La noche iba transcurriendo de lo más tranquila, Emma hizo su ronda, entregó los medicamentos, revisó a los pacientes que habían estado sintiéndose mal en el día, cuando terminó la ronda, caminó hacia la oficina de Jonathan, dio unos golpes en la puerta, escucha el "pase" su corazón latió más rápido al escuchar su voz profunda, ella entra, Jonathan estaba sentado al otro lado del escritorio, estaba revisando unos expedientes.
Ella camina hacia una de las mesitas y toma la comida que había guardado para ambos, se acerca a su escritorio.
—Antes de ir a hacer la ronda, la calenté —él asiente, aparta los documentos —Tengo entendido que el Señor Edgar hoy estuvo violento —señala al ver que Jonathan estaba leyendo su expediente.
—Así es, le cambiaron el tratamiento —lleva un bocado de comida a su boca —Debes tener cuidado cuando le llevas el tratamiento, hoy intentó ahorcar a una de las enfermeras.
Emma se lleva la mano al pecho.
—Anoche me miró de una manera que me asuste cuando lo desperté.
—Iré contigo cuando vayas a su habitación, no sabemos en cuanto tiempo su cuerpo tolerará el nuevo medicamento.
Emma da un mordisco a su emparedado, mientras medita en que su turno es peligroso, prácticamente está sola con los pacientes, agradecía que Jonathan estuviera en ese momento con ella.
—No te preocupes —ella siente que en poco tiempo, él la está conociendo —¿Vives sola?
—Si, desde que mamá murió —espero ver la lástima que había en la mirada de las personas con las que conversaba, pero en Jonathan no estaba.
—Toda pérdida es difícil, pero es el ciclo de la vida.
Ella se queda en silencio, baja la mirada, era algo que ella sabía, pero que aún no aceptaba.
—No podemos cambiar ese ciclo, solo aprovechar cada día con nuestros seres queridos.
—Lo sé —bebe un sorbo de agua —La extraño mucho.
—No has vivido tu duelo, ya han pasado cinco años, estás estancada en tu dolor, debes dejarla ir.
Las lágrimas calientes recorren sus mejillas, hablar de su madre la hacia llorar... sólo con él, desde que su madre murió se había prohibido llorar.
Él se queda en silencio mientras ella derrama las lágrimas que habían estado atoradas en su interior, cuando se sintió mejor, él le pasó una servilleta de papel, ella se limpio.
—Lo siento —menciona.
—No debes disculparte por como te sientes —ella abre los ojos, suspira al tener el rostro de Jonathan tan cerca al de ella, él lleva su pulgar a su mejilla, seca sus lágrimas, y luego como si fuera lo más natural, besa sus labios con calidez... cinco años...sin volver a besar unos labios, sin sentir el calor de un cuerpo, ella lo besa con ansias, como el sediento al encontrar una fuente de agua.
Cuando se separan ambos están agitados, en el silencio de la noche se escucha un timbre, un paciente había despertado.
— Te acompaño —indica Jonathan, ella asiente feliz.
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Tres meses han pasado desde el día que llegó Jonathan Morrison a la Clínica Psiquiátrica Horizonte de Valhalla, ella era la mujer más feliz del mundo, estaba segura que lo de ellos era único, por la falta de personal debido a las renuncias por los ataques del Señor Edgar y otros pacientes, Emma había aceptado estar en el turno de la noche, no le daba miedo, ya que estaba con Jonathan, él habia cambiado de turno, para estar con ella, ambos pasaban momentos especiales, en sus momentos libros, leyendo libros, escuchando música, riéndose de sus historias, aunque Jonathan era reservado, prácticamente él sabía la vida de Emma, pero ella no había notado que no sabia casi nada de él.
Emma era feliz con Jonathan Morrison y era lo único que a ella le importaba, su vida ya no era aburrida, el deseo que había en su corazón de morir, ya no estaba, ella quería vivir, junto a Jonathan Morrison, lo amaba, si, en poco tiempo, amaba a ese hombre maravilloso, al que sentía como su alma gemela, porque eran tan afines, tenían los mismos gustos, algo que a ella le encantaba, su nuevo amor había venido a enterrar el recuerdo del dibujo de hombre que fue su novio, enviaría una nota de agradecimiento a su ex amiga, a Sandy, si ella no hubiera interferido, ella estuviera en un matrimonio gris, marchito, así que gracias a ella, no se había casado, y había tenido la oportunidad de conocer al hombre que era su complemento.