Vendetta

Verdades al descubierto

Había pasado lo que quedaba del día viendo algunos registros más, sólo que ya en su habitación, ni siquiera había bajado a comer, me había puesto a ver los nombres de las familias involucradas en la muerte de don Jorge, me seguía estremeciendo al pensar en esa posibilidad, pero me tranquilizaba repitiendo que no era más que un sádico asesino.

Había anotado algunos nombres, muchos de ellos no me sonaban, quizás habían cambiado a lo largo de los años, pocas familias habían mantenido su apellido como nosotros, sin contar con que no se hubiesen ido con el pasar de los años, lo que dejaba a muy poca gente de la lista, debía admitir que me sentía como una tonta comparando el nombre de las personas que recién habían fallecido con las personas de esta lista, se consolaba pensando que era para demostrar que la causa era otra y no un vampiro rencoroso.

Una vez que termino de hacer todo, me pongo de pie y voy a darme un baño, estaba llena de tierra, bajaría a cenar porque ya tenía hambre y después me dormiría, el resto lo haría mañana.

Al salir del baño noto que mi cena esta en la mesita de centro, me encojo de hombros mientras seco mi cabello, me siento y comienzo a comer todo con gusto, suspiro una vez que termino, me seco el cabello con ayuda de la secadora y me acuesto a dormir, estaba muy cansada.

Abro los ojos sintiendo algo extraño, miro a todos lados y entonces luces se encienden, miro con sorpresa que es un salón de baile, de esos antiguos que podías ver en las películas clásicas. Camino un poco y entonces lo noto, estaba usando un vestido de la época virreinal. Una puerta se abre y entra un hombre que reconozco por las fotografías, es Valentín Urriaga Arango.

- Inés, ahí estás, creí que te habían secuestrado –me hace rodear su brazo–, aunque eso ya sería mucha suerte –ríe, camino sin saber que más hacer. Lo único que podía pensar es que me estaba imaginando lo que vivió mi antepasada antes de su muerte, debe ser eso.

- Claro –digo lo primero que se me viene a la mente–, quisieras –sonrío con falsedad mientras me encojo de hombros, esperaba que la verdadera Inés respondiera de esa manera.

- Te busca don Jorge, algo de el mejor libro escrito hasta ahora –asiento sin saber que decir, trago saliva, ¿debía hablar con él? No sé que demonios decirle, los libros de ahora no son los de mi época, me río de manera interna, hablaba como si hubiese sido transportada a otra época por quien sabe quién, en lugar de tomarlo como lo que es, un sueño.

- Bien –digo sin apartar la vista del frente, puedo sentir su mirada.

- ¿Te pasa algo Inés?, ¿te ha vuelto a molestar Conrado? Ya verá ese rufián –río bajito negando, era muy gracioso escucharlo decir aquello, lo abrazo, era lindo tener un hermano.

- Nada, no te preocupes, estoy nerviosa, eso es todo –eso era verdad, no quería hacer nada fuera de lugar.

- No es para tanto, están los de siempre, doña Alfonsina no permitirá que nada salga mal, como siempre –asiento, creo recordar su nombre, aparecía en la lista de los involucrados, bueno, la mencionaban a ella y a su hijo, aunque dudaba mucho que la mujer hubiese sido.

- Tienes razón –abre la puerta y entramos, el salón es más grande, si es que eso es posible; hay mucha personas alrededor y me sorprendo con la variedad de vestidos, todo parece tan irreal y al mismo tiempo, sé que lo es.

- Inés, querida, Valentín –susurra una mujer, que por la cara de mi hermano, no es de su agrado.

- Señorita Agustina –sonríe de manera falsa–, buena noche.

- Buenas noches Agustina –le sonrío–, perdona, nos llaman –digo suave antes de tirar de mi hermano y caminar hacia un grupo desconocido de personas.

- Gracias –suspira aliviado, no debía saber mucho para entender el mensaje no verbal.

- Tú me ayudas, yo te ayudo –asiente sonriendo, me sentía muy tranquila a su lado, seguro que a pesar de sus bromas se querían y cuidaban mucho.

- Dice el viejo Macario que lo vio –escucho decir a un hombre exaltado.

- Ese pobre viejo, seguro que vio mal, con las huarapetas que siempre trae encima, quizás lo confundió con un perro –dice otro hombre, escucho atenta.

- ¿De qué hablan? –le susurro bajo a mi hermano, tenía la sospecha pero era mejor estar segura.

- De los cadáveres que aparecen sin gota de sangre, hace dos días encontraron el de un ser humano –siento un escalofrío.

- Oh –es todo lo que atino a decir, Valentín no dice nada más, supongo que piensa que estoy muy impresionada para hablar.

- Señor Urriaga, señorita Inés –me tenso al escuchar una conocida voz, trago saliva, ¿cómo era posible que incluso la voz fuera tan similar?

- Señor Andetxaga, un gusto verlo esta noche –veo como extiende su mano y la estrecha.

- Buenas noches –digo lo más firme que puedo, hago una reverencia, ni siquiera sé si debía hacerlo, pero tenía entendido que era un noble.

- Buena noche –toma mi mano y deposita un casto beso, sonrío lo mejor que puedo, me sentía muy inquieta.




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