El templo oculto en los confines de Luntharys parecía contener el peso de siglos de secretos. La luz de la luna, que antes iluminaba el lugar con un resplandor plateado, ahora parecía oscurecerse, como si las sombras que rodeaban al hombre encapuchado se extendieran por el aire. Selene lo observaba con una mezcla de esperanza y desconfianza, su corazón dividido entre el amor por el padre que creía perdido y el temor por lo que había llegado a ser.
El aire en el templo era espeso, cargado de magia antigua y secretos enterrados por el tiempo.
Selene miraba a su padre, su mente, luchando por aceptar la realidad.
Él estaba vivo.
Pero lo que más le inquietaba no era su regreso… sino lo que representaba.
Su aura no era completamente humana.
No era completamente aliado.
Y, sin embargo, su magia reaccionaba a su presencia.
Como si algo dentro de ella hubiera estado esperando este momento.
—Si lo que dices es cierto… si eres mi padre… ¿Por qué nunca volviste? ¿Por qué dejaste que creyéramos que estabas muerto?
El hombre exhaló lentamente.
—Porque la verdad sobre mí habría puesto en peligro a Luntharys.
Las palabras hicieron eco en su mente.
¿Qué estaba diciendo?
—Selene… —su voz era baja, pero firme—. La guerra contra Nyxmar solo fue el principio. Nyxmar era solo un peón, una pieza en un juego mucho más grande. El verdadero enemigo... aún no ha despertado.
Selene sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Las palabras de su padre resonaban en su mente, despertando preguntas que no estaba segura de querer responder. ¿Qué quería decir con que Nyxmar era solo el principio? ¿Y quién era este "verdadero enemigo" del que hablaba? Pero antes de que pudiera formular una pregunta, algo dentro de ella comenzó a cambiar.
En su interior, la magia lunar que siempre había sido su guía comenzó a agitarse, como si reaccionara a la presencia de su padre. Era una sensación extraña, como si algo antiguo y poderoso despertará en lo más profundo de su ser. Selene llevó una mano a su pecho, sintiendo el latido de su corazón acelerarse. La energía que fluía dentro de ella era diferente, más intensa, más salvaje. Era como si una parte de su esencia, que había permanecido dormida durante toda su vida, estuviera emergiendo.
Una corriente de energía recorrió su cuerpo.
Era cálida y fría a la vez. Familiar y desconocida.
Selene cerró los ojos por un instante, intentando calmarse.
Pero su magia… no le obedecía.
La sintió reaccionar al aura de su padre, como si hubiera encontrado un eco de sí misma en él.
—¿Qué me hiciste? —murmuró, sintiendo la electricidad recorrer su piel.
Su padre la observó en silencio.
—No te hice nada.
Sus ojos, brillando con un azul profundo, se fijaron en ella.
—Tú siempre has sido así. Solo que aún no lo recuerdas.
Selene sintió su respiración agitarse.
¿Recordar? ¿Qué significaba eso?
A kilómetros de distancia, en Astrae, Kael estaba en medio de una reunión del consejo cuando sintió un escalofrío inexplicable.
El fuego estelar en su pecho ardió de forma irregular.
Por un instante, su visión se oscureció.
Y en esa negrura, escuchó un susurro.
"Ya viene."
Kael se levantó de golpe, su respiración alterada.
Los nobles lo miraron con confusión.
—¿Majestad?
Kael cerró los ojos por un momento y se obligó a respirar.
Pero el mal presentimiento seguía allí.
Algo estaba cambiando.
Y esta vez… no tenía idea de qué era.
De vuelta en el templo, Selene sintió su mente saturada de preguntas.
Nada tenía sentido.
Todo lo que creía saber sobre sí misma… parecía estar incompleto.
Se irguió, miró a su padre y lo enfrentó con determinación.
—Dime la verdad.
El hombre sonrió levemente.
Y entonces, con un tono solemne, dijo:
"El verdadero enemigo aún no ha despertado."
Selene sintió un escalofrío recorrerle la columna.
Pero él aún no había terminado.
Con sus ojos brillando como estrellas en la noche, dio un paso hacia ella y susurró:
"¿Estás lista para conocer la verdad sobre quién eres realmente?"
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Editado: 12.04.2025