Venciendo al tiempo

Parte 2. La búsqueda, en ruta.


El coche ya va en la dirección que tiene marcada en el mapa, no hay carreteras, ni ninguna indicación que le pueda servir de referencia, así que siente que lo suyo es todo un acto de fe, como cuando el primer hombre atravesó el polo norte sabiendo que su vida en ese lugar estaba en desventaja con la naturaleza.
Al poco de entrar el todo terreno en las arenas del desierto tuvo las primeras experiencias, al ser arena la tierra no es firme y tuvo que empezar a usar la pala para desenterrar el coche que se había quedado atorado en la arena, la experiencia le obligo a ir aprendiendo que conducir entre dunas tiene su complicación; y la segunda que el GPS en esa zona no sirve de mucho, en todo momento perdía la ubicación y lo mismo estaba en la playa, como en el centro de la ciudad, como en lo más profundo del desierto. Su punto de referencia pasaron a ser las montañas que se veían en el horizonte y que también figuraban en el mapa.
Casi le lleva un día completo recorrer cien kilómetros, por lo que calcula que a ése ritmo si no se pierde tardará otros tres días más en llegar a la zona que cree que puede ser donde la empresa de Daniel tiene marcado el punto de los restos.
El sol se va ocultando en el horizonte, ella ya ha puesto por primera vez la tienda de campaña, no sin haberse equivocado varias veces, y está sentada en la esterilla sobre la que piensa dormir. Desde dentro de la tienda va viendo las diferentes tonalidades que toma el cielo.
El frío empieza a bajar como si se tratase de un manto que cubre todo ese lugar, se pone una chaqueta y aprieta sus manos contra la taza de café para notar algo de calor. Es extraño como en ése lugar, que hasta ahora había habido casi cuarenta grados de temperatura, de repente pueda bajar casi a los cero grados. Va sintiendo el frío en el cuerpo así que decide meterse en su saco de dormir, y así entre el calor del saco y el cansancio del viaje empieza a quedarse dormida. Lenta y relajadamente sus ojos se le van cerrando hasta que todo se vuelve negro y silencioso.
De repente los ojos se le abren como platos, un grito sale de su cuerpo, nerviosa se queda nuevamente a la escucha durante unos segundos, no oye nada, piensa que solo ha sido una pesadilla, cierra los ojos hasta que nuevamente lo vuelve a oír; es... es un aullido en la noche, un aullido que se repite en otra zona cercana. Rápidamente sale de la tienda de campaña y se esconde en el coche. Cierra las puertas con el seguro, enciende las luces y aunque no los ve se imagina que ojos amarillos están por todas partes vigilándola. Un golpe fuerte se siente en el techo, algo se va moviendo, busca nerviosamente en la guantera la pistola que ha comprado, pero no encuentra las balas, se da cuenta que están en la mochila que ha dejado en la tienda de campaña, son apenas cinco metros, pero el miedo la atenaza y no la deja salir. Y así pasó la primera noche aterida de frio, la poca ropa de abrigo que tenía se encontraba fuera del coche. Y no pego ojo en toda la noche pues todos los seres vivos que habitan ese lugar habían ido de excursión a ver quien osaba molestarles.

El calor vuelve a ser el dueño del lugar cuando ella está recogiendo todo lo que había sacado del todo terreno, se aseguro de dejar la pistola con las balas cerca por si volvía a pasarle algo parecido.
Revisa con los prismáticos el horizonte, pero no encontró nada de vida en los alrededores, sabía que habría ojos espiándola pero que no querían ser descubiertos.
Nuevamente se pone en marcha, decide adentrarse aún más en el desierto de fuego, dejando las montañas a su espalda, y otras que ve más alejadas a su izquierda, ésas son las únicas referencias que tiene en el mapa y por las que se va guiando.
Las horas pasan y el calor no cesa, intenta hidratarse con asiduidad para que el calor no la haga estar peor, y de vez en cuando tiene que detener el todoterreno para que su motor refrigere. Las dunas son ahora mismo los únicos lugares donde puede tener un poco de sombra; alguna vez ve algún cactus, o árboles que tienen todo el aspecto de secos. No entiende como en ése clima tan extremo puede haber vida; recuerda que vio un reportaje de un desierto en el que apenas había llovido un par de horas y se volvió lleno de pequeñas flores efímeras. La vida aún en las situaciones más extremas consigue abrirse camino.
Y allí está ella, posiblemente el único ser humano en kilómetros a la redonda, yendo a un lugar sin ninguna marca en el terreno, y temiendo que llegue la noche y vuelva a sentir el sonido de la oscuridad.
Esta vez ha hecho una hoguera a escasos metros del coche, pero no ha puesto la tienda de campaña, está allí sentada tomando el café y mirando un cielo inmenso de estrellas, casi no hay un lugar vacío donde no haya una estrella, en estos momentos ve pasar veloces estrella fugaces que iluminan y parece que van a chocar con una luna que en este momento solo es un trocito de ese satélite que está en el cielo.
Los sonidos de la noche han vuelto, y ella aprieta la pistola que tiene en el bolso del pantalón, pero esta vez es un sonido muy lejano, se transmite como un eco en la oscuridad, también siente algún sonido más cercano que al alumbrarlo con la linterna se oculta rápidamente.
Pequeñas serpientes también aprovechan el frio de la noche para salir de caza, no son venenosas para el hombre, pero no quiere tener un contacto con ellas.
Se mete en el saco de dormir, e intenta buscar una postura para dormir en un coche que es muy incómodo, tiene que intentarlo en la parte trasera porque los asientos delanteros son fijos.

