero la historia aún no había terminado.
Muy lejos, en los confines de Velaria…
Un fragmento de oscuridad aún latía.
En lo profundo de una caverna, una figura oculta observaba el mundo con ojos dorados.
—Interesante… —susurró.
Y con una sonrisa…
El ciclo comenzó de nuevo.
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Editado: 12.04.2025