Vendetta pactada

CAPITULO 24

Pasamos mayor parte de la tarde entrenando, los días estaban siendo tranquilos, mientras que Sebastián y Alexander se estaban ocupando de las cosas políticas, mis únicas tareas eran asearme, cuidar de los niños y estar a tiempo para las misas, las tardes eran libres, así que trataron de pasar tiempo con Asher.

El cada vez agarraba más condición, no entendía muy bien como un niño de casi 6 años quería aprender a luchar, pero eso nos unía y nos hacía sentirnos cercanos. El hombre que se perdió hace unos días en la iglesia hace presencia, ahora recordaba porque me era tan familiar, era el Conde Sutton en persona, su aspecto se dejaba muy marcado, caminaba con elegancia y porte digno de la realeza.

—Asher, ve atrás — Le murmuró, este hace caso y se pone detrás de mí, pero a diferencia de lo que creía que él hace una reverencia ante mí.

—La santa, dios, la tenga en su gloria — Me saluda pidiendo mi mano, la cual mantengo reservada —. Creo que usted se ha olvidado de mí, pues nunca nos apareció antes, pero déjeme decirle…

—Se quién usted Conde, usted estuvo presente cuando me nombraron la prometida del príncipe Ethan por la difunta emperatriz ¿Me equivoco? — Este se endereza para tomar su mano, al ver que no le había dado la mía —. ¿Qué es lo que desea usted de mí?

—Se que sonara insolente de mi parte, pero busco su bendición — Mi risa se escuchó más fuerte de lo que parece, porque varios monaguillos se detuvieron, lo miro enojada al ver que lo que me decía era verdad —. Me gustaría hablarlo en privado.

Me dice mientras se quita el guante para tocar mi piel, pero retrocedo.

—Una mujer casada no puede tener una audiencia con un hombre sin la presencia de su esposo, ni mucho menos yo que soy la cabeza de la iglesia — Le respondo, mientras este retrocede disculpándose.

—Solamente por favor concédame una audiencia — Me pide, había algo raro en el que no me terminaba de convencer de que me terminaba atrayendo a él.

—Creo que mi esposa fue demasiado clara al no aceptar una audiencia con los traidores — Dice Sebastián acercándose tomándome de la cadera —. Como un viejo amigo de la familia imperial se te debería de caer la cara de vergüenza, el aparecer frente a nosotros con un título que no te pertenece, emperador regente.

—Lo siento tanto, señora, Lo siento — Este hace una reverencia mientras se va.

Sebastián se vuelve a ir, dejando a un caballero de la iglesia a que nos cuide.

—Asher hay que seguir entrenando — Descargue todas las emociones que pude en entrenar, y seguir entrenando. Anocheció y en lo que mi hermano cenaba, yo guardaba las cosas en la bodega.

Estaba desordenada, comienzo a acomodar las cosas mientras que escuchó que la puerta se cierra, volteo pensando que pudo haber sido el aire, pero estaba mi madre luciendo tan roja, como si se hubiera pasado días llorando, ella me amenazó con un arco.

—¿Dónde está mi hijo? — Me preguntaba limpiándose la nariz con el dorso de su mano, camino hacia atrás para tratar de agarrar algo, pero mi madre se recuperó nuevamente como agarrar la flecha, una flecha me daría más rápido —. ¿Dónde está mi hijo?

—Mi hermano está cenando — Le digo mientras me acerco un paso hacia ella, este estaba decida a darme sin piedad.

—Retrocede, no quiero darte — Me dice mi madre, pero sus acciones eran contrarias, doy un paso más y ella cambia de su arco a una daga.

—Dices eso, pero no siempre has querido que desapareciera porque soy el recuerdo de que tuviste que hacer a tu novio tu amante — Ella empieza a llorar aún más fuerte, estaba demasiado.

—No lo entenderías.

—Tienes razón, no lo entiendo, pero no te puedes llevar a mi hermano. Soy su estabilidad, él me necesita y sobre todo él piensa que estás muerta.

—¡ES UN NIÑO! ¿CÓMO ES QUE LE PUEDES DECIR ESO? — Se altera demasiado.

—Tú hiciste lo necesario para sobrevivir, trajiste un varón a tu esposo, un descendiente digno de ser un Clue o en su defecto un Douglas. Y yo tan solo hago lo necesario para que, a pesar de no ser su hermana del todo, sobreviva.

—¡¿TÚ QUÉ SABES?! — Sus manos temblaban mientras revelaba cada uno de sus secretos.

—Se que tuviste un amorío con tu amor de juventud, que te casaste con mi padre porque era eso o bien terminar fuera de tu familia, tu amante no quería compromisos, por lo que se alejaron — Lo último era más bien una suposición a una útil, pero al ver su silencio para mí era más que suficiente —. Mi padre nunca supo que el hijo que cuido con tanta devoción era el hijo de otro hombre ¿No es así?

—Lo hice por amor — Era una mujer débil, con aspecto fuerte.

—¿Amor a tu amante o al ser la esposa de algún noble reconocido? — Ella se tira al piso, mientras no deja de llorar, pero sus lágrimas no me derriten en ningún momento, para mí el rencor que aumentaba en mí era más grande —. Vete, antes de que cambies de opinión.

—Soy tu madre.

—¿Lo eres? ¿O es por ser la emperatriz? Sabes bien cómo acabará esto, perderán y cuando suba al trono con mi esposo rodarán las cabezas de aquellos rebeldes, dices que eres mi madre, porque me amas o por asegurar tu seguridad.




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