Venciendo al tiempo

Parte 1. El luchador

El tiempo no se puede vencer, nadie lo puede detener, ni yo mismo puedo hacerlo.
La falta del tiempo es la nada, y en la nada no hay vida, ni recuerdos, ni sueños.

El Rey quería detener el tiempo a toda costa, no podía acabar como su padre y el padre de su padre. Buscó a los más sabios druidas del reino, hombres versados en toda clase de estudios, los llevó a su palacio dándoles todos los lujos que ellos le pidieran; unos querían mujeres, otros hombres, otros riquezas, otros comidas; cada uno fue pidiendo según su antojo y el Rey se lo proveía. La única condición que les puso es que no podían abandonar el palacio hasta que fuesen satisfechos sus deseos de vencer al Dios del tiempo.

El primero le sugirió un reto, el mejor hombre de nuestras tierras se enfrentaría con el Dios del tiempo. El Rey organizó torneos por todo su reino para conseguir su campeón. Durante meses estuvieron luchando en infinidad de torneos para buscar a los mejores luchadores.
El Rey veía que su barba seguía llenándose de pelo blanco, el pelo de la vejez, así que ordenó que le llevasen a su castillo a los ganadores; allí, ante todos sus nobles ordenó un nuevo combate entre ellos para ver cuál era el mejor de todos. Y salió vencedor casi sin ningún rasguño un hombre enorme, tan enorme como una montaña, con unos músculos tan poderosos como la coz de un caballo. El Rey quiso hablar con él.
—Tú has sido el campeón de mi reino, te ofrezco la posibilidad de ser mi abanderado en la lucha contra el Dios, ¿aceptas?
El hombre esperaba encontrarse con un contrincante humano, no con algo que no se puede ver, ni tocar, no obstante aceptó.
—Si, mi señor.
—Gran druida, ¿qué es lo que tiene que hacer este vencedor por su Rey?
—Mi señor, será un combate singular contra el Dios. Los espíritus me informan que sólo es una prueba la que ha de superar.
—¿Y cuál es esa prueba?
—Sujetar esta pluma de fénix —el druida enseña a su señor una pluma del pájaro legendario hoy ya extinguido.
—¿Solo eso? Hemos estado esperando por sujetar una pluma, que hasta yo puedo hacerlo.
—Mi señor no es el peso, es el...  el tiempo... que tiene que estar sujetandola.
—¡NO ME NOMBRES ESA PALABRA!, ya sabes que está maldita en esta tierra.
—Perdón mi señor. Su luchador tiene que aguantar esta pluma en alto hasta que el Dios se de por vencido.
—Pues bien, luchador, ¿te crees capaz de hacer eso por tu Rey?
El hombre mira incrédulo sus enormes manos y esa pequeña pluma. Se golpea el pecho y dice con voz profunda.
—Si, mi señor
—Si vences te colmaré de riquezas y mujeres hasta el fin de tus días.
—Gracias, señor.
—Pues señores, habéis oído el reto propuesto por el druida, nuestro campeón vencerá a ese maldito Dios... y el tiempo dejará de existir en estas tierras.
Dejemos que nuestro campeón se vaya a descansar, que pueda disfrutar de los placeres para que esté más animado y con fuerzas para afrontar ese reto.
Toda la congregación empezó a aplaudir y a vitorear el nombre de su Rey.
—¡TERNO, TERNO, TERNO, TERNO!
El Rey se retira entre los vítores de su pueblo.
—Llevar a nuestro huésped a los aposentos de los invitados nobles y que no le falte comida o cualquier otra cosa que pida.
—Así se hará mi señor.

La noche es estrellada y el Rey se encuentra asomado en el balcón con la mirada fija en el cielo, estrellas fugaces cruzan ante sus ojos y como aprendió de pequeño, sigue pidiéndoles deseos.
—Dios de todos los Dioses detén a tu siervo, haz que el tiempo se detenga, ese es mi único deseo.