El día se despierta a la vez que ella, tiene el cuerpo aterido de la postura que ha tenía que hacer, pero por lo menos ha podido dormir y descansar la cabeza, decide no perder mucho más tiempo para aprovechar el fresco de la mañana.
Lleva cuatro días dando vueltas sin encontrar un leve indicio de donde pueden estar ésas ruinas. Está teniendo problemas con el agua pues está gastando más de lo que calculaba, ella no pensaba que le llevaría tantos días, ni que haría tanto calor, así que decide retroceder para ir a las montañas donde posiblemente sea la única zona donde parece que hay algo de vegetación y confía en encontrar algún manantial de agua, en todo lo que lleva recorrido no ha encontrado ningún oasis, ni lugar donde pueda encontrar ése preciado liquido. 
Es en ése momento que está de retroceso hacia las montañas cuando encuentra una primera pista, un pequeño poste imperceptible en la larga distancia pero que una vez cerca observa que va marcando un camino. Es un poste localizador de la ruta por donde irá la carretera.
Su rostro quemado por el sol y cansado por el camino muestra una pequeña sonrisa, no ha encontrado nada, pero ya es un punto de partida. Duda entre seguir los postes que va viendo en la lejanía, o ir a por el agua. Al final decide hacer esto último porque no sabe el tiempo que le podrá llevar seguir la ruta hasta encontrar las ruinas, si es que están en éste camino. 
Y así realiza el camino retrocediendo hacia las montañas, la temperatura como pensaba es cada vez menos calurosa y al fondo se ve vegetación que cubre la parte baja de la montaña. Pequeños árboles y arbustos van dando paso a arboles de mayor tamaño, frondosos y verdes. Todo indica que por allí debe pasar una corriente de agua, lo que espera es que no sea subterránea. 
Sí, ha tenido suerte, de la montaña cuyo pico retiene las nubes que no llegan al desierto baja una pequeña cascada de agua, fría como el mismo hielo y transparente como un cristal. Las manos se le quedan congeladas al ponerlas para recoger algo de agua, las posa en su cara y nota que el frescor le pone todo el cuerpo de piel de gallina, moja un trozo de tela y va pasándolo por su cuerpo, aprovecha para asearse un poco, al tener que restringir el agua solo para bebida tiene descuidada un poco esa parte de su higiene.
El agua es como si la hiciese recuperar hasta el ánimo, no entiende como puede haber personas que pasen meses y meses en condiciones donde no tengan acceso al agua corriente.
Rellena las garrafas de ese líquido tan preciado y se prepara algo para comer, éso le hace recargar fuerzas para esta nueva etapa, ha encontrado un punto de referencia que debe seguir y éso es le hace abrigar esperanzas de que va a encontrar algo.
Revisa su teléfono, pero en ese lugar no tiene cobertura, en todo el trayecto que ha hecho han sido pocos puntos donde ha conseguido un poco de cobertura y ha aprovechado para llamar a su madre, a Daniel y darle largas a su jefe.
Vuelve a cargar su cantimplora de mano, da unos últimos tragos y se pone de nuevo en movimiento, no quiere que la noche la pille allí, es muy probable que esos aullidos que oye por la noche puedan provenir de aquí, o de las cercanías.
Y siguiendo de regreso la ruta que la trajo hasta la montaña consigue llegar al punto de inicio, donde está uno de las señalizaciones, ahora está la duda: izquierda, o derecha. Decide tomar la dirección de las montañas más alejadas, en el mapa parece que el punto de, "Restos", es el más cercano a ésas montañas.
Así que siguiendo los postes decide continuar hasta que la noche ya no le permite distinguirlos a simple vista. Sentada en el capo del todoterreno, con el café en la mano, se queda mirando el negro horizonte esperando que una señal le indique cuál es el punto exacto donde se encuentran las ruinas.
En otro lugar el hombre recibe una llamada.
