Soy como mil fracasos abrazados a un pie de la esperanza.
—David Sant
CAPÍTULO IX
—🕊—
Todo estaba oscuro, había llovido unas horas antes de la anochecer, pero los árboles seguían húmedos y la brisa era fría. Estaba frente al bosque, no lograba moverme, tan solo estaba parada ahí, dándome un poco de calor con ayuda de mis brazos. De repente una niña apareció a mi lado, miraba al frente como si ignorara mi presencia, su cabello era negro y llevaba un camisón blanco ajustado a su pequeño cuerpo, de su mano colgaba un oso de peluche. La Niña volteó su rostro hacia mí, tenía unos grandes ojos azules que resaltaban en la oscuridad y avanzó con sus pies descalzos hacia los arbustos y árboles, quise detenerla y decirle que no fuera hacía allá, que era peligroso, pero mis palabras se quedaron en mis labios cuando vi salir del lugar a un hombre, agachaba su cabeza permitiéndome ver tan solo su cabello oscuro, él sujeto estiró su brazo hacia La Niña para que la tomara y ella lo hizo. Antes de desaparecer de mi vista la pequeña miró hacia atrás, de sus ojos salían chorros de sangre que recorría su pequeño y frágil rostro hasta ensuciar su ropa.
Me levanté asustada, mi rostro estaba sudado y mi cabello pegado a él. Con la respiración agitada me senté en la cama y miré a Astro quién aún seguía dormido al pie de la cama.
—Que bueno que tu no tengas pesadillas —dije para él aún que no me entendiera.
Tenía la misma ropa del día anterior y me apresuré a tomar una ducha rápida, el reloj marcaban más allá del medio día y podía jurar que aún tenía un poco de sueño.
Me preparé algo de comer y me senté en la isla de la cocina. De repente toda calma que tenia fue cambiada por nerviosismo y recordé lo sucedido en la noche, lo del bosque, el nombre de Blasius y que me quedé dormida en el sofá después de beber del té que me ofreció. Ohhh juro que él me las pagaría, como se atrevió a echarle algo al té para dormirme, cómo se atrevió a llevarme hasta mi cama y arroparme...
Tenía que ir de nuevo a su casa y golpearle el rostro, tenía que insultarlo y recordarle que no se acercará a mí, aunque sea para salvarme de algo. Si el no hubiera estado en el bosque ayer, el sujeto desconocido ¿me habría encontrado? ¿Qué me hubiera echo? Era tan estresante tener tantas dudas y no resolverlas.
Astro llegó hasta mi para que lo acariciara —Como puedes defenderme de las personas si te llevas bien con medio pueblo ¿eh? —su pelaje era mucho más suave y agradecí haber comprado su shampoo —No puedo creer que un perro tenga una vida más sociable que yo —susurré para mí. Y era verdad.
Después de buscar algo decente que no fuera tan llamativo y pasara desapercibido en el closets de mi madre encontré lo adecuado para mí y las combiné con mi único par de zapatillas. Sabía que era hora de ir de compras, pero me resultaba algo extraño. Debía que encontrar un trabajo de medio tiempo. Mi cabello se había vuelto muy complicado a la hora de peinarlo, tenía la costumbre de cepillarlo cada noche y mañana antes de volver hacerme la trenza, pero ya que últimamente he tenido problemas para manejar mi nueva vida en Brașov, se me había echo difícil seguir mi acostumbrada rutina.
Había encontrado un cuaderno en blanco en las cosas de mi padre y lo guardé en un bolso junto a unos lápices y bolígrafos, una vez tener todo en orden tome mis documentos y le dejé a Astro comida y agua. Solo esperaba que no se cansara o se aburriera de estar solo mucho tiempo en casa, después de todo era un animal libre, no estaba acostumbrado a estar encerrado, no lo culparía si un día se quisiera ir y no regresar jamás, admito que no soy la mejor compañía para convivir.
En el internado había tenido varios pensamientos de cómo sería mi vida si hubiera asistido a la preparatoria Brasoward. De seguro sería una chica amigable y sociable porque no habría ni una pizca de sufrimiento ni dolor en mí, también tendría muchas amigas y puede que hasta porrista fuera sido, o parte del comité estudiantil y por supuesto hubiera tenido un novio atleta que de seguro me pondría los cuernos con mi mejor amiga, pero yo hubiese sido feliz, con problemas de una típica adolescente.
Caí en la realidad cuando me estacioné frente al instituto, gris y deprimente como los edificios a su alrededor. Suspiré antes de entrar, dicen que si anhelas algo con todo tu corazón tal vez algún día se haga realidad, y de alguna manera retorcida, aquí estaba, intentando ser una chica normal mientras caminaba por el pasillo vacío repletos de casilleros.
Mis zapatos rechinaban con cada paso que daba y el eco invadía el espacioso lugar. Me puse un poco nerviosa al ver algunas luces palpitar y caminé lo más rápido que pude hasta escuchar voces en el primer salón y no dudé en entrar. Las personas hicieron silencio al verme, el profesor levantó la mirada y me tendió una hoja —Eres la señorita Ford ¿verdad? —asentí ante su gruesa voz —tu formulario nos llegó ayer, toma asiento por favor —El se levantó y se dirigió a todos los presentes —Empezaremos la clase en dies minutos, iré a buscar algo en la dirección, no quiero ver a nadie husmeando en otras aulas ¿entendido? —después de decir sus indicaciones salió. Caminé a mitad del salón y me senté pegada a la pared junto a la ventana, era grande y el cristal me dejaba ver el patio vacío.
Escuché murmullos, un grupo de chicas me miraban y sonreían para volver a murmurar, ojalá pudieran pasar un día en el internado y que la hermana Luz le diera un castigo para que aprendieran que murmurar en presencia de otro era una falta de respeto. Agache la cabeza y me entretuve ojeando la página que el profesor me había dado.
Al mirar a la puerta mi corazón se aceleró y mi instinto quería hacer algo estúpido como pararme e ir a golpear de una vez por todas su perfilada nariz, pero el ambiente ya era demasiado tenso para agregarle otro tema del que hablar a esta gente. Volví a mirar la página, no quería intercambiar palabra alguna con ese sujeto y tampoco con su rubio hermano que había entrado después de él, agradecí en mi interior que se sentaran al frente en la otra esquina, lejos de mí.