Venciendo al tiempo

Parte 2. La búsqueda, Spinto.

Acelera el todoterreno para llegar cuanto antes, cada bote parece que va a pegarse al techo, pero ella no quiere detenerse, quiere llegar ya mismo. Siiiiii las penurias pasadas han valido la pena.    
En otro lugar el teléfono vuelve a sonar.
—Señor, lo hemos encontrado.
—Vale, actuar con cautela y solo bajo mis órdenes.
—Como usted diga.
El vehículo se detiene delante de, la que debió ser en aquellos tiempos  la entrada de la ciudad, la portada de la entrada se mantiene en un difícil equilibrio, su base está casi corroída por lo que en cualquier momento puede venirse abajo. La chica accede con cuidado y va haciendo una primera investigación. Lo que podrían haber sido unas casas son solo montones de arena y piedras acumuladas por el paso de los tiempos; se distingue una calle central que debería llevarla al palacio, o sede central del Rey, ésa es la parte que la duna está sepultando.
El edifico parece estar en parte en pie, la otra parte oculta no sabe cómo estará, sube los escalones, al llegar ve que los hombres de Daniel han hecho un agujero en una de las paredes, supuestamente para acceder al interior. Ella lo sigue, con su linterna va alumbrando y se encuentra que parte del techo esta en el suelo y que todo son escombros, sigue caminando y ve que han seguido abriéndose camino para llegar al interior del palacio. En esta segunda sala ya se ven pinturas en las paredes y la puerta de acceso que desde la otra sala no se podía distinguir por la cantidad de cascotes que había, aquí también el techo se ha venido abajo, se ve que había una planta superior, y se distinguen una serie de escaleras que acaban en una parte llana.
En la sala que ella está ahora hay siete peldaños y da la sensación que pegada a la pared debió haber algo que ya no está, lo debieron llevar porque aun se ven huellas de pisadas y la zona está muy despejada; en la pared se distingue unas pinturas de guerreros en lucha. Supone que sería una sala de reunión donde el Rey podría recibir a las gentes. Sigue caminando al interior a través de los agujeros que han ido haciendo sus predecesores porque los accesos que podría haber antes están enterrados. Por una especie de ventana sale a un patio, se ven restos de madera de algún banco que pudiera haber y arboles petrificados, este debió ser un jardín privado del Rey, el posible muro que podría haber ya no existe y ella tiene cuidado pues la caída hasta el suelo es de varios metros.
Vuelve al interior del edificio e intenta seguir el camino que siguieron los que fueron haciendo los agujeros, hasta que se fija que en unos de los agujeros se ve como sale arena y en otro debió haber como un derrumbamiento, hay algún resto de ropas que no deben ser de la antigüedad, posiblemente han tenido un accidente y alguno ha podido quedar herido. Decide retroceder y seguir investigando por otras zonas hasta que termina sin encontrar ningún otro punto de acceso.
Al salir al exterior se da cuenta que ya está oscureciendo, el tiempo se le ha ido en un suspiro. Decide montar la tienda de campaña en el interior de la ciudad en una zona que al limpiarla un poco puede servirle de base de operaciones y va descargando todo lo que va a necesitar para llevar a cabo la exploración, el todo terreno opta por dejarlo fuera de la ciudad y lo deja aparcado en uno de los laterales, no cree que nadie pueda a ir por esos lugares, pero prefiere no dar señales de que ella está allí.    
Esta ahora pletórica, está en la ciudad de Spinto, o eso le parece, uno de los más importantes reinos de esta región. Mañana se levantará muy temprano para empezar las excavaciones, pero de momento disfrutará de un buen fuego, una buena cena y esa botella de vino que tenía guardada para este momento, tiene otra, pero esa ya será para el momento en que desentierre algo que merezca la pena.
Y así en la noche del desierto se escucha la música de los Blondi, las siluetas bailarinas que el fuego genera recorren los muros de la ciudad y dos copas de vino permanecen en la mesa, nunca le gusto beber sola. María intenta llamar a Daniel pero en este lugar no hay cobertura para su teléfono, no obstante deja un mensaje de voz.   
—Cariño, lo he encontrado. No puedo decirte en estos momentos donde estoy pero que sepas que te debo mucho, mucho, mucho. Sabes una cosa, que ¡TE QUIEROOOOO!
Y cantando y bailando se va bebiendo la botella de vino. El calor, el alcohol, y el cansancio, han hecho que cayera redonda en la esterilla de la tienda de campaña y que no pudiera oír ni los aullidos de los animales salvajes, ni las pisadas de los visitantes.    
—Pssss, no metas ruido que te va a oír.
—Es imposible con todo este ruido que mete ése altavoz.
—Despacio.
—¿Nos tapamos la cara?
—Para que, ¿tienes frío?
—No, para que no nos reconozca.
—Tu fea cara la va a reconocer incluso con el pasamontañas puesto. Deja de ser tan peliculero.
La chica esta como inconsciente tumbada en el saco de dormir.

