Venciendo al tiempo

Parte 2. La búsqueda, sin nada.

—Buenos días dormilón, venga en pie que se nos va la mañana y quiero volver rápido a las ruinas.
—¿Te acompaño? 
—No hace falta, espero volver en poco tiempo.
El taxi se para enfrente del ayuntamiento, la chica se baja y va a la recepción. 
—Buenos días.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? 
—Querría hablar con el concejal de cultura. 
—Creo que se ha ido, le ha surgido un imprevisto y se ha ido de viaje.
—Bueno, pues con otra persona responsable del tema de cultura. 
—¿Para qué sería?
—Es para dar aviso de un descubrimiento arqueológico en el desierto, aquí traigo las coordenadas de la localización. 
—Precisamente el concejal y el presidente se han ido a ver un yacimiento arqueológico encontrado ayer.
—¡Qué casualidad! 
—Pues sí, desde que yo trabajo aquí es la primera vez que se da el aviso de un descubrimiento arqueológico. 
—¿Con quién puedo hablar si  los responsables no están?
—Mire, lo que voy a hacer es llamar al concejal y que hable con usted si le es posible en estos momentos. 
—Se lo agradezco.
La chica descuelga el teléfono y marca el número del concejal.
—Hola, Berto  tengo aquí una chica que quiere registrar un descubrimiento arqueológico, ¿puedes hablar con ella?
—Sí, pásamela.
—Tome, está ahora al teléfono. 
—Perdone que le moleste, he venido porque he encontrado unas ruinas y quiero que se haga el registro para poder investigar. 
—Precisamente vamos ahora a registrar otro hallazgo, ¿puede decirme en qué lugar se encuentran esas ruinas? 
—Están en el desierto de Frentas.
—Que casualidad nosotros estamos yendo hacia allí ahora, si me indica las coordenadas podemos ir ahora y hacer también el registro.
—Me parece perfecto.
La chica le da las coordenadas.
—¿Esta usted segura que son estas las coordenadas? 
—Sí, sí.
—Pues es el mismo lugar a donde nos dirigimos, algún compañero suyo ya nos dio el aviso por teléfono ayer.
—¿Compañero? Yo he ido sola a ese lugar. 
—Pues las coordenadas que nos han dado son esas mismas. Nosotros no podemos entrar en polémicas, hay una persona que ha dado el aviso y está ahora allí mismo esperándonos. No sé cómo ha conseguido usted estos datos pero como comprenderá nosotros daremos la titularidad del hallazgo a quien ha llegado antes a registrarlo.
—Pero yo he descubierto ese lugar.
—Yo no puedo decir quien lo descubrió antes, yo solo sé quien dio el aviso antes, que es con quien vamos a reunirnos.
—¿Puede decirme quien ha dado el aviso? 
—De momento no nos está permitido dar esa información por orden del arqueólogo. 
La conversación se corta y ella se queda con el teléfono en la mano sin saber qué hacer. 
—¿Me devuelve el teléfono? 
—Sí, sí, perdone. 
—¿Malas noticias?
—Alguien ha llamado para dar la posición de las ruinas. Pero allí no había nadie.
Su teléfono móvil empieza a sonar. 
—Buenos días.
—Buenos días María, soy Víctor, el rector de la universidad. 
—Dígame señor, ¿ha ocurrido algo?
—Estoy a la puerta del departamento de arqueología y aquí no hay nadie.
—Sí, perdone. Frank y yo estamos fuera de la universidad siguiendo unas pistas de unos posibles hallazgos arqueológicos de gran importancia. 
—De eso quería hablarle.
—Pues usted dirá.
—Me han informado que usted está trabajando por su cuenta aprovechándose de la información que su superior había compartido con usted, y que posiblemente esté en colaboración con alguna empresa privada, por lo que el beneficio de este descubrimiento no lo llevará la universidad, que es quien le paga, sino otra empresa.
—No es cierto señor.
—¿Es cierto que usted está investigando y el señor Frank no ha sido informado? 
—Bueno… sí, éso es cierto.
Pero yo estoy trabajando para la universidad, todo lo que pueda descubrir será para la universidad.
—¿Es cierto que está usando información que le ha pasado el Sr. Frank?
—Bueno —no es totalmente cierto, es a raíz de esa información de donde yo he investigado un hallazgo en otro lugar.
 —Pero tiene relación. 
—Sí  —lo dice con voz de apenada.
—No le voy a andar con rodeos. Entienda que dejar una investigación de la universidad y empezar otra por su cuenta, sin aviso a su superior, o algún miembro del consejo, conlleva la expulsión y pérdida del puesto de trabajo.
—No pueden hacerme esto.
—No es que no podamos, es que nuestra decisión ha sido de acuerdo a su falta, que en este caso es causa de despido. 
La conversación se acaba y ella se ha quedado otra vez de piedra. 
—¿Le pasa algo señorita? —le dice la chica de recepción del ayuntamiento al ver su cara.
—Me he quedado sin yacimiento, y sin trabajo. 
—¡Vaya, lo siento! 
La chica se da la vuelta y se dirige a su hotel,  decide no tomar un taxi para ir pensando en lo que le ha pasado en esta media hora. Tiene que  ir hasta las ruinas para ver quién es la persona que ha registrado el yacimiento. 
Está a punto de llegar al hotel cuando vuelve a sonar su teléfono. 
—Dígame.
—¿Es usted María Suárez?
—Sí, dígame. 
—Le llamamos de la comisaría, debe usted personarse en ella antes de las cuatro.
—No puedo darle más datos, cuando llegue pregunte por el comisario. 
