Venciendo al tiempo

Parte 1. Tapar el cielo

Ya han pasado varios meses desde la partida de la Reina, los intentos del Rey de detener el tiempo no están surtiendo efecto y él se encuentra cada día más obsesionado con conseguirlo. En un último intento de vencer al tiempo ha pedido a sus hombres que tapen toda la ciudad con una gran lona para que el Dios no pueda verles.
El anciano está en el último lugar donde los hombres del Rey están tapando la ciudad. El sol pierde su función, las luces de petróleo dan un poco de luz en la oscuridad que envuelve la ciudad.
Los niños corren por las calles como si todo fuera un juego, las gentes del lugar agradecen esa sombra pues la fuerza del sol en estas fechas apenas deja estar por las calles, pero el calor en la ciudad, al no haber brisa que mueva el aire, se concentra de tal manera que casi es difícil respirar, es como si estuvieran dentro de un horno.
-Esto es una locura -dice el anciano.
-Son órdenes del Rey.
-Pero no tiene unos asesores que le digan que esto no está bien.
-No lo sé, mi labor es la que estoy haciendo.
-Necesito hablar con él.
El anciano se encamina hacia el palacio para hablar con el Rey.
-Deseo hablar con el Rey.
-¿Tiene audiencia?
-No, debo decirle que esto no tiene ningún sentido.
-El Rey está muy ocupado, no puede ser molestado.
-Pues me quedaré a esperar.
El Rey se encuentra en el jardín, la oscuridad también ha llegado a ese lugar. Las horas pasan y al día le viene la noche, las lonas también le impiden ver la luna y las estrellas que en estos momentos llenan el cielo.
El tiempo va pasando y la población empieza a estar desorientada, algunos duermen mientras otros intentan hacer sus trabajos, los niños juegan en las calles cuando deberían estar durmiendo, y duermen cuando deberían estar jugando.
El Rey prohíbe a los ciudadanos que salgan fuera de las murallas de la ciudad, los alimentos empiezan a escasear y el calor es demasiado sofocante para poder vivir. Las gentes abren las ventanas y puertas de sus casas pero la lona impide que el viento entre en la ciudad y renueve el aire. La falta de alimentos no estaba planificada en la idea de tapar la ciudad, así que el Rey ha ordenado a los soldados recoger las cosechas y traer alimentos. Todos se agolpan a las puertas para ver el mundo exterior y poder respirar algo de aire fresco cuando los soldados salen. 
Las voces se trasmiten por toda la ciudad.
-¡Es de día, y está lloviendo!
-Lluvia, cuánto tiempo hace ya que no vemos llover, sentir el agua resbalando por nuestras cabezas.
Las puertas vuelven a cerrarse y todo el mundo vuelve a sus casas a pasar el tiempo sin saber qué hacer.
El anciano sigue esperando por el Rey, pero este nunca aparece. Su vida transcurre del jardín, a la tumba de su padre y a su alcoba, no asiste a las reuniones del consejo.
-Tenemos que buscar una solución porque me parece que nuestro Rey va a darse cuenta de que el tiempo no se puede parar y nos mandará colgar -dice uno de los druidas.
-Pssss no digas ésa palabra.
Yo no he conseguido convencer a ningún soldado de que nos deje huir.
-Yo no quiero que mi cuerpo cuelgue de una soga.
-Si quiere detener el tiempo que se muera, así ya no verá si es de día o de noche, ni si es verano o invierno.
-Pssss ¿Cómo has dicho?
-Nada, no he dicho nada.
-Has dicho que se muera el Rey.
-No, solo decía que la muerte es lo único que puede detener el..., no que nuestro soberano deba morir.
-Esa es la solución.
-¡Estas loco!, ¿quieres que nos mande ahorcar por atentar contra su vida?
-Tienes razón, pero es que no hay manera de conseguir detenerlo, es una locura, no se puede hacer.
-Tú eres experto en plantas, no hay ninguna que pueda tomar que le vuelva la cordura.
-No, no hay ninguna planta que haga eso.
El druida anciano estaba tumbado en la cama y por su cabeza está germinando la primera idea.
-¿Qué podemos perder?
-¿Qué dices anciano?
-Digo que, qué podemos perder.
Ya estamos desahuciados, el Rey en cualquier momento nos mandará llamar y nos condenará a muerte. Habéis visto que cada vez está más anciano, a pesar de ser joven su obsesión le está llevando a la muerte. ¿Qué pasa por adelantarla un poco?
-Estás loco anciano, ya has perdido el poco juicio que te quedaba.
-Creo que no.
El silencio se hace en la habitación.

-Puede avisar a nuestro Monarca que sigo aquí esperando por él -dice el anciano
-No ve que no quiere recibirlo.
-Pues seguiré aquí esperando.
El anciano se sienta en el banco que ya conoce el peso de su cuerpo, pasado un tiempo un soldado baja a hablar con el anciano.
-El Rey quiere verle.
-Pues a qué esperamos -coge su largo bastón y se encamina detrás del soldado que le lleva hasta la tumba del Rey padre, allí ve a un hombre demacrado y consumido sentado al lado de la tumba.
-Hola, anciano.
-Hola, majestad.
-Me han dicho que quiere hablar conmigo.
-Así es.
-Pues díganos que es lo que quiere hablarnos.
El hombre se da cuenta de que el Rey esta solo pues el soldado ya ha abandonado la estancia.
-Quiero hablar con usted... con ustedes para decirles que es una locura lo de tapar la ciudad.
-¿Locura? La gente está encantada, no tiene problemas, se les trae alimento sin tener que trabajarlo y pueden disfrutar de... momentos sin hacer nada.
-Su majestad no ha paseado por las calles, ¿verdad?
-Estamos muy ocupados aquí en nuestra lucha.
-No hay lucha, esto no es ninguna batalla, no hay victoria posible.
-Si, mis druidas dicen que pronto venceremos al Dios.
-Nadie puede vencer al Dios.
-¡Me estás llevando la contraria! -su voz suena fuerte-¿Quieres visitar el calabozo?
-No deseo visitar unos calabozos que están llenos de personas que no cometieron ningún delito.
-Te parece poco desobedecer las órdenes de su Rey.
-Si su majestad quisiera le podría llevar a ver a su pueblo, o lo que queda de el.
-Estamos muy ocupados como para perder el..., bueno para ésas cosas.
-Una vez me pregunto si era un sabio.
-Si, dos veces y me dijo que solo es un campesino que no sabe nada.
-Si, en verdad soy un campesino, pero puedo ver el destino y este no va a acabar bien, no debería meterme en peleas humanas, pero en usted veo un potencial que no he visto en todo este....
Es ilógico que no se pueda hablar con libertad.
-Diga la palabra que tiene en sus labios, dígala y ya será carne de calabozo.
-Sería necesario que diera una vuelta por la ciudad y viera lo que está sucediendo.
-Vuelvo a decirle que no podemos, debo quedarme a cuidar a mi padre.
Soldado llévese a este mendigo fuera de mi presencia.
-Volveré a quedar en la puerta esperando que me acompañe a la visita por la ciudad.



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En el texto hay: tiempo, aventrua

Editado: 27.02.2021

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