Vendetta pactada

CAPITULO 3

Quien había venido a salvarme era Alexander, lucía un poco más varonil, e incluso viejo, pero no dejaba de verlo, pensando que era parte de mi imaginación. Este me toma del brazo obligando a que me ponga de pie, él sabía que pelear era inútil, había muchos caballeros esperando que mi sangre fuera derramada. Mis manos y piernas temblaban como gelatina, no podía controlarme, aunque estaba toda manchada de sangre, no había sido más que un shot de adrenalina.

La enfermera nos pide que nos vayamos, pues ella podía detenerlos a fin de cuentas, ella era un empleado de la corona, su vida dependía de servirles a los regentes del momento. Alexander le da unas indicaciones, que me niego a poder escuchar, pues los gritos y los pasos cada vez están más cerca. Estaba asustada, no podía procesar del todo las cosas que estaban pasando, todo era tan rápido.

—¿Sofía? — Me habla, pero las palabras no fluyen.

—Está aturdida, sáquela de aquí majestad — Este me toma en brazos sin ningún problema, mientras huimos, me pone las manos alrededor de su cuello, para que me agarre fuerte, pero mis manos no se sostenían por su cuenta.

Estaba cansado porque me pone en el piso.

—Sofía, si quieres sobrevivir tienes que ayudarme, vine a salvarte, pero ahora necesito que me termines de ayudar — Alexander me toma de la cara mirando hacia el risco, ya lo había hecho varias veces, saltar sin mirar, pero esta vez él necesitaba que sin dudar lo hiciera, me lanzo primero que él, cayendo más profundo de lo normal, la sal entra en mis heridas, causándome un espantoso dolor. Este me jala a la superficie, no era momento de bajar la guardia, seguimos corriendo unos cuantos kilómetros más, hasta que mis piernas ya no pueden más y caigo a un costado escupiendo lo que es agua mezclada con sangre.

Él me toma en brazos, pero su mano se llena de sangre, mis heridas que estaban más cuidadas comenzaban a sangrar, me carga negándose a dejarme atrás, lo golpeo pidiendo que me suelte, pero él me toma más fuerte.

—Falta poco resiste ¿Sí? — Me dice lo agarro de la camisa del pecho, mirándolo, este besa mi frente —. Todo el mundo se volvió loco al perderte, pero yo sabía que estabas viva, sentía que lo estabas, tienes que ver la cara de Raquel cuando te vea.

Solo me digno a mirarlo, mientras el dolor sigue en mí.

—Tu hermano está en el sur junto con Ethan, así que no te preocupes por ello.

—Sebastián murió… — Le digo y él se detiene un poco, conmocionado —. Vizconde le atravesó el cráneo.

Estaba comenzando a recuperar un poco de mí misma, sentía el dolor con cada paso que él daba, se negaba a bajarme, me tomaba más fuerte.

—Él se separó justo después de que te fuiste, nos fuimos por caminos distintos. Espero que dios lo tenga en su gloria.

Me pierdo en la conversación quedándome dormida, cuando dormía no evitaba sentirme más mal, sentía trapos fríos en mi cabeza, mientras una voz me hablaba pidiéndome disculpas, pero no sabía quién era en verdad, siempre había una luz en mis sueños, a la que me sentía muy atraída de dirigirme, pero siempre el recuerdo de alguien más me mantenía con ellos.

Despierto en una amplía habitación, las sábanas eran frescas y aterciopeladas, se sentía bien estar en casa, me incorporo mirando a mi Hiro completamente dormido en un sillón que, no combinada para nada con la estética del lugar, se miraba que lo habían traído del salón, trato de ponerme de pie, pero mis pies no me responden caigo causando un gran ruido.

—¿Sofía? — Se despierta Hiro buscándome.

—Estoy abajo… — Digo, él se da la vuelta completa para verme, sus zapatos completamente llenos de tierra, para después verlo a la cara, este me levanta con tanta facilidad, y me da un abrazo —. También me da gusto verte ¿Y Alexander?

—Está abajo con Ethan — Me dice tomando un paño mojando mis labios —. Estás en el sur Sofía, han pasado 3 meses desde que te encontró Alexander.

Eso me toma por sorpresa, tres meses había pasado en ese estado, este comienza a limpiarme los brazos.

—Han pasado tantas cosas… — Él estaba tratando de informarme, pero un Ethan, cansado, entra a la habitación impidiéndole que me cuente más.

—Hola linda, ¿Cómo te encuentras? — Su mano estaba áspera, unas gotas de lágrimas caen de mi cara.

—Sebastián…

—Lo sé. Tranquila — Me abraza mientras en sus brazos lloro por completo, descargando cada emoción, en un año había perdido todo, había perdido a mi familia, al amor de mi vida y al hombre con el que quería pasar mis días, a mi padre, lo había perdido todo. Ethan me aleja para limpiarme las lágrimas, mientras un llanto de bebé me alarma. Unos pasos se escuchan correr hacia mí, ahora veía a mi hermano aventarse a la cama donde estaba yo, había crecido demasiado, se parecía bastante a mi madre, pero conservaba los ojos de mi padre.

Acaricio su cabeza, mientras llora en mis piernas, la culpa me invadía, había pasado tan poco tiempo con este niño y ahora yo era su tutora, aborrecí que fuera varón, y ahora él lloraba dándome cariño.

—Yo te protegeré — Me dice en llanto.

—Tú preocúpate por estudiar, déjale lo demás a tu hermana — Le digo haciendo que este se esconda detrás de Ethan, esta toma mi mano para ver la ausencia de mi dedo.




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