La mañana se despertó fresca; los gallos ya habían despertado al pueblo y ahora se dedicaban a perseguir a las gallinas por las calles empedradas. Las gentes empezaban sus quehaceres diarios; ir a por agua, amasar el pan, cortar leña, vender comida. 
El Rey se dirige a los aposentos de su campeón, allí lo ve tumbado en la cama. De debajo de su ancho brazo se intuía la silueta de alguna mujer, otras dos que estaban tumbadas en el suelo, al sentir la puerta abrirse en seguida se levantaron y se apartaron al ver que era su señor.
—¡Mi señor! —dicen las chicas al unísono.
—¡Despertarlo!
Dos criados van a despertar al hombre, este al sentir que le tocan gira su brazo con fuerza tumbando a uno de ellos contra una mesa que se encuentra a tres metros de la cama.
—¿Quién osa ponerme la mano encima? —su voz suena como la de un gran ogro.
—¡Tu señor!
Al sentir la voz de su Rey se gira y se dobla en señal de respeto.
—Perdón mi señor, perdón.
—¿Qué piensas que estás en una taberna?
Vístete y quiero verte en el comedor real ya mismo.
—Voy ahora mismo mi señor.
Se viste rápidamente con el miedo en el cuerpo, sabe que desobedecer al Rey puede ser pena de muerte.
El Monarca se encuentra en el comedor comiendo junto con el druida cuando se presenta el luchador.
—Siéntate aquí a mi lado —servirle de mi comida a mi campeón
—Gracias señor
—Presiento que hoy será un gran día, yo conseguiré derrotar al Dios y tú conseguirás la gloria de ser el mejor luchador de la historia.
—Ganaré por usted, mi señor.
—¿Qué tal fue la noche?
En tu vida has podido disfrutar de mayores placeres.
—No, mi señor.
—Espero que eso no te reste fuerzas.
—Oh no mi señor, eso me da muchas más energías.
—Pues si lo consigues, como todos esperamos, esta noche se repetirá todas las noches.
El gigante se sonríe lascivamente.
—He convocado a todo el pueblo, nobles y plebeyos verán la gran gesta de su Rey.
Druida, tú también serás recompensado con todo aquello que desees.
—Gracias, mi señor.

