"Velaria: El Velo de las Estrellas"

Un Mensaje Perdido

La paz en Luntharys era solo una ilusión.

Desde el ritual del Velo, Selene no había dejado de sentir una presencia acechándola en la oscuridad. Cada noche, cuando cerraba los ojos, aquellos mismos ojos la observaban desde el otro lado del espejo.

El Salón Lunar estaba en silencio cuando los Guardianes del Velo escoltaron a un viajero cubierto con una capa polvorienta.

Sus ropas eran humildes, pero sus ojos cargaban el peso de alguien que había visto demasiado.

Cuando el hombre se detuvo ante ella, se arrodilló con respeto.

—Guardiana del Velo —susurró, con una voz áspera—. Traigo un mensaje para ti.

—¿Quién eres?—preguntó Selene, con cautela.

El emisario no respondió de inmediato. En su lugar, extendió el pergamino hacia ella.

—¿Quién te envía?

—No sé su nombre…

—¿De dónde proviene esto?

El emisario bajó la cabeza.

—De un lugar que ya no existe en los mapas.

Sus ojos se encontraron con los de Selene, y su voz bajó aún más.

—Los vestigios de un reino olvidado… al norte del continente.

Selene sintió un escalofrío al tocar el pergamino.

El material no era normal. Parecía más antiguo que Luntharys mismo.

Con manos temblorosas, desenrolló el mensaje y comenzó a leer en voz baja.

"Los dioses ya no escuchan. La estrella ha caído, y la luna ha sido sellada. Pero lo que yace bajo la piedra pronto despertará… y no reconocerá este mundo como suyo."

"El Rey Dormido ha esperado demasiado. Su poder olvidado volverá… ya sea por su propia voluntad… o por la nuestra."

"La luna oculta la verdad, pero el fuego la revelará. El rey dormido despertará, y con él, el poder olvidado. Prepárate, Selene Valtara, porque la sombra que acecha no es lo que parece."

El corazón de Selene se aceleró.

Esto no era un aviso.

Era una amenaza.

Selene levantó la vista, pero el emisario ya no estaba. Había desaparecido sin dejar rastro, como si nunca hubiera existido.

—¿Qué dice el mensaje? —preguntó Elandor, que había llegado junto a otros magos lunares.

Selene frunció el ceño, sintiendo una inquietud creciente.

—Habla de un "rey dormido" y un "poder olvidado"—dijo Selene—. Y advierte que algo está por despertar.

Los magos intercambiaron miradas preocupadas. Sabían que cualquier mención de un "poder olvidado" en los textos antiguos nunca era una buena señal.

Mientras Selene intentaba descifrar el mensaje en Luntharys, Kael tenía sus propios problemas en Astrae.

Desde su ascenso al trono, había tratado de reconstruir un reino roto por la guerra y el miedo.

Pero los informes recientes eran inquietantes.

Un explorador entró en el Gran Salón, inclinándose ante él.

—Majestad, tenemos noticias desde el norte del continente.

Kael tensó la mandíbula.

El norte de Astrae era un territorio olvidado, lleno de ruinas y tierras malditas, donde la civilización no se atrevía a asentarse.

—Habla.

El explorador respiró hondo antes de continuar.

—Los ríos se han congelado en pleno verano. La tierra tiembla cada noche. Pero lo peor…

Kael se inclinó hacia adelante.

—Dilo.

El explorador tragó saliva.

—Las ruinas de Eidolon han comenzado a brillar… y sus puertas se están abriendo solas.

Kael sintió un escalofrío recorrer su columna.

Las ruinas de Eidolon.

Las mismas que Selene había visto en sus visiones.

Algo estaba despertando.

Y si no lo detenían a tiempo… Velaria podría enfrentarse a un enemigo incluso peor que Nyxmar.

Esa misma noche, Kael escribió un mensaje urgente para Selene.

No importaba la distancia que los separaba, sus destinos aún estaban entrelazados.

La luna y el fuego.

La clave del pasado… y la única esperanza para el futuro.

Lo que fuera que los acechaba no estaba solo despertando.

Estaba buscando algo… o a alguien.

Poco después, Selene viajó a Astrae.

Se encontró con Kael en los jardines del palacio, lejos de los oídos curiosos.

Le mostró el mensaje.

Kael lo leyó en silencio, su mandíbula apretada.

—El "rey dormido"… —murmuró—. ¿Quién es?

Selene negó con la cabeza.

—No lo sé. Pero el hecho de que esto mencione un "poder olvidado" justo cuando aparecen anomalías en el norte… no puede ser casualidad.

Kael miró el horizonte, donde las estrellas parpadeaban débilmente.

—Si algo está despertando, debemos encontrarlo antes de que sea tarde.

Selene asintió.

En lo más profundo del norte, entre montañas cubiertas de hielo, un santuario olvidado comenzó a temblar.

Las grietas en la piedra se expandieron lentamente.

En su interior, algo se movió.

Algo que llevaba siglos esperando.

Y con un susurro en la brisa helada, una voz desconocida susurró:

"Por fin… ha llegado la hora."




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