Vendetta pactada

CAPITULO 14

El arzobispo había venido a pesar de que había dicho que le era imposible, pues uno nunca debería de separarse tanto tiempo de su lugar, este vestía de negro con una gran bata, caminaba de un lado al otro, pero al vernos cara a cara, este se detiene como si viera algo impresionante.

—Perdone, la tardanza su excelencia, me encontraba en otro pueblo — Me excuso, pero este me mira sorprendido.

—No se preocupe mi señora, si tengo que esperar para verla aquí me podrá encontrar los próximos 100 años — Me rio mientras se acerca a saludarme, me besa la mano —. Me presento soy el elegido de dios, el arzobispo André Jacques de Monre, hijo del difunto Conde de Monre.

—Puede estar tranquilo y olvidar las formalidades — Le digo y al mismo tiempo lo invito a sentar, él mira con desconfianza a Sebastián antes de sentarse.

—Me gustaría tener una audiencia a solas con usted, ante todo — Me pide él.

—Si es porque desconfía de Sebastián puede estar tranquilo, él es una persona de fiar en estos momentos por no decir que es mi mejor aliado en estas situaciones —. Trato de calmarlo, pero él niega con la cabeza.

—Me temo que no es eso mi señora, es algo que no puedo comentar tan a la ligera, me sentiría más cómodo si el príncipe no está presente — Reitero, volteo a ver a Sebastián quien asiente con la cabeza.

—Por la seguridad de mi prometida estaré detrás de la puerta, permiso — Aun esa expresión era rara para mí, él sale de habitación, y es cuando este se relaja.

—¿Qué es lo que lo trae hasta estas tierras? — Pregunta intrigada.

—Era algo que usted debe de saber — De su ropa saca una carta arrugada por el paso de tiempo, este la pone en la mesa para que yo la tome por mi cuenta, al instante reconocí la letra, esta hace que mi corazón de un salto sobre sí mismo, del dolor, era una letra de mi padre —. Su padre fue el noble que me ayudo a separarme de la nobleza para volverme un vasallo de dios, por lo que cuando la guerra estallo este pidió mi ayuda para interceder con los caballeros de la santa iglesia, pero me encontraba en un retiro espiritual a unos cuantos meses de aquí por lo que era imposible para mí poder hacer algo al respecto hace como medio año regrese al norte y mire el caos que se estaba ocasionando tarde me entere de que el maestro había fallecido en manos del que usted llama ahora prometido.

Este se pone de pie para acercarse a mí, mis manos temblaban de la impotencia y las lágrimas reprimidas, sobre mí, él se arrodilla ante mí.

—Le pido disculpas por tardar tanto en auxiliarla — Le pido que se levante mientras volteo la cara para evitar que me vea llorar.

—Así que a usted debo del título de “La santa” — Este sonríe apenado.

—Se que es una ironía llamarla a usted la santa, pues a usted tan solo se le acuñan cerca de 1000 muertes de inocentes, pero era la manera en la que la iglesia buscábamos protegerla, nosotros podemos ayudarla lo más que podamos, pero debemos mostrarnos imparciales, no queremos que sus hombros estén pesados — Se pone de pie mientras mira el ajedrez para acercarse a este tomando la reina —. Si usted cae, la iglesia cae con usted.

—Lo bueno que no quiere que mis hombros estén pesados — Bromeo, pero él solo me mira bastante serio —. Haré lo que esté en mis manos y pueda hacer, pero antes quiero tener un poco de información sobre alguien.

—Dígame de quién — Se sienta delante de mí.

—Quiero saber todo lo que la iglesia tiene del Conde Sutton, la más mínima cosa quiero saberlo. En unas semanas iré al norte con el permiso del señor de la iglesia, y es cuando pediré toda la información que le pedí en este momento.

—Si ese es su deseo, será una orden el cumplirlo, su alteza, la santa — Él se pone de pie para despedirse, pero le pido que se siente de nuevo. Mientras me mira con extrañeza.

—Quiero hablarle sobre el asunto con el príncipe Sebastián, bueno, el emperador Sebastián — Este pasa saliva para pedir que le sirva más té —. El hecho de lo que paso con mi padre, fue un accidente.

El solo admitirlo hacía que a mí me doliera, este se miraba molesto.

—Si su propia hija pudo perdonarlo, no veo la razón por la que para usted es imposible — Este hace una mueca de desprecio al solo mencionarlo —. Nuestra alteza real, el emperador Sebastián, será mi esposo en un futuro.

—¡¿Disculpa?! — Se exalta, no esperaba la reacción de su parte.

—Delante de usted no solo tiene a la santa de la iglesia, sino también a la futura emperatriz Sofía Anahí — Este se queda inmóvil, sin creer realmente —. Si quiere el favor de la corona, también busque tener una alianza con el emperador.

—Se lo agradezco — Hace una reverencia, dejándome la carta de mi padre, al salir es cuando sostengo para leer, pero sin hacerlo realmente, era como si solamente admirará la letra que él solía tener.

Sebastián entra, y me obligo a guardar la carta entre las telas de mi falda, él solo me mira.

—¿Están de nuestro lado? — Pregunta haciendo presencia el Marqués Edisto.

—Sí, si nosotros caemos, la iglesia también.

—Lo que nos faltaba — Aunque el arzobispo dijo que no quería que nuestros hombros estuvieran pesados, lo hizo con el fin de presionarnos, miro al marqués esperando que hable, este saca unas hojas.




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