Le duele a horrores la cabeza, ayer se paso con la botella de vino, para otra vez con una sola copa ya sirve el homenaje, pero… que ocurre,"¿porque tiene las manos atadas,?" no lo entiende, y sus pies tampoco los puede mover. 
—¡Socorro, socorro!
—Creo que nuestra bella durmiente ya se ha despertado.
—Voy a verla,
—De momento espera que tengo que llamar al jefe a ver que tenemos que hacer.
   Señor ya estamos en la ciudad, y ya tenemos retenida a la chica.
—¿Que tenéis que?
—Que ayer cuando vimos que había llegado a la ciudad la hemos seguido, la muy tonta se ha puesto a celebrar una fiesta; ha pillado tal borrachera que ha quedado inconsciente y solo hemos tenido que ponerle unas cuerdas atándole las manos y pies.
—Pero estáis tontos.
—¿Que hemos hecho mal?
—¿Quien os dijo que la secuestrarais?
—Usted nos dijo que lo teníamos que hacer.
—Sí, os lo dije, pero que yo decía cuando tenía que ser, ¿porque no me habéis llamado?
—Porque era muy de noche, vimos la oportunidad y no queríamos molestarle.
—¡Socorre, socorro!
— ¿Que son esos gritos?
—La chica que se acaba de despertar.
—Supongo que no habrá encontrado nada. La idea era dejarla trabajar y que cuando consiguiera encontrar algo la deteníamos y nos llevábamos el botín.
—¿Quiere que la dejemos suelta?
—Para que, ¿para que se escape?
—Entonces que hacemos.
—Dejadme pensar. Habéis estropeado el plan que tenía. No hagáis nada más sin avisarme.
—Sí, jefe.
   Entonces no hacemos nada, no le damos de comer, ni de beber.
—Eso sí, necesito que se recupere a ver qué datos podemos sacar.
—Vale jefe.
La conversación se ha terminado y quedan los tres hombres allí mirándose.
—¿Que te dijo?, ¿que tenemos que hacer?
—Va a pensarlo, luego nos llama.
—Pero no podemos dejarla viva, bueno no nos ha visto.
—Hace tiempo que no estoy con una mujer, igual aprovecho para darle un poco de gusto a ése bonito cuerpo.
—Ni se te ocurra hacerle nada, como el jefe se entere nos mata.
—Pero él porque se va a enterar, estamos a muchos kilómetros de casa y nunca va a poner sus pies aquí.
—Te he dicho que no.
Uno de los secuestradores se pone un pasamontañas y va a ver a la chica.
—Hola.
—¿Quién eres?, ¿por qué estoy atada?
—¿Qué haces aquí?
—Pues que voy a hacer, estoy trabajando, soy arqueóloga y esto es mi trabajo. No soy ninguna ladrona, ni nada peligroso. Desátame.
—No puedo, tengo órdenes de dejarte así.
—¿Órdenes? ¿Quién te dijo que tienes que retenerme atada?
—Mi jefe.
—Quiero hablar con tu jefe, aquí debe haber un error.
—Espera voy a decirla a Felipe que le llame.
—Sí, si que le llame. Esto es un error yo no vengo a robar nada, ni destruir nada.
El chico se va con sus compañeros.
—La chica quiere hablar con el jefe.
—¿Como que quiere hablar con el jefe?
—Sí, estuve hablando con ella.
—No tienes que hablar con ella, solo tienes que ver si necesita beber, no que te hagas amigo de ella.
—¿Entonces no va a hablar con el jefe?
—Vete a buscar la linterna y entra en el palacio a ver si hay algo de valor que llevarle al jefe.
La chica vuelve a gritar. 
—¡Socorro!, que alguien me suelte. Solo soy una arqueóloga.
—Vete tú y que deje de gritar, si tengo que ir yo será peor.
Otro de los hombres con un pasamontañas va a verla.
—¿Ya has hablado con tu jefe?
—Vengo a decirte que te calles, o tendré que amordazarte.
—¿Eres tu Felipe?
—No
—Ponme con Felipe necesito hablar con él, o con tú jefe.
   ¿Por qué me estáis reteniendo?
—Porque has venido a esta tierra con lo peligrosa que es. Una chica tan guapa, tan joven, tan caliente.
Se acerca a ella y empieza a tocarle el pelo.
—¡Déjame en paz! No me toques. ¡Socorro!
El tercer hombre entra en la tienda de campaña.
—Déjala en paz. Y tú, cállate la boca.
—Eres tu Felipe, quiero hablar con tu jefe, quiero que me dejéis libre, yo no he hecho nada.
—No me importa lo que hayas, o no hayas hecho, solo cumplimos las órdenes que tenemos.
—¿Pero órdenes de quien? debéis haber tenido una equivocación, yo no he hecho nada.
—Salgamos de aquí, si vuelves a gritar te pongo una mordaza y te juro que con esté calor lo vas a pasar peor.
