Vendetta pactada

CAPITULO 34

El ambiente entre los 3 era demasiado tenso, Sebastián había decido no acompañarnos. Nadie sabía lo que él estaba tratando de hacer al estarse rodeando todo el tiempo con los plebeyos. Los pensamientos de no ser la adecuada para el poder que se me dio golpeaban mi mente, quien era yo si no podía hacer algo tan sencillo como pensar en crear alianza, siento un dolor en mi vientre.

—Estamos cerca de la panadería de mis padres, es mejor ir a pie — Dice Raquel bajándose del caballo, me pongo la capucha mientras, los plebeyos saludan a Raquel con demasiado entusiasmo. Como si una parte de ellos regresara a donde debería.

Esta titubea al tocar la puerta, estaba asustada su mano temblaba. Así que Alexander es quien la toca haciendo que un hombre de estatura media, demasiado corpulento abra la puerta.

—¡Raquel! — Este hombre abraza a su hija sintiendo la puñalada en el corazón, envidiaba eso —. ¿Te separaste de ese imbécil?

—Para su desgracia seguimos juntos señor — Contesta él recibiendo un fuerte apretón de manos. El levanta su cara y es cuando asiento con la cabeza —. ¿Podemos pasar?

—Adelante — Dice este titubeando —. Doris prepara la tetera, tenemos invitados.

Una mujer igual de regordeta pasa a la habitación, abraza a Raquel con tanto amor, mientras pasos se escuchan por las escaleras, siendo sus hermanas quienes la reciben, lo que me llamaba la atención no era como unos plebeyos se permitían tener una casa tan esplendida, ni el olor a pan que esta desprendía era el hecho de que parecían tan felices con lo poco que tenían.

—Ahora sí, no sabemos de nuestra hija en años, y ahora viene en mitad de una guerra ¿Cuál es su motivo, se claro Michael? — Este me mira a mí, mientras bajo la capucha, sacando el cabello de entre las telas —. ¿Quién es esta? No me digas que hiciste a mi hija una de tus concubinas.

—No, usted está más alejado de la realidad señor.

—Oh dios mío… — Su madre hace una reverencia torpe, clara de que nunca ha tomado lecciones.

—Suegro, ella es la esposa del legítimo heredero, del príncipe Sebastián — El hombre es tomado por sus hijas quien apenas pueden con él. Yo solo sonrío pues el nudo en mi garganta me imposibilita hablar.

—Quisiera hablar con usted en privado — Digo trabándome con mi propia saliva.

—Su alteza, digo excelencia pase al estudio — Me dice el hombre cediendo el paso para luego pasar el primero pues no conocía donde estaba, la casa era demasiado compacta. Alexander va detrás de mí.

—Sofía — Me dice él un poco nervioso.

—Tu quédate afuera pendiente a si te hablo — Le ordenó, este no le quedaba otra más que obedecerme, mientras su suegro cierra la puerta.

—¿Usted tiende a que sus siervos la llamen por su nombre? — Me pregunta prendiendo las luces.

—El barón Alexander, bueno Michael de Priego, no es mi siervo es mi amigo, y mi socio, este me ha salvado la vida en múltiples ocasiones, sería una desagradecida si dejo que este me hable como una superiora cuando confió su vida en mis manos — Le respondo y este esboza una sonrisa como si fuera incrédula al pensar que éramos iguales —. No lo hago perder su tiempo, con hipocresías de modales cuando mi imperio está a nada de perderse en la miseria de la codicia.

Este casi escupe el licor que tenía en su boca al escuchar mis palabras.

—Tienes una boca demasiado ágil — Me dice limpiándose con el pañuelo que le cedo.

—Me lo tienden a decir en forma de cumplido las mayorías de veces he de admitir por supuesto — Este se ríe conmigo, causando simpatía.

—¿Que ocupa de mí?

—Se sabe que usted tiene una de las panaderías más exitosas de todo el imperio, pero la única razón por la que no se hace reconocido, es porque usted le da el mismo trato a todos incluyendo a los nobles perdiendo el favor de estos.

—¿Me investigo?

—Por supuesto. Como emperatriz será mi deber saber qué hace cada uno de mis súbditos. Estamos en un punto crítico, de una buena fuente me enteré de que el Conde Sutton subirá al trono si dejamos que el suba, será un punto de no retorno. Pues ahora sí, si el pueblo se levanta contra la monarquía y pierde sus cabezas rodaran — Sentenció mientras él escuchaba atentamente —. Busco que, por medio de usted recolectar a todos los plebeyos posibles, para poder así ganar.

—Pero usted tiene el apoyo de la iglesia no ser por que ocupa a los “plebeyos”

—No es suficiente, solo piénsenlo. ¿Por qué se esperaron hasta ahora para subir al Conde Sutton? Pudieron hacerlo desde antes, pero no lo hicieron.

—No arriesgaría a la carta más fuerte si no supieran que ganara ¿A eso se refiere?

—Correcto. Si por medio de su comida pasamos información para crear una resistencia hay una opción de ganar.

—Es mínima — Me dice mostrándose estresado.

—Pero es lo mejor que tenemos, porque si no hay un pueblo, no hay un monarca.

—Es demasiado riesgoso, tengo 4 hijas más solteras, no puedo arriesgarme a que ellas se queden sin un padre. ¿Tan siquiera tienes alguna esperanza de que ganará?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.