Nos esperamos al anochecer para entrar al banco, ambos teníamos experiencia para escondernos. Sentía mi corazón pesado de alguna manera, me agarro el pecho captando la mirada de Sebastián, disimulo un poco acomodándome la capucha, este se acerca a mí, atrayéndome a la oscuridad mientras un vigilante que no había visto sale desde las sombras.
“Debemos tener cuidado” Me dice Sebastián al oído.
“Sí. No lo había visto” Este deja su mano en mi cintura “Hay que noquear a los que nos impiden los pasos. No matarlos”
Él me sonríe, quería mostrar una faceta de alguien diplomático, pero él era como yo, un sanguinario, alguien fan de la sangre. Me tapo la cara, para ir detrás del banco, por suerte no había nadie. Sebastián toca por toda la pared buscando algo.
“Antes había una entrada por aquí” Me dice. Me río escalando la pared. Florence había hecho varios cambios, pero tenía una forma secreta en la cual se aseguraba que siempre tenía un lugar al cual llegar, me subo por completo dándole la mano a Sebastián, quien me ayuda a ayudarlo a subir, no me dejaba todo el peso a mí misma.
En el techo busco una tabla suelta para poder entrar. Sebastián entra primero para después atraparme, estábamos en el cuarto de los utensilios de limpieza. Abre la puerta con cuidado para tomarme de la mano mientras caminamos entre los pasillos, mirando los cuadros, buscaba un cuadro que representara algo. Pasamos a la oficina para mirar el cuadro de mi padre con las cartas, lo descuelgo despegando la pasta dura para sacar unas cartas.
No había suficiente luz para sacarlas y revisar su contenido. Lo guardo en la maleta, para comenzar a comprobar los cajones, pasos se escuchan, haciendo que pongamos todo en su lugar, entramos al armario más cercano, para escondernos de los hombres que entraban a la habitación.
—Podría jurar que mire alguien aquí — Dice este escuchando como se movía por toda la habitación, Sebastián me tenía sujeta para evitar de que se escuchara el ruido del interior, la puerta entreabierta dejaba ver a los hombres.
—¿Qué es lo que en realidad quieres? — Le pregunta el hombre de cabello cenizo oscuro, que parecía aún más joven que el hombre canoso que acompañaba a este.
—Ya te dije, recuperar a mi hijo que la santa me ha arrebatado y orillado a que mate a su madre — confiesa, esté mostrando una falsa faceta de tristeza, para después reírse y el segundo seguirlo, pero con una risa más por compromiso —. Mi tía, la emperatriz sangrienta, como se llamaba, tenía una visión inigualable. Ella dejó su legado, pero nadie fue lo suficiente bueno para seguir el legado de nuestros ancestros, ni siquiera yo. Nosotros debíamos de ser emperadores, nacimos para serlo.
Se jactaba con absoluta soberbia.
“Si lo fuera hubiera nacido siendo el hijo de emperador” Murmuró el segundo, su intención era que lo escucharan, pero por alguna extraña razón bajo la voz lo suficiente. El voltea hacia nosotros, dejando en claro que sabía que estábamos allí. Este lo toma del cuello, alterado.
—DESDE UN PRINCIPIO TE DIJE QUE SI NO TE GUSTABA PODRÍAS DECIRME Y TE LANZARÍA A LOS PERROS YO MISMO.
—Y aun así te atreves a reclamarme. Yo no tuve esa opción. Tú me obligaste aun sabiendo que tu hermana se suicidó, no porque yo hice algo, porque ella ni siquiera servía para darme un varón.
Este lo golpea con sus puños cerrados, dejándolo en el suelo. Lleno de sangre lo toma de la camisa.
—Barón Beniel. Si usted aprecia su vida, le pido que sea cuidadoso.
Lo lanza limpiándose la sangre.
—¿Crees que Richard, ya le haya dicho a Sofía que soy su padre? — Le pregunta sin ni siquiera extenderle un trapo a su amigo que yacía doloroso en el piso.
—No creo, recuerda que Amelia decía que ella era imprudente, ya hubiera venido a pedirte que rindieran cuentas — Este se levanta.
—Mi hija. Hablar con Amelia, y checar las cuentas, me hizo despreciarla por despreciar a mi sangre. Lo bueno de todo esto es que esa perra ya dejara de ladrar.
Trataba de ocultar que la sangre me hervía de coraje, pero estaba demasiado molesta. Me sentía ofendida.
—Ella era buena al principio, pero se volvió tedioso cuando la descubrí intentando avisarle a nuestra hija sobre el hecho de que nos íbamos a infiltrar en la iglesia. Quemó la carta, pero después de torturar a su criada, está Aisha lo confesó todo.
Me tapo la boca, mientras Sebastián ya no resiste más y me da una espada pequeña. La tomo con mucha fuerza, causando un poco de ruido. Hombre curiosos en muchas ocasiones van hacia la muerte, el Conde Douglas abre la puerta, y golpeo de una patada su estómago, no había necesidad, pero se sentía bien.
Este ni siquiera grita cuando aplasto su cuello con mi pie.
—Conde, un placer me presento Soy Sofía DE CLUE — Le reitero pisando su garganta. Escapando un sonido ahogado —. Sebastián. Somete al Barón, llévalo a la mansión.
El me mira por un segundo mientras le asiento con la cabeza, pero había descuidado demasiado al conde, quien me hace un rasguño en la pierna, recuperando el aliento. El barón muerde a Sebastián quien grita por los guardias. Levantó al Conde con la espada en su cuello, para tomarlo de Rehén.
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Editado: 13.08.2023