Vendetta pactada

CAPITULO 15

Hiro había salvado al arzobispo, y lo trajo de nuevo a casa, pero no evito que alguien lo atacara en camino, aun en esa situación él juraba que estaba bien, era demasiada sangre, que nada lograba que cerrara, ni que se detuviera, me acerco para tratar de hacer algo, pero él detiene mi mano a mitad, ni siquiera me dejaba tocarlo para buscar una manera de ayudarlo, no era que pudiera, pero quería hacer algo para borrar la culpa que me comía.

—No… Sabes… que va a pasar… — Me dice sujetándome fuertemente —. No desamparen a Evangeline, ella…

Comienza a ahogarse con la sangre, las lágrimas comienzan a fluir al mismo tiempo que lo dejamos hablar, habíamos cometido el error de callarlos, pero era su manera de contarnos lo que era su última voluntad, pues él no iba a sobrevivir.

—Ella tiene a mi hijo…

—Hermano… Si la pudiste embarazar…. — Le dice Alexander también en lágrimas. Hiro había tenido problemas para hacerlo, ninguno sabía en realidad por qué solamente que cada vez que estaba enfrente de cuerpo desnudo de su esposa le causaba un conflicto y no podía continuar.

—Son los mejores… — Toma mi mano con mucha fuerza, en todo este tiempo se había dirigido solo a mí y a Alexander, sus palabras no eran para Sebastián, él se miraba confundido a la orilla del salón, mira hacia arriba y su cara se ilumina —. Hey… Desgraciado…

Abro la boca sin soltar el grito de que él estaba mirando a Jack, después de tanto tiempo estábamos reunidos los 4, y al final él había venido por Hiro, su mejor amigo había venido por él.

—Puedes irte — Le permite Sebastián, este lo mira…

—No la lastimes….

Iba a agregar algo más, pero el tiempo no le alcanzo, había visto morir a tantas personas, entre ellos amigos y seres queridos, pero ninguno me dolía tanto como me estaba doliendo este.

—Por favor no me dejes… — Le pido, poniendo mi cabeza en su estómago, llenando mi frente de sangre, lloro ahogándome con mis lágrimas, mientras veo a Sebastián quien me sostiene.

—Mi señora tenemos a los rebeldes — Me levanto, mientras veo a Alexander, ambos nos asentimos con la cabeza, sabiendo lo que pensaba el uno del otro.

—Sofía a dónde vas — Me pregunta Sebastián.

—Lleva a los niños adentro, no tardo — Salgo aún manchada de sangre con cólera, quito de una armadura que había en una esquina la espada saliendo a paso decidido, mi cabello estaba mojado y el aire frío mientras veo como algunos caballeros estaban heridos, otros tan solo llenos de polvo.

—Mi señora, ellos son — El caballero de antes, me indica a la fila de hombres que estaban de rodillas, estos no se miraban para nada arrepentido, trato de grabarme su rostro cada uno, el más golpeado, me desafiaba con la mirada —. Este fue el quien asesino al Vizconde Sato.

Él me miraba con orgullo, tenía su nariz llena de sangre. Hago una seña para que lo traigan hacia mí, el caballero sin mucho cuidado lo lanza hacia enfrente de mí, este me mira a los ojos sonriéndome como si me saludara.

—¿Qué haremos con ellos su alteza? — Miro a los demás hombres detrás de ellos, todos nerviosos, la mitad de ellos no pasaban de los 30 años, los que eran más jóvenes miraban al piso, en cambio, de los que eran más viejos.

—Ejecuten a todos — Digo con claridad, Sebastián me alcanza mientras escucha eso, se voltean esperando la aprobación de él.

—Ya escucharon a la señora — Los jóvenes comenzaban a llorar, por fin miraban su muerte cerca —. ¿Qué harás con él?

—Si me matan, no sabrán quién me mando. No me importa los demás, solo quiero vivir.

Volteo a Alexander, quien envaina su espada, este se la arroja al maldito que mato a Hiro mientras me mira a mí.

—Gracias su alteza real — Este se estira un poco a tomar la espada, y es cuando el coraje me gana, y le corto la mano. Nadie procesa realmente lo que sucede, ni siquiera Alexander ni Sebastián, esta toma su brazo, mientras de una patada lo tiro espalda abajo, este se llenaba de sangre, pongo mi pie en su pecho.

—Si tomas una vida, eres merecedor a que te quiten la tuya — Le digo mientras este comienza a reírse, era bastante irónico que lo dijera yo —. A menos de que seas el más fuerte.

Tomo la espada, para clavarla en su pecho, este no iba a morir al instante, buscaba una manera de que él sufriera justamente como los seres más cercanos, volteo a Sebastián quien está paralizado, mis manos estaban manchadas completamente de sangre.

Alexander me mira con orgullo, mientras los habitantes del marquesado me ven expectantes, incrédulos de mis acciones. Me gustaba tener la atención de todos, aunque algunas fueran miradas de horror.

—Quien tome una vida de un aliado, pagará con su vida — Anuncio lo más alto que mi voz adolorida me permita, no quería que se me mirará como una persona benevolente, pues era todo lo contrario, quería que vieran a la Sofía que los enemigos habían creado, el hombre trata de levantarse para moverse, pero la espada seguía en él, se había encajado al piso —. Quien lo ayude sufrirá mi ira.

Nadie iba a ayudarlo, cuando entro a casa, veo como había damas limpiando la sangre de Hiro, mi hermano me estaba mirando desde las escaleras, en sus ojos había lágrimas, estaba aterrado de mí, le abro los brazos, pero él niega con la cabeza, me acerco a él.




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