Vendetta pactada

CAPITULO 37

Despierto pues siento mi costado acompañado, Sebastián se había quedado a dormido a mi lado, muevo su brazo, mientras me ato el cabello, iba a ser un día demasiado largo, bajo para encontrarme con Alexander despeinado por completo parecía que se acababa de despertar, bajamos para ver al Marques limpiándose la sangre.

—Mi señora, creo que no es buena idea que lo mire — Me dice, pero ignoro esto, él estaba destrozado, se miraba que se habían ensañado con él, pero en ningún momento sentía el remordimiento.

—¿Qué fue lo que dijo? — Pregunto tomando un paño para limpiar la sangre.

—Qué él hace lo mejor para la monarquía, que por eso él toma las decisiones en el parlamento — Me contesta el Barón, me alejo para que este le heche el balde de agua helada para despertarlo.

—Por favor… Piedad… — Este comienza a llorar —. Hija… ordénales que paren… Voy a cooperar.

—Dices que tu manejas todo ¿Verdad? — Le pregunto y este asiente —. Si es así, bajo que causal ordenas la tortura del Conde Sutton.

Este se pone blanco, al ver que su castigo de mentiras cae.

—No sé si piensas que por que soy mujer se me impide pensar, pero te daré otra oportunidad, ¿De dónde recibes la orden de la tortura de Richard? — Pregunto y este comienza a tratar de moverse —. Arrójenlo con los cerdos, no le den comida ni agua.

Este grita, pero rápidamente se mira callado por la soja un su boca.

—Sofía — Me habla Alexander —. Te recuerdo que hoy te veras con el Conde.

—Si, lo tengo en mente. Necesito que me hagas un favor — Este se acerca a mí oído para que le pueda susurrar que me busque ropa de plebeyo. Escucho la voz de Lady Daisy llamarme.

—¿Mamá? — Se había hecho costumbre el llamarla regularmente así delante de sus clientes. Ella tenía una canasta de pan, me acerco para tomarla.

—¿Pediste pan? — No había pedido nada, Raquel se acerca para tomar una baguette y partirla por la mitad sacando un papel.

“He hecho mi parte su majestad. Larga vida a los emperadores, la esperanza naciente de la nación”

Él había cumplido con su parte, al mismo tiempo varias flores comienzan a llegar, eran claveles de los nobles, que en el lenguaje de la planta significaba revolución, las flores llegaban de varias casas bajo diversos nombres que eran seudónimos de los que usaban regularmente.

—¿Qué significa esto? — Pregunta Sebastián mirando todo a nuestro alrededor, todo estaba destinado para la señora de la casa, se sentía bien ser la señora de algo de algo que fuese importante como esto, enserio se sentía bien, como si por fin pudiera pertenecer a algo.

—Creo que podemos ganar, enserio creo que podemos — Le digo sonriéndole, tenía mucho sin sonreír de esta manera, pues ahora me sentía completa —. ¿Alexander?

—¿Qué ocurre? — Me pregunta este apenas llegando —. Alguien tiene demasiado pretendientes.

—Es momento de estrenar tu traje de caballero, alístate. Y dile a una de las damas que prepare mi traje — Le pido, mientras tendríamos muchas cosas que hacer —. Tengo un plan.

—A la orden — Este se apresura al mismo tiempo que se comienza a hacer un revuelo, me pongo una gran bata clara con varias prendas arriba y una tela que cubra mi cabeza.

Al llegar veo como todo estaba hecho un desastre, los cardenales corrían de un lado a otro de forma atroz como si nada le importan. Alexander iba lucido por su traje hecho a medida por el mismo, después de todo en su sangre el llevaba la costura como su medio de arte.

—¿Y el padre? — Pregunto a uno de los de allí que me mira con desprecio.

—¿Acaso no lo supo? Él se suicidó esta mañana — Eso me deja helada, sin respuesta.

—Deja yo me encargo — Habla otro hombre de una tez morena y ojos demasiado claros que generaban desconfianza, este me guía hacia donde estaban los supuestos aprendices de la iglesia aprendiendo el lenguaje de Dios —. Solamente la dama.

Alexander me mira buscando aprobación, él se queda con los aprendices, mientras me pone entre las prendas la daga.

—¿A dónde me lleva? — Le pregunto.

—Yo a ninguna parte, usted me sigue a donde cree que es correcto — Me dice adentrándonos más en la iglesia. Nunca habíamos llegado tan lejos solo a unas cuantas entradas, pero entra más oscuro menos personas.

—Me matará al igual que mato a su asociado — Le pregunto haciendo que se pare en seco.

—Yo soy la iglesia, es impensable que yo haya hecho algo de ese calibre que va sobre todo en contra de lo que dios espera de nosotros — Me dice sin admitir del todo lo que hizo.

—Pensar en que usted está libre de pecados como el representante de la iglesia es un capricho del ser humano de endiosar a quien no debería por no tener respuestas.

—Veo que era unida… No tengo que ser más hipócrita — Este saca una navaja al momento que me apoya contra la pared, saco la daga poniéndolo en su ingle.

—No me interesa, ni un poco quién eres. Si no del lado de quien estas — Le advierto, tratando de sonar lo más intimidante que pueda —. Ahorita tienes 2 opciones, o te apartas y me entregas a los caballeros de la santa o bien, gritaré y te acusaré de intentar violarme, después de todo soy la santa y mi palabra es ley.




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