Se detiene antes de decidir qué hacer. Saca su teléfono y llama a Daniel, pero su teléfono comunica, así que decide acercarse al hotel. 
Daniel no está en la habitación, ni tampoco le ha dejado ninguna nota. Decide ir a la ducha para relajarse, todo esto se le está yendo de las manos.
Como puede ser que le pase todo a ella ahora que parecía que iba a ser su gran momento. La ducha le ha refrescado pero no la ha relajado, ni aclarado su cabeza.Vuelve a marcar el teléfono de su chico pero sigue comunicando.
Termina de vestirse y se va a la comisaría. Una vez allí pregunta por el comisario. 
—Hola, María. 
—Hola, comisario, usted me dirá. 
—¿No está el Sr. Daniel? 
—Le estoy llamando pero su teléfono comunica. 
—Bueno, no importa usted puede informarle. 
Les he mandado llamar para informarles que hemos encontrado el cadáver tal y como ustedes dijeron, los de balística y los forenses están sacando su informe. 
Por otro lado hemos dejado en libertad a los dos hombres que vinieron con ustedes.
—Pero, ¿por qué?, ellos me iban a matar.
—Su abogado ha conseguido que estén en libertad, y les han acusado de detención ilegal. 
— ¿Cómo? Si Dani no llega a tiempo esos asesinos me hubieran violado y matado. 
—Yo solo me dedico a cumplir órdenes.
—Pero ya se declararon culpables cuando ustedes los interrogaron. 
—Su abogado ha alegado que se encontraban en shock por haberlos llevado atados y amenazados de muerte.
—Pero, pero... éso es mentira. 
La chica se pone a llorar y gritar.
—¡Es mentira, es mentira! 
—Cálmese, por favor.
   Si le digo la verdad es que creó su versión, pero es un juez el que dicta la sentencia y no nosotros.
—¡Es mentira!
—Cálmese por favor. Tome un poco de agua. 
—Y ahora, si los asesinos están fuera, quizás quieran matarme. Quizás le han hecho algo a Dani y por eso no coge el teléfono.
—Tranquila, destinaremos un dispositivo de vigilancia para que no les pase nada.
—¿Qué le ha pasado a Dani, porque no coge el teléfono? 
—Otra cosa, de momento no pueden irse de la ciudad.
El teléfono suena y María ve que es Daniel el que la llama.
—Dani… ¿qué te ha pasado, porque no contestabas a mis llamadas?
—Cariño, lo estoy haciendo ahora.
—Te he estado llamando todo este tiempo, y tu teléfono comunicaba.
—Sí, he estado hablando con la empresa y… me han despedido.
—Dani, estoy en la policía.
—¿Por qué estás en la policía?
—Han soltado a los secuestradores.
—¿Es Daniel el que está al teléfono? —le pregunta el comisario.
—Sí, es él.
—¿Puedo ponerme al teléfono con él?
—Sí, sí.
—Hola, Sr. Daniel, le hemos enviado un aviso para que se presentase hoy antes de las cuatro en la comisaria.
—Pues la verdad es que no he visto nada aún.
—Como ha venido la Sta. María ya le he contado todo lo que hay, si necesita que sea informado puede pasar a verme cuando quiera.
—Hablaré luego con ella, si tengo alguna duda me pondré en contacto con usted.
—Lo único, como le acabo de decir a la Sta. María, ustedes no pueden salir de la ciudad hasta que quede aclarada la muerte del hombre, y la detención por su parte de los dos hombres.
—¡Pero ellos iban a matar a María!
—Lo siento, yo no tengo decisión en esas cosas, es un juez el que lo ha pedido y nosotros hacemos cumplir su orden.
—Pero yo necesito ir hasta la empresa en la que trabajo para solucionar unos problemas que estamos teniendo.
—Pues hasta que el juez no revoque la orden ustedes no pueden irse de aquí.
—Es injusto que haciendo las cosas bien seamos los perjudicados.
—No me corresponde a mí tomar esas decisiones.
   Le pongo otra vez con la Sta. María.
—Cariño me voy ahora al hotel, ¿vas a tardar?
—No, yo ya estoy de vuelta al hotel.
Los dos se encuentran en estos momentos en el hotel, y María le empieza a contar su mañana de locos
—Pues como te decía, fui al ayuntamiento y resulta que ayer habían dado el aviso del descubrimiento de las ruinas.
—¿Quién ha sido?
—No lo sé, no me han dado información.
   Y me han despedido.
—¿Cómo?
—Sí, por investigar por mi cuenta y no avisar ni a Frank, ni al consejo de la universidad.
—No puede ser.
—Pues ha sido.
   ¿Y a ti qué te ha pasado?, porque tampoco traes buena cara.
—También me han despedido.
—¿Cómo?
—Les he comentado que has descubierto la ciudad y me han echado la culpa de ello, y cuando les dije que tendrían que devolver lo que se llevaron... bueno, eso fue lo peor que pude hacer. Me han despedido  y me han amenazado que si digo algo me arruinaran de por vida.
—¿Y qué vas a hacer?
—Pues que voy a hacer, recoger mi finiquito e irme, con un poco de suerte solo será un despido y podré pedir trabajo en otras empresas.
—¿Prefieres ocultarte, antes de luchar?
—Esa no es mi lucha. ¿Quién va a preocuparse de mí cuando esté pidiendo por las calles?
—No es así Dani, hay que luchar porque está gente no se salga con la suya.
—Míranos, los dos sin trabajo, ¿quieres que tampoco tengamos futuro?
—Eres un cobarde.
 



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En el texto hay: tiempo, aventrua

Editado: 27.02.2021

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