Gregory siempre estuvo enamorado de Amanda –la vida entera le parecía poco tiempo para amarla– desde aquel primer día en el colegio de primaria, Gregory estaba seguro de que algún día ambos se entregarían a esa pasión que sentía por la chica; y que a su corta edad, era difícil de explicar.
Gregory y Amanda habían nacido en el mismo año, 1979, con solo dos días de diferencia. Los dos crecieron en un reparto bien cerca de la ciudad de Camagüey, un reparto que en la época del neocolonialismo de EE.UU en la Isla, se caracterizó por ser algo así como un asentamiento de familias adineradas (reparto Vista Hermosa).
Allí transcurrieron los años más felices de estos dos seres, siempre juntitos los dos se les veía ir y venir a todas las horas, tomados de las manos. Nadie tenía dudas que un día formarían una bonita familia. Pero a veces los sentimientos de las personas, no suelen ir en la misma dirección; otras, se confunden.
A principios de la década de los noventa, en pleno Periodo Especial en Cuba, la familia de Amanda comienza a migrar a los EE.UU. Amanda apenas había cumplido los quince años y Gregory, desde antaño, no había dejado un solo día de cortejarla y pedirle que fuera su novia. Sin embargo, para Amanda, el amor que sentía por Gregory excluía el sentimiento amoroso que se profesan las parejas (Gregory representaba para ella ese hermano que nunca tuvo y tanto añoró).
Un buen día Amanda le presenta su primer novio a Gregory, y este, estupefacto, solo alcanza a pronunciar: ¿cómo? Un poco confundido, Gregory se retira mostrando dos diamantes de salitre húmedo en los ojos. Amanda, un poco conmovida por la situación, intentó retenerlo baldíamente.
Sin embargo, Gregory en su afán de conquistar ese amor que le era inaccesible en Amanda, continuó entregándole cada mañana una rosa, un poema o una canción de su propio repertorio.
El tiempo transcurría y Gregory no recibía señal alguna por parte de Amanda. A la chica le partía el corazón ver al joven destrozado por ese amor que ella no podía y no sabía entregarle en la manera que él lo demandaba; así que decidió apartarse un poco de él, aunque sin perder la ternura y el amor filial que le nacía de dentro.
Pero esto no fue lo más duro para Gregory, el batacazo le llegó cuando se enteró que Amanda se iría a vivir a EE.UU, con sus padres y futuro esposo. Tal fue el golpe para Gregory, que enfermó y se puso más delgaducho de lo que era; y en ocasiones cuando llovía mucho y el agua corría por las calles del reparto, los “jodedores” solían decir que esa agua que corría eran los mares de lágrimas que brotaban de los ojos de Gregory, a causa de su frustrado amor por Amanda.
El día que Amanda partió, Gregory, oculto desde un rincón del aeropuerto, la vio alejarse. Ese día, el joven experimentó la flagelación del alma, el cuerpo y el espíritu.
A diez años de la partida de Amanda, Gregory continuó aferrado a ese amor de colegio que se había convertido en el infierno de su espíritu; y lo que es peor, seguía virgen y fiel a sus propósitos.
Amanda, por su parte, se había abierto camino en EE.UU. Siendo creativa y emprendedora como siempre, decidió abrirse camino en el mundo de los trabajadores freelance, muy conocido por el Tío Sam. A los cuatro años de Amanda estar en EE.UU, fundó su propio negocio con una página web donde promocionaba y vendía productos de grandes compañías y consorcios.
En verdad a Amanda le marchaban las cosas de maravilla, y aunque ella siempre fue muy diestra para todo lo relacionado con el mundo tecnológico de las computadoras y el internet, sus resultados mostraban un límite superior en ella.
En ocasiones, se ponía a recordar aquellos años de su infancia junto a Gregory, y luego rompía a llorar de nostalgia, con sentimientos confusos que la condenaban por su justo o injusto proceder con él.
Así que un día, decidió llamarlo por teléfono para saber de él y platicar un poco. Sin embargo, Magnolia, la mamá de Gregory, fingió que el joven se había matrimoniado y vivía en Matanzas, Cuba, y no tenía medio de comunicarse con él en donde estaba viviendo.
Así cada vez que recordaba a Gregory, Amanda llamaba a la madre de este para saber de él y ver si, por alguna casualidad, estaba de visita en casa de sus padres. Todas las llamadas de Amanda fueron baldías, todos sus medio para comunicarse con Gregory se agotaron y solo le regocijaba el hecho de que la madre de él le había dicho que se convirtió en un buen médico.
En el año 2012, en medio de un embarazo programado por Amanda y su esposo Alex, la joven recibe una noticia aterradora. Una noticia que le cambiaría la vida por completo y que jamás borraría la huella de un dolor tan perpetuo… Tenía que interrumpirse el embarazo.
Seis meses después de los eventos antes narrados, Amanda pierde a sus padres en Atlanta City en un accidente de tránsito. Su exesposo, Alex, fallece un mes después de una enfermedad terminal.