Ya era entrada la noche, no había ninguna alma, solo éramos el sacerdote y yo, los otros 2 se habían ido a quién sabe dónde, lo más probable era que se habían quedado a tomar té. Me pongo de rodillas, dentro del confesionario.
—Padre, he pecado — Digo escuchando resonar toda mi voz por el confesionario, al levantar la cara podía ver con claridad la cruz que estaba en mis ojos.
Todas las palabras que tenía por decir se quedan barradas, no había nada que decir, tenía muchas por las cuales arrepentirme, pero solo eran palabras vacías.
—Hija mía, dios, siempre está dispuesto a perdonar a aquellos que se arrepienten sinceramente. Continúa y libera tu alma de esta carga — Eso me había dejado desarmado por completo, me quedo en silencio un momento.
—Mis manos han matado, no solo a una persona. He perdido la cuenta de a cuantos he matado, he mentido, traicionado a quienes confían en mí, decepcionado a todos quién han puesto su fe en mí, mi mente se ha llenado de soberbia y egoísmo. Al igual que la envidia que pesa en mi corazón — No sabía que más decir, había hecho demasiadas cosas en estos años, que unas lágrimas caen de mi cara —. He sucumbido a la tentación y perdido mi camino.
No creía realmente merecerme las cosas que me estaban pasando.
—Hija mía, entiendo el peso de tus pecados. Intentar sobrevivir se sobrepone a la voluntad de hacer lo correcto, se que nuestro señor todopoderoso está dispuesto a perdonarte. Te insisto a que reflexiones sobre tus acciones pasadas y te comprometas a llevar tu vida por el camino de dios, por la voluntad de dios. El arrepentimiento verdadero es el primer paso hacia la redención — Me dice el sacerdote.
—Prometo llevar en alto el nombre de nuestro señor, buscar su perdón para vivir una vida en armonía con los mandamientos divinos.
—En nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, te absuelvo de tus pecados. Ve en paz, hija mía, y que encuentres la paz y el consuelo en la gracia de Dios — Me persigno, saliendo del confesionario, por alguna extraña razón me sentía tan ligera, que ya no volví con el padre y el sacerdote, fui directo a mi cuarto, Asher y Javid se encontraban dormidos en la misma cama. Sebastián estaba dándome la espalda mirando la ventana.
—¿Cómo te fue? — Me pregunta, me acerco a él por la espalda para abrazarlo, entierro mi cara en su espalda, sollozo y el solo se queda inmóvil allí sin poderme decir nada. Sin siquiera darme un consuelo —. Vamos a la cama.
Me acuesto de frente a la cama de los niños, y siento su espalda tocando la mía.
—Al amanecer hay que consagrar el matrimonio — Le digo acomodándome, este sostiene mi mano, aceptando.
En mi sueño, estaba el mismo campo de siempre, donde esperaba a Caleb, sentada bajo un árbol, mirábamos al horizonte.
“Lo siento” Le pido perdón.
“Las cosas debieron haber sido así desde el principio” Siento un beso cálido en la cabeza que hace que me despierte, tenía la mano de Sebastián alrededor de mi cadera, los niños estaban dormidos, pienso en Caleb y mi corazón deja de doler, ya no había dolor, ahora si se había ido.
Quito la mano de Sebastián con mucho cuidado, para ir a comer algo abajo, me entretengo, pero no lo suficiente como para poder despertar a mi hermano. Sebastián y yo estábamos de un humor neutral, no estábamos emocionados por casarnos, porque solo era una formalidad, esto significaba que cuando subiéramos al trono solo haríamos la coronación y no la boda.
—Mi señora, ¿Puedo serles de ayuda? — Me pregunta uno de los vasallos.
—Bañe a los niños — Le ordeno, mientras los toma con la cabeza agachada.
—Iré a buscar al padre — Me dice Sebastián, me da un beso en el cachete mientras lo acompaño, iba a ir a la capilla, sin darme cuenta tropiezo con un hombre, este hace una reverencia.
Era un noble de un aspecto bastante mayor, sus facciones eran conocidas.
—Una disculpa hermana. Estoy un poco perdido, vine con Estoy un poco perdido, vine a hablar con el padre, pero este se encuentra ocupado, ¿Me podría guiar al patio?
Hago señas para que uno de los aprendices se haga cargo de la situación, hoy era domingo y muchos nobles viajaban del norte a las iglesias más cercanas para poder hacer algo de altruismo. Al salir al patio veo a mi hermano con una espada de madera, trataba de sostenerla con una mano sin ayuda de nadie, realmente, varios nobles se reían.
—Hermano — Lo llamo y este me sonríe como si en mucho tiempo no me hubiere visto —. ¿Qué es lo que estás haciendo?
—Entrenando como lo haces tú — Lo tomo en brazos porque las campanas de la misa están por sonar, y debíamos de ir, el cada vez crecía más rápido. Antes de entrar cubro mi cara con un encaje para evitar que se viera. Sebastián estaba al fondo de la iglesia con Javid en brazos, al caminar hacia él, una voz me detiene.
—¿Asher? — Volteo para ver a mi madre, lucia un vestido rojo demasiado llamativo para venir a la iglesia, con detalles en blanco y negro desactualizado. Ella estaba sorprendida, mi hermano aprieta con fuerza mi mano para esconderse detrás de mí con notable miedo —. Cariño es mamá.
Como se atrevía, estaba tan molesta, pero mi hermano es quien termina de darle en donde más le dolía mi madre.
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Editado: 13.08.2023