-Creíamos que se iba de retirada, pero ha vuelto a la búsqueda. Hemos encontrado los postes de la señalización de la carretera.
-Perfecto. Seguir con mucho cuidado e ir informándome.
-Sí, señor.
-Estoy harto de que esta gente venga a robarnos.
Frank cuelga el teléfono, las únicas pistas que está consiguiendo son las de la gente de Martins, María le ha dejado en la estacada, lleva llamándola varias veces sin respuesta y no le ha dado ningún dato que sea interesante para poder empezar a trabajar.
Cada día se va a espiar a la compañía de Martins que ya ha delimitado una zona de trabajo y han empezado con las excavaciones. No puede ir hasta allí de improviso porque ya le conocen y tienen orden de echarle del lugar, lo que evita que pueda enterarse de cómo van, y él no se puede poner a cavar en cualquier lado, tiene que tener certeza que allí donde lo intente pueda haber algo.
-Maldita sea María porque no respondes a mis llamadas. Yo que me he molestado en tenerte en mi equipo, que he dado la cara por ti ante los catedráticos que no querían a una joven trabajando en arqueología, y ahora me dejas tirado. Espero que no estés investigando por tu cuenta, porque si no hare lo posible por echarte de la universidad -es el mensaje que deja en el contestador de María.
Frank está muy nervioso, ve que el tiempo se le va y no consigue averiguar nada que le sirva para ponerse a excavar.
Pero María no está pendiente de su teléfono, las primeras luces del día le sirven para comenzar su búsqueda, su mirada esta fija en el horizonte. Los kilómetros pasan y solo ve que los postes siguen manteniendo una línea bastante recta, nada diferencia el poste que acaba de pasar del que le precede.
Ella va pensando que sería gracioso encontrarse en el camino con Daniel y que él estuviera excavando para encontrar el tesoro. ¿Sería capaz de destruirlo?, ¿de venderlo a los saqueadores?, ¿o de taparlo con hormigón para que nunca más se sepa que aquí vivía una de las civilizaciones más antiguas?
Su mente va haciéndose las preguntas mientras su todoterreno queda encallado por segunda vez en la mañana, tiene las manos callosas de tanto excavar, pero no para desenterrar el tesoro, sino para sacar el vehículo de la arena.
Tiene que reconocer que lo que le dice Frank es muy cierto, el trabajo de campo es aparte de agotador, todo un sufrimiento diario; a las ruinas no se llega por carretera asfaltada y con puesto de helados cercano, se llega en las peores condiciones, por lo menos ésa es la idea que va aprendiendo de esta expedición.
Cada vez está más cerca de las montañas y empieza a dudar si los datos que lleva serán acertados, o simplemente será una perdida inútil de tiempo. Por más que intenta imaginar no cree que allí haya habido en tiempos anteriores, campos de cultivo, ciudades amuralladas, gentes por el camino de una ciudad a otra.
No es muy religiosa, vamos como la mayor parte de la civilización actual, pero lleva rezando desde que empezó por encontrar ésa ciudad milenaria. La falta de fuerzas, el calor y la soledad están haciendo mella en su ánimo. Empezó con toda la ilusión cuando estaba junto al riachuelo, con el agua fresca y el olor a vegetación, pero después de unas horas la realidad le está cayendo como una losa.
Una vez que ha sacado el vehículo de la arena se pone de nuevo en movimiento, va sorteando pequeñas dunas esperando no quedar nuevamente enterrada, hasta que de repente detiene su coche, la última duna ocultaba está imagen. Por fin ha llegado, por fin lo ha encontrado, desde la distancia se distingue un muro que en algunas partes se ha venido abajo, pequeños edificios medio tapados por una gran duna que intenta ocultar la ciudad de la vista del mundo.



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En el texto hay: tiempo, aventrua

Editado: 27.02.2021

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