El Rey llega a la gran plaza acompañado de los dos hombres y su séquito. Como bien dijo el Rey, toda la ciudad estaba allí presente. Los nobles en sus tribunas en cuyo centro estaba el trono del Rey y de la reina, que esta vez será ocupado por el druida, y rodeando toda la plaza estaba la plebe, granjeros, comerciantes, mendigos, carreteros. Todos habían sido convocados por los juglares que habían ido proclamando lo que allí iba a acontecer.
El centro de la plaza, en la que se encuentra el monolito de la victoria, está vacío. Un murmullo recorre las filas de los ciudadanos y de los nobles. 
—¿Qué es eso del reto al tiempo?
Al aparecer la figura del Rey en la plaza el silencio se vuelve total, únicamente las palomas se atreven a romperlo con sus cánticos.
Se detiene ante su trono mirando a su pueblo, un grito unánime se oye en la ciudad.
—¡TERNO, TERNO, TERNO, TERNO!
El Rey levanta la mano y todas las voces se callan.
—Pueblo de Spinto, como bien habéis oído hoy veremos una gesta jamás lograda, hoy veremos la victoria de vuestro Rey sobre el señor del tiempo. 
La gente aplaude y grita.
—¡TERNO, TERNO, TERNO!
El Rey vuelve a levantar la mano y todo se vuelve silencio.
—Pueblo de Spinto, los espíritus de nuestros antepasados nos piden que les honremos con este duelo ante uno de los más grandes Dioses, el Dios del tiempo. La victoria hará que el tiempo se detenga en nuestro reino y ya nunca más envejezcamos, nuestra vida será eterna. 
— ¡TERNO, TERNO, TERNO!
—Nuestro druida nos explicará en qué consiste este duelo.
—Mi señor, mis nobles, orgulloso pueblo de Spinto; los espíritus han sido muy claros, la victoria se conseguirá cuando nuestro campeón aquí presente, luchador que no ha perdido ninguna batalla, consiga mantener la pluma del legendario Fénix en lo alto el… — se queda nervioso mirando al Rey.
—Puedes decirlo druida, te doy permiso para usarla... 
—Si majestad, gracias,… el tiempo... suficiente hasta que el Dios sea vencido.
El pueblo empieza a vitorear a su campeón y al Rey. Un anciano de larga melena blanca, sombrero de paja y un largo bastón le pregunta a otro hombre.
 —¿Qué ha dicho?
 —Que ese gran guerrero vencerá al Dios del tiempo.
 —Pero eso es imposible.
 —Si el druida dice que es posible, es que es posible.
 —El tiempo no tiene fin, nadie puede vencerlo.
 —Pues caerá vencido ante nuestro Rey.
 —Un Dios no puede ser vencido por un humano.
 —Qué sabrás tu mendigo, ¿acaso tienes más estudios que los sabios del Rey?
En los ojos del anciano hay un brillo de sabiduría, aprieta con su mano el bastón y en susurros comenta.
 —Qué sabrán estos pobres humanos.
 —¿Qué dices anciano?
 —Que me quedaré a verlo.
El druida termina de hablar y presenta al pueblo al campeón del Rey, los nobles y gentes que no lo conocían quedan asombrados por el tamaño y fuerza del hombre. Su sombra cubre parte de la plaza mientras va caminando hacia el medio de la plaza, a su lado el druida parece una figura minúscula. 
Una vez llegado al punto indicado ambos hombres se giran mirando hacia su Rey.
—Mi Rey, en cuanto el luchador esté preparado empezaremos la prueba.
—Así sea.
El hombre empieza a correr alrededor de la plaza para ir destensando sus músculos, se para y empieza a hacer flexiones y golpear el aire con sus puños, sigue su carrera alrededor de la plaza dejando a las gentes con la boca abierta ante tan despliegue de fuerza. Se agacha, se levanta, golpea izquierda, derecha; su caminar es ahora más lento se dirige a uno de los laterales donde hay un enorme barril de agua, pesará unos 80 kilos, lo coge con las dos manos lo levanta como si fuera una pequeña jarra y empieza a beber el agua, el resto lo deja caer sobre su cabeza.
El Rey se empieza a impacientar, quiere que empiece ya el reto.
—¡Druida!
Todo el mundo se para y se queda mirando a su Rey.
—Sí, mi señor.
—Que deje de tanto espectáculo y empiece el reto.
—Si, mi señor.
El gigante deja en el suelo el barril y se va hacia el centro de la plaza gruñendo con fuerza como si fuera un león enjaulado.
El druida se acerca a él con una pequeña caja color marfil en cuyo interior está la famosa pluma, al darle el sol la pluma emite un haz de luz como el de un arcoíris, todos quedan impresionados por ese efecto.
Con sumo cuidado el druida saca la pluma de la caja, le pide al musculoso hombre que abra su mano y la deposita en su palma, el hombre queda  maravillado por el destello de luz que refleja.  
—Ahora lo que tienes que hacer es no cerrar la mano y levantarla al cielo, que el Dios sea consciente de que está siendo retado.
El hombre que no nota el peso de la pluma sube la mano como le pide el druida y así queda solo ante tamaño reto; el resto de personas, incluido el Rey, quedan en sus lugares en silencio observando esa estatua viva.
—Druida, ¿cuánto tenemos que esperar? —le pregunta el Rey.
—Hasta que el Dios sea vencido y detenga el tiempo.
—¿Y cómo lo sabremos?
—Lo sabremos majestad, los espíritus me irán informando.
 Las horas van pasando, el hombre mantiene su postura perfecta sin dar síntomas de cansancio, de vez en cuando abre los ojos y se sonríe.
El trono del Rey está vacío, hace tiempo que se ha ido a su castillo, algunos nobles y ciudadanos también han ido a sus quehaceres, pero el druida sigue allí esperando una respuesta. 
El atardecer está cayendo, los sirvientes del Rey están poniendo antorchas alrededor de la plaza para que quede iluminada en la noche. Las gentes acabados sus trabajos se van a la plaza que vuelve a contar con una multitud de gente mirando al hombre que impasible sigue allí en su misma postura. 
El Rey pide a sus sirvientes que le den alimento y bebida al guerrero, no quiere que por falta de alimento pueda desfallecer. 
—Druida, ¿sabes si ya está próxima la victoria?
—Mi señor los espíritus siguen vigilantes la actitud del Dios y dicen que aún no se ha dado por vencido, pero que no falta mucho.
—Eso espero, no deseo consumir mi vida aquí sentado.
 Y las horas siguen pasando, la oscuridad llega silenciosa, las estrellas junto con las antorchas son los únicos puntos de luz que iluminan la ciudad y el cielo. El Rey y los nobles hace horas que se han ido, también las gentes de la ciudad se han ido a descansar pues mañana será otro día duro, únicamente se encuentran los soldados que vigilan que el luchador no baje el brazo, y el anciano que quiere observar al humano que reta al Dios.



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En el texto hay: tiempo, aventrua

Editado: 27.02.2021

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