Vendetta pactada

CAPITULO 21

No hable nada con el hombre, para el llevarme a donde le pedí era algo de lo más fastidioso. Me daba comida de esta que le daba de comer a su perro, estaba ofendido de que le había ganado, me deja por la parte de detrás de la iglesia, había llegado aquí después de mucho tiempo, me sentía emocionada, me volteo con el hombre quien pone algunas de mis cosas en el piso.

—Tenga — Le entrego las monedas, pero este lo rechaza.

—Ganaste en la partida, ese es tu pago — Acomoda las cosas que tenía donde iba, pues yo ocupaba demasiado espacio, este iba a galopar, pero se detiene —. ¿Cómo es que sabía las cartas que tenía? No mostró sorpresa.

—Fue un golpe de suerte — Este me entrega el mismo saco que me dio Lady Daisy.

—No creo que las coincidencias existan, su majestad — Galopa nuevamente, mientras me despido con la mano, para entrar a la iglesia, estaba completamente negra a excepción de unas velas, al entrar allí me sentía reconfortada, camino por todo el pasillo hasta donde estaba el patio, el padre de la iglesia estaba allí con sus monaguillos. Parecía saber quién era yo, porque rápidamente el hombre se reverencia ante mí, y su acompañante lo hacen más abajo.

—Su majestad, la santa.

—Padre, siento la tardanza de mi llegada, como sabrá me es difícil por la guerra en la que nos encontramos — Me acerco a él besando su mano, él les pide a sus chicos que se retiren, entre la mayoría hombres. Quienes toman a mi hermano y a Javid en abrazos, para llevárselos.

—Hija mía, la casa de dios, siempre está abierta para sus hijos y vasallos — Este me guía hacia un cuarto, había varias cosas ya puestas allí, me comienzo a descambiar con mucho cuidado, cuando la puerta se abre dejando ver a Sebastián. Me cubro con la camisa, al mismo tiempo que el se voltea. Me acomodo la blusa.

—¿Qué haces aquí? — Le pregunto, al mismo tiempo que el se da la vuelta, estaba todo golpeado. Estaba visiblemente preocupada, y el solo muestra esa estúpida cara de arrepentimiento, de dolor —. Te pregunto de nuevo que haces aquí.

—Llegué ayer por la tarde, diría más bien por la madrugada, pensé que ya habías llegado — Me acerco a él para ver su cara, tenía puños marcados, lo miro fijamente en silencio, este esquiva mi mirada —. Amanecí aquí… Estaba ebrio, estaba ahogado. ¿Dónde está mi hijo? Bueno “nuestro” hijo.

—¿Nuestro? Ahora cuando esto no está a tu conveniencia es nuestro, pero cuando se trata de usarlo en mi contra no lo es — Le reclamo, pero el solo se digna a agachar la cara, me acerco aún más para que me mire a la cara sea valiente y me diga todas las cosas que no me había podido decir.

—En serio, Sofía, no quiero pelear contigo… — Me toma de la mano, pero ese era el problema.

—Sebastián, pelea conmigo, háblame. No solamente me utilices y luego me deseches, no repitas los mismos pasos que tu padre.

—¿Qué demonios quieres de mí? Si me voy te enojas, si me quedo te molesto. No entiendo que buscas en mí, si nada de lo que hago te es suficiente.

—No busco que seas suficiente para mí, sino para tu imperio, eres nuestro emperador, toma esa responsabilidad.

—No se si pueda ser emperador — Siempre volvíamos a este juego de querer o no querer, estaba cansada de quedar a la deriva en este juego.

—Ya no se trata de querer o no querer, se trata de nuestro deber. Eres el príncipe heredero Sebastián Alessandro del norte, es tu deber seguir con el legado de tu padre el emperador Clyde y como tu esposa la princesa heredera Sofía Anahí del norte, es mi deber hacer lo correcto para hacer que tú asciendas a la gloria, que lleves a la gloria nuestro legado.

Le tomo la mano, el solo buscaba sobrevivir.

—Hay que olvidar lo que paso en el bosque — Le sugiero mientras ambos damos atrás con nuestro orgullo —. Está claro que tú y yo jamás podremos estar juntos por amor, pero formemos una alianza.

—Es nuestro deber formar una alianza — Ambos entendíamos por fin el papel que fuimos destinados por dios a llevar. Los hombros de ambos estaban pesados como de costumbre. Entro a tomar un baño rápido, mientras que escucho del otro lado, como Sebastián recibía a su hijo con tanto orgullo, consideraba que no era malo, pero quien podía ser completamente bueno. Había un vestido color blanco cerca de allí, este me cubría completamente hasta los tobillos, había una tela que entendí que era para ponerme en la cabeza cubriéndome toda.

Asher seguía dormido, me acerco a él y olía demasiado bien, lo acaricio.

—Siempre me pregunté ¿Por qué no le pusiste el nombre de mi padre a Javid? Recuerdo que una vez lo mencionaste una vez — Le pregunto poniendo a mi hermano en mis piernas, estar en la cama se sentía demasiado cómodo, se sentía bien descansar sin temer a nada.

—Porque sentía que era una ofensa para tu padre, y ahora que se que debemos de traer un bebé nuestro a la corona, creo que el nombre deberá irse para él si es varón — Solo sonrió con las comisuras —. Debemos de consagrar nuestro matrimonio, para que sea con la validez de los ojos de dios.

—Como tú digas, yo te seguiré fielmente — Al decir eso, el padre de la iglesia toca la puerta dando una reverencia a ambos.

—Mi señor, me gustaría hablar con su esposa a solas — Sebastián hace la seña de salirse, pero niego con la cabeza, iría con él, dejo a Asher dormido para ir a la iglesia como tal, entramos un cuarto, donde el arzobispo estaba allí, este se acerca a besarme las manos en modo de agradecimiento, pero su cara lucia demasiado sombría.




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