Los dos hombres salen de la tienda de campaña.
—Ya te he dicho que no puedes tocarla, si vuelves a intentarlo, te juro que no voy a tener piedad contigo.
—Déjame en paz, tú no eres mi jefe.
El teléfono vuelve a sonar.
—Diga jefe.
—Quiero que entréis en la ciudad y reviséis todo, cualquier cosa que parezca interesante me envías una foto antes de estropearlo.
—De acuerdo jefe, ya he mandado a uno de los hombres a buscar, ahora hablo con el otro para que le acompañe y hagan lo que usted pide.
—No le hagáis ningún daño, puede ser que nos sea útil, ella es arqueóloga y tiene más experiencia que vosotros en éstos trabajos.
Los dos hombres entran en lo que antes fue un palacio, por el mismo agujero que hace unas horas había pasado la chica.
—Esto está todo destruido, aquí no vamos a encontrar nada.
—Trajiste las linternas.
—No, pensaba que no las íbamos a necesitar.
—Espera que voy a por ellas.
El hombre se va hasta su furgoneta a por el equipo cuando hay un potente ruido que viene del palacio. Al poco tiempo se ve a un hombre saliendo rápidamente.
—Me caguen la mar, casi me cae el edificio encima.
—¿Que has hecho?
—Nada.
—¿Y se cae todo de repente?
—No has visto como esta todo, solo he empujado una pared y se ha venido todo abajo.
—No entiendes que hay que ir con mucho cuidado y no tocar nada.
—Sí, si, ya lo sé.
   Volver a entrar y tener cuidado, hay que ver si hay algo dentro de ése edificio para decírselo al jefe.
—Pues conmigo no cuentes, yo no voy a arriesgar mi vida ahí dentro.
—Vale, entrare yo, tú quedaras vigilando a la chica mientras nosotros entramos. No quiero ningún problema. Vamos a ver si podemos encontrar pronto lo que quiere el jefe y nos podemos ir para casa.
—Sí, ya me quedo yo vigilando a la chica.
—No te sobrepases si no quieres tener problemas conmigo.
—Que sí pesado.
Los hombres entran en el edificio otra vez, tienen que limpiar algunos cascotes de piedra que tapan la entrada.
Mientras el otro hombre se va a ver a la chica.
—¿Qué ha pasado?
—Hubo un derrumbe y casi me pilla.
—¿Puedes darme algo de agua?
—Sí.
Se va donde el todoterreno y coge una botella de agua. Vuelve a la tienda de campaña y le dice a la chica:
—¿Quieres agua?.
—Sí, tengo sed.
—¿Y con que lo vas a pagar?
—Pagar, No tengo nada con que pagarlo.
—Si quieres te doy yo una pista. 
   Tienes una boca muy atractiva.
La chica iba a hablar y se calla.
—¿No tienes sed?
—No.
—Bueno pues yo voy a beber un poco de agua.
Deja caer el agua desde lo alto, algo entra en su boca y otro cae en el suelo.
—¿Por qué no me puedes dar agua?
—Sí, yo te doy todo el agua que quieras, y tú me darás lo que yo quiera.
—Eres un puto pervertido.
Se acerca a ella y empieza a tocarle el pelo y la cara.
—Es un trato justo, y puedes conseguir muchas más cosas de mi si eres buena conmigo.
—¿Me dejarías libre?
—Eso no puedo…. aún.
La mujer se gira y no le dirige la mirada al secuestrador. Éste al verlo decide salir de la tienda de campaña.
El calor es infernal, aunque la tienda de campaña está en la sombra la temperatura supera los cuarenta grados. La chica empieza a gritar.
—¡Socorro, socorro!
El hombre vuelve a verla.
—Si sigues gritando te pondré una mordaza.
   ¿Quieres agua?
—Sí, quiero agua.
—Pues ya sabes lo que tienes que hacer antes —se va desabrochando la bragueta del pantalón.
—No, eso no lo quiero. Solo quiero beber agua.
—Pues el agua tiene un precio. Y mucho cuidado con pensar alguna maldad porque antes de que puedas apretar yo apretaré el gatillo de está pistola.
—¡Por favor, necesito beber agua!
—Me voy a ir, cuando estés de acuerdo con el trato me avisas.
El hombre se ha ido, a ella le cuesta respirar, tiene la boca seca y un fuerte dolor de cabeza.
—¡Quiero agua, quiero agua, me muero de sed!
—Pues ya sabes nuestro trato.
—Yo solo quiero beber, yo no he hecho ningún trato.
   Suéltame.
—Pues entonces no hay agua.

 



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En el texto hay: tiempo, aventrua

Editado: 27.02.2021

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