Vendetta pactada

CAPITULO 38

Estaba anocheciendo, solo llegué a casa para cambiarme mientras Ethan esperaba afuera para hablar conmigo, últimamente no estaba tan unida a él como siempre. El para mí era como un tener un hermano mayor con el que una vez pensé en compartir mi vida, ambos hermanos tenían algo en común aparte de la sangre, creían que eran su responsabilidad cuidarme.

—¿Qué pasa? — Le digo poniéndome del todo el vestuario.

—Hoy a las tres de la mañana abra una reunión, asegúrate de llegar antes para platicarte cuál será el plan para acabar con el Conde — Me dice Ethan.

—Yo ya tengo un plan — Le confieso y aviso que le contaré cuando sea el momento necesario.

—No hagas esto sola — Me pide él, pero si esto fallaba la culpa era mía y no de nosotros. Asiento con la cabeza tomando mis cosas —. Vete con cuidado.

Le sonrío, sin decirle nada más. Sebastián estaba alistado su ropa para poder decirle a los plebeyos quién era él, lo que sabía era que él estaba intentando seguir ganándose a los plebeyos con el nombre de Noah, mientras tanto yo asegurándome de mantener nuestra sociedad.

—Volveré en un rato — Le aviso saliendo con Alexander hacia la fuente, el camino era largo, allí estaba el, estaba vestido como si fuera un cartero, su ropa estaba bastante limpia como para ser un plebeyo, eso era lo que hacía que llamará la atención.

Me acerco poniéndome a un lado. De él, la mirada de él estaba perdida, era un poco parecida a la de Ethan al enterarse acerca de la traición de su madre.

—Entre más pienso que conozco mi pasado, más me doy cuenta de que solo conozco lo que otros me cuentas — Me confiesa, en un tono melancólico —. Se quién soy yo siendo Conde, pero no puedo pensar en mí siendo emperador.

—No tienes que pensarlo, porque sabes que no te dejare llegar — Le digo con una sonrisa.

—¿Qué es lo que sabes de mí?

Le hago señas para ir a un lugar más calmado en que nos permitamos hablar solos los 2. Alexander se pierde entre la gente, pero conociéndolo no era que se perdiera, sino que se esconde entre las personas para poderme cuidar desde lejos.

Conocía este lugar, el teatro donde miré la obra de teatro con Sebastián, quedaba a unas cuantas personas. El me jala hasta entrar a una biblioteca, solo había un joven bibliotecario que, al vernos, este nos da la espalda.

—Ahora dímelo. ¿Qué sabes de mí? — Saco unos papeles, que él me obliga a guardar, quería escucharlo de mí.

—Eres el hijo del príncipe maldito y Lady Lancaster. Tu madre en ese momento era una doncella de la emperatriz, se cree que tu abuela lo orillo apropósito para que se involucraran, esta se enteró poco después de que tu padre murió, que estaba en cinta, por miedo a la furia del emperador. Ella fue obligada a darte en adopción a la iglesia, claro, con una fuerte suma de por medio — Hablo con mucho cuidado pensando bien en mis palabras para poder recordar todo —. Se dice que tu madre, te nombro Asaf.

Eso lo mantuvo callado un buen tiempo.

—¿Qué harás una vez que subas al trono? ¿Matarás a mi madre… a mi familia?

—Los infieles serán desterrados, y algunos recluidos en el palacio viejo. Seguirán con el título de la familia, pero no podrán ser libres — Le cuento y el piensa —. Necesito que me digas algo…

—Dime…

—¿Tu padre en verdad está muerto? — Quisiera no saber leer su cara para no saber que lo que le preguntaba no era una sorpresa para él —. ¿Qué más sabes?

—No puedo decirte nada… Si viniste conmigo para tener información, creo que te equivocaste.

—Miré como eres torturado para hacer algo que no quieres. Se que soy la menos indicada para decirlo, pero la opción de liberarnos de lo que nos atan en nuestra. Yo no huyo de Sebastián, porque tal vez muy en el fondo de mí, sigo queriendo un futuro con él y eso significa apoyarlo en las buenas, en las malas y en las peores. Pero a ti ¿Qué te ata? Un padre que da la orden para que su único hijo sea torturado, una madre que lo único que quiere contigo es no reclamar su maternidad…

Su facción cambia por un segundo antes de que rápidamente me cambie de lugar tirándome al piso, varios libros caen mientras una flecha se encaja en su hombro, el bibliotecario sale a la calle asustado para ver quién había sido el causante del ataque.

—¡RICHARD! — Le habló, este se apoya en mis piernas y los recuerdos hacen que me desconozca, no podía separar la realidad de la memoria, porque era revivir el hecho de todas las personas que perdí, todas las personas heridas que se terminaban acostando en mis piernas terminaban falleciendo —. ¡ALEXANDER!

Este no se aparece. Saco la daga de su hombro, tomando un paño de mis telas, para sostener el sangrado.

—¡MICHAEL! — Este aparece manchado de sangre —. ¿Dónde demonios estaban?

—Ellos saben que estamos aquí — Me dice Alexander ayudándome a levantarme, el Conde se aleja de nosotros —. Los miraron juntos…

—Yo tengo que ir a recibir mi castigo — Dice Richard poniéndose de pie —. ¿Lo que me dijiste es verdad?

—No veo razón de mentirle a un amigo — Este no me consideraba su amiga, pero sabía que era la persona más confiable que tenía. Alexander sale primero por la parte de atrás, mientras que Richard me jala hacia él. Se detiene a centímetros de mis labios, mientras me susurra algo que hace que abra los ojos un segundo.




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