Vendida

Capítulo 4

Mi corazón latía  frenético al escuchar el bullicio en la habitación, tratando de abrir la puerta del baño, al escuchar su solicitud tomé un pequeño mueble que estaba al lado de la puerta y lo rodé hasta bloquear la puerta. 

—¡Te dije que la vigilaras, eso incluía que no se encerrara en el maldito baño! — gritó furioso a alguien —¿¡Dónde está la llave?! — Estaba histérico, claramente  hice lo contrario que me recomendó el hombre horas antes.

Podía escuchar cómo las personas corrían por la habitación disculpándose porque no encontraban la llave, por lo que yo me estaba tranquilizando un poco porque pensaba que lo dejaría estar, que equivocada estaba.

—Traeme un hacha — guardó silencio, se escucharon murmullos temerosos — ¡Si, una maldita hacha! ¡Porque coño tengo que repetir las cosas dos veces en esta casa! — Me tensé al escuchar su pedido, por lo que empecé a buscar a mi alrededor con que defenderme, pero no había nada aquí, salvo toallas,  papel higiénico y jabones. Mis  lágrimas amenazan con salir, dado que escuché como golpearon la puerta. Rápidamente tomé una toalla y la envolví en mi mano para luego golpear el espejo, este cayó en el lavamanos vuelto añicos, tome uno de los pedazos más grandes con la toalla, para no hacerme daño, luego me metí en la tina, no me dejaría tan fácil. 

Solté un grito al ver como el filo del hacha atravesó la madera haciendo una grieta, gritaba horrorizada al ver un poco el rostro de mi verdugo, quien metió su brazo y quitó el seguro de la puerta, luego sin mucho esfuerzo movió el mueble. 

—Fuera de aquí — espetó, a los presentes en la habitación algunos me miraron con pesar antes de salir, ya no nos separaba nada. Traté de hacerme pequeña metida en la tina mientras soltaba sollozos ¿Qué podía hacer? Claramente este hombre no tenía límites, al verlo, pude ver un arma en la cinturilla de sus pantalones. ¿Quién era esta gente para estar armados como si nada?  Su rostro estaba desfigurado por su enojo, que emanaba.  —Esposa… — Sonrió, ampliamente con burla. — ¿Qué te hace pensar que una simple puerta me va a detener? Parece que tu padre no te dijo quien soy — avanzó varios pasos hacia mi — Me va a gustar enseñartelo —Lo miré temerosa.

—Dejame ir, por favor — supliqué. —Te devolveré el dinero que le diste a mi padre — río sin una pizca de gracia. No sabía cómo, de igual manera lo intentaría.

—No necesito dinero, quiero divertirme y además  quiero un hijo — Su sonrisa se ensanchó al terminar.  — Te voy a dar una última oportunidad. Sal de ahí y ven acá y olvidaré todo esto — extendió su mano hacía mí a la espera. Miró alrededor, dejando su vista unos minutos en el espejo.

—Por favor…— Jamás tendría un hijo de este psicópata, primero muerta.

—Maldita sea —Gruñó, avanzó rápidamente hasta donde estaba, se detuvo a un paso  cuando vio lo que tenía en  la mano. Apreté con fuerza el trozo del espejo tratando de infundir valentía. Ubicó su mano sobre el arma que tenía a la vista. Claramente una amenaza. —  ¿Esposa, te quieres hacer daño? — me estaba retando. Río — Eres como un conejito asustado — rió ruidosamente, este hombre tenía serios problemas mentales, ya que parecía disfrutar de mi sufrimiento y agonía. 

—No me obligues a hacer esto, por favor— susurré, con desesperación. 

—Basta de charla, me aburro — Fingió un bostezo, sacó su arma e hizo un movimiento en ella. Como si se estuviera preparando para usarla en caso de ser necesario. No vi un ápice de duda en su mirada, lo que me consternó aún más.  Con rapidez usando su mano vacía me tomó por la muñeca donde tenía sujeta el pedazo de vidrio y apretó tan fuerte que no pude hacer más que soltarlo, este cayó entre la toalla dentro de la tina.

Trataba de tragarme el dolor que estaba sintiendo en la parte afectada, porque seguía sujetando con más fuerza, arqueó una ceja al ver que no emitía palabra alguna para que dejara de hacerlo, hasta que no pude más y  gemí de dolor no aflojó su agarre y sonrió. Con un solo movimiento me lanzó a su hombro con una mano y me sacó de ahí. No sabia que hacer, porque claramente tenía el arma en la mano para algo. Tenía tanto miedo porque claramente era la primera vez que veía un arma tan de cerca.  Al ingresar a la habitación me lanzó sobre la cama  y volvió a sonreír.

—Desnudate para mi, esposa — empezó a desabotonar lentamente su camisa, escondiendo esta vez el arma en la cinturilla de su pantalón en la parte trasera.

—No lo voy a hacer, nunca. Prefiero que me mates ahora — me senté en la cama lo más lejos de él que pude. Mis lágrimas corrían tanto como era posible por mis mejillas y los sollozos eran lo único que se escuchaba en el silencio de la habitación. Cuando lo vi moverse hacia mí, me tiré de la cama, luego corrí a la puerta la cual claramente estaba cerrada, debí imaginarlo. Sentí como tiró de mi cabello con fuerza haciéndome retroceder.

—Todo esto me excita más — susurró, en mi oído, automáticamente me quedé inmovil. Soltó una carcajada y me devolvió a la cama. Empezó a desvestirme salvajemente, luchaba con mis pantalones, mientras yo trataba de dejarlos en su lugar. En ese momento sentí el primer golpe, que me dejó aturdida y una mejilla ardiendo. —Quieta — bajó mis pantalones, con la blusa no se tomó la molestia, simplemente la rompió.

—Por favor, no. Dejame — Suplicaba una y otra vez, hasta que me di cuenta que mis palabras lo alentaban más. Se deshizo de mi ropa interior y quedé expuesta ante este hombre que gozaba con mi sufrimiento. Dejé de hacer resistencia al darme cuenta de que esto sucedería y yo no podía hacer nada para evitarlo. Sentía tanta impotencia. Cuando lo vi separarse de mí e ir a dejar el arma tan lejos como era posible y quitarse sus pantalones para luego volver  y tirar de mis pierna para luego situarse sobre mí, cerré los ojos y me permití recordar a Dereck y todos los momentos maravillosos que habíamos pasado juntos;Los te amos,  sus risas, caricias y besos. 




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