Me llamó mucho la atención la combinación de colores entre un gris claro, un verde olivo y un negro difuminado, pude notar que se exhibía un letrero con un menú al lado de la puerta, así que crucé la calle y mientras me fui acercado divise un pequeño letrero de metal con un M de logo que decía Maleville, entré sin dudarlo dos veces. Caminé por un pasillo de madera, que crujía a cada paso que daba, había muy poca iluminación y solo se notaban objetos antiguos, colocados muy minuciosamente en las paredes, a la derecha detallé una habitación llena de grafitis, tenía colores muy fuertes y vividos, luego pude ver otra con un gran espejo en la pared y una barra de pol dance anclada al piso y al techo, lo que me pareció bastante raro en un restaurant, hasta que llegué donde estaba la barra, ahí le pregunté a una mesera que estaba limpiando ese sector, si tenían bacantes.
–Si están recibiendo gente. Me aseguró. Espera un momento que la jefa está ocupada.
Caminó hacia una pequeña puerta de madera que estaba al lado de una mesa y le tocó la puerta varias veces, luego de 30 segundos llegó la mujer bastante joven donde estábamos la mesera y yo.
– Hola, vienes buscando trabajo. Sonrío y se notaron sus grandes dientes blancos. ¿Qué sabes hacer? Siguió preguntado.
–Tengo experiencia como mesero. Respondí un poco agitado
–¿Y tienes experiencia como barman? Porque necesitamos una persona que cubra el turno del día y ayude a la chica de la barra. Volvieron a verse sus grandes dientes.
–Trabajé en una barra hace un tiempo atrás en el bar de mi papá, se hacer cafés, pero no me acuerdo mucho de hacer tragos. (todo era mentira, no sabía hacer cafés y menos preparar tragos, ya que nunca había trabajado en una barra en toda mi vida y tampoco mi papá tenía un bar, ni siquiera tenía un papá)
–No te preocupes, la chica de la barra te puede enseñar y ahí vas recordando, ven mañana y te pruebas, por si acaso, si vienes mañana mi nombre es Michelle. Finalizó con una amplia sonrisa.
Salí del restaurante rápidamente hacia el departamento de mi abuela, y una cuadra antes de llegar pasé donde El Negro, amigo de la cuadra con el cual siempre fumaba, ya no tenía a Dani así que pasaba el rato con él, el Negro era de poco hablar, pasaba todo el día volado viendo el cielo, le debía una plata, así que le dije que ya tenía un empleo y que mañana le pagaría. Luego del cigarro entre al departamento y me senté en el sofá a descansar, los niveles de ansiedad se habían bajado, ya no había un apretón en el pecho, ya no me faltaba aire como era habitual.
A la mañana siguiente llegué media hora antes de comenzar a mi día de prueba, sabía que iba a ser crucial caerle bien a la chica que estaba a cargo de la barra para poder conseguir ese puesto. Entré rápidamente al restaurante y vi que en la barra había una chica con el pelo corto teñido de color azul, alta y de ojos achinados. Y Michelle la jefa de lejos me vió y me dijo.
–Ella es Clement la barwoman, ella te va a evaluar hoy. Y se apartó de nosotros caminando apurada hacia la salida.
–Soy Arthur y no sé nada, mentí para obtener el empleo, lo necesito de verdad. Vivo solo con mi abuela y no tenemos para pagar el arriendo del departamento donde vivimos. (Era una pequeña mentira sobre una gran mentira, porque el departamento era de mi abuela y ella tenía ahorros suficientes para mantenerme a mí y a ella así que lo único cierto era que vivíamos los dos solos)
–Tú solo dedícate a limpiar todo, yo hago los tragos y tu aprendes. Y ahí veremos. Afirmó
Pase gran parte del día lavando vasos de jugo, copas de vino blanco y vino tinto, tazas de café, pequeñas, medianas y grandes. A medio día se acercó a la barra la mesera que me atendió por primera vez cuando llegué al restaurante, su nombre era Carla, 17 años al igual que yo, tenía un acné muy notorio en su cara y pasaba viéndose los granos que se había reventado con un pequeño espejo que mantenía guardado en el bolsillo de su delantal.
–¿No pareces de aquí, cierto? ¿De dónde eres? ¿mexicano? Su tono era maldadoso.
–Soy de NY.
–Pero ¿cuál es tu apellido Méndez?,
–Sí, es Méndez. Contesté
No recordaba haberle dicho mi apellido ni siquiera mi nombre, pero supuse que la Michelle le había hablado de mí, porque Carla era la jefa de las meseras y Michelle confiaba mucho en ella.
La jornada transcurrió de forma tranquila, era un martes y solo se habían vendido jugos y cervezas a la hora del almuerzo, la otra mesera de ese turno, Alexa me había tranquilizado para que no me complicará si pedían algun trago, me había dicho que ella sabía prepararlos en caso de que pidieran uno y Clement no se encontrará en ese momento. Alexa tenía una voz muy dulce, tenía el pelo color verde en ese momento, tenía 16 años y su mama trabajaba en el turno de la noche en el restaurante.
Corrí un poco el refrigerador buscando limpiar todo ese pequeño sector de atrás de la barra y me di cuenta de que acumulaba mucha basura en la parte posterior, servilletas, frutas y cuanto objeto se caía por la barra llegaba a ese lugar, moví el pesado refrigerador y saqué toda la basura que se acumulaba ahí, luego me agaché y comencé a sacar todo lo que encontraba debajo de las mesas y porta vasos y refrigeradores. Pasé el trapero y luego un paño con desinfectante y olorizante varias veces.
El lugar después de más de dos horas limpiando había quedado impecable, brillaba el lava vajillas y la barra de metal donde se preparaban los tragos, las puertas de vidrio de los refrigeradores relucían de lo limpias que habían quedado. Llegó la Clement tipo seis de la tarde, abrió sus achinados ojos, sorprendida de lo limpio de ese lugar. Luego se fue por unos minutos a la cocina y volvió a la barra.
–Mañana a las nueve am. Me dijo rápidamente mientras preparaba una piña colada que habían pedido recién.
–¿Eso significa que quedé? Le pregunté desesperado.