"Velaria: El Velo de las Estrellas"

Un Hombre Entre las Sombras

La luna brillaba débilmente sobre los bosques ancestrales de Luntharys.

Selene caminaba en silencio, siguiendo la llamada de la magia lunar que latía dentro de su pecho.

Desde que recibió aquel mensaje críptico, su magia había reaccionado de manera extraña, guiándola hacia los confines de su reino, donde los mapas ya no marcaban caminos y el Velo Estelar se volvía más delgado.

No sabía exactamente qué buscaba… o quién la esperaba.

Pero la presencia en su interior susurraba una sola palabra.

"Ven."

Y Selene obedeció.

El bosque de Luntharys era un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido. Los árboles, antiguos y majestuosos, se alzaban como guardianes silenciosos, sus ramas entrelazadas formando un dosel que apenas permitía el paso de la luz del día. Pero esa noche, la luna llena reinaba en el cielo, y su brillo plateado se filtraba entre las hojas, iluminando el camino de Selene como si la propia diosa lunar la estuviera guiando. Sus pies descalzos apenas tocaban el suelo, moviéndose con una gracia etérea, como si flotara sobre la tierra. La magia lunar fluía en sus venas, una conexión ancestral que la llamaba hacia un destino que aún no comprendía.

Selene había seguido el rastro de esa energía durante días, sintiendo cómo se volvía más intensa a medida que se adentraba en los confines del bosque. Finalmente, llegó a un claro donde el aire parecía vibrar con una fuerza invisible. Allí, oculto entre la maleza y las sombras, se alzaba un templo antiguo. Sus paredes de piedra gris estaban cubiertas de musgo y runas desgastadas por el tiempo, pero aún conservaban un aura de poder. Las runas brillaban débilmente al acercarse, como si reconocieran su presencia. Selene respiró hondo y cruzó el umbral, sintiendo cómo el aire cambiaba, volviéndose más denso, más cargado de misterio.

El interior del templo estaba iluminado por un haz de luz lunar que se colaba a través de una abertura en el techo. En el centro de la sala, bajo esa luz celestial, había una figura encapuchada. Selene se detuvo, sintiendo un escalofrío recorrer su espina dorsal. La figura era imponente, envuelta en una capa oscura que parecía fundirse con las sombras. Lentamente, el hombre levantó la cabeza, y sus ojos se encontraron con los de Selene. Eran de un azul profundo, como el cielo estrellado en una noche despejada, pero había algo en ellos que la perturbaba. Eran ojos que habían visto demasiado, que guardaban secretos que tal vez nunca deberían ser revelados.

—Te pareces a tu madre.— Dijo el hombre, su voz resonando en el silencio del templo.

Era una voz grave, llena de una calma inquietante, y llevaba consigo un peso emocional que hizo que Selene contuviera el aliento. Una sonrisa enigmática se dibujó en sus labios, y Selene sintió que el tiempo se detenía. Su corazón latía con fuerza, y un millón de preguntas surgieron en su mente. ¿Quién era este hombre? ¿Cómo sabía de su madre? ¿Y por qué su presencia le resultaba tan familiar y, al mismo tiempo, tan extraña?

El mundo pareció detenerse.

—¿Qué… qué has dicho? —murmuró, sintiendo que su corazón latía con demasiada fuerza.

El desconocido sonrió.

—Soy tu padre, Selene.

Selene sintió que su mundo se tambaleaba.

Su padre…

El hombre que había creído muerto toda su vida… estaba aquí.

Pero entonces, algo dentro de ella gritó que no era tan simple.

Porque el aura que lo rodeaba no era humana.

No del todo.

Retrocedió un paso, su mano apretando su daga instintivamente.

—No puede ser —dijo en un susurro.

El hombre sonrió con calma, pero no dio un paso adelante.

—Lo sé. Debe ser difícil de creer.

Selene respiró hondo, intentando controlar su mente.

—¿Dónde has estado?

La expresión del hombre se ensombreció.

—En un lugar entre la luz y la sombra. En un lugar al que ningún mortal debería ir.

Selene frunció el ceño.

—¿Qué eres?

El silencio se extendió entre ambos.

Finalmente, su padre exhaló lentamente.

—Esa es la verdadera pregunta, ¿no?

Selene sintió que el aire se volvía irrespirable.

No podía ser.

Era imposible.

Su padre estaba muerto.

Había muerto antes de que ella tuviera memoria.

Selene sintió una corriente de magia recorrer el aire.

Su padre… o lo que él era ahora…

No se sentía como un simple hombre.

Pero tampoco como un enemigo.

—Tengo muchas cosas que decirte, hija —susurró él, con una mirada enigmática—. Pero primero… dime qué sabes del Rey Dormido.

La sangre de Selene se heló.

Él sabía.

El misterio de los últimos días, la profecía que Kael y ella habían intentado descifrar…

Este hombre tenía respuestas.

Pero la verdadera pregunta era…

¿Estaba lista para escucharlas?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.