Doce años, doce malditos años era el tiempo que había pasado desde que aquel maldito había acabado con la vida de su padre.
Doce años eran los que tenía de estar sola, de estar abandonada en aquel hospicio.
Doce años de estar sola en el mundo, rodeada de personas pero sintiéndose sola y extrañando a su padre.
- "Ve a dormir pequeña.."
Era la frase que le decía su padre cuando la descubría observándolo.
Lloraba, lloraba porque sabía que lo que hacía no era correcto pero lo hacía por ella, únicamente por ella.
Todavía tenía el recuerdo del último beso que le había dado en forma de despedida, una despedida que aunque no lo sabían sería definitiva.
Aquel beso en su frente y el olor a whisky de su padre eran cosas que jamás olvidaría y sin importar todo lo que le habían dicho las monjas durante su estancia en el hospicio había algo que tenía claro, ese desgraciado pagaría, pagaría con creces y la sangre no sería suficiente para saciar su sed de venganza.