Pov: Cristina
Las criadas venían y se iban con nuevas prendas, joyas, peines para el cabello. Todo lo que, en teoría, una favorita del príncipe debía tener. Y aunque yo no me sentía como tal, tampoco podía negar que la comodidad me favorecía para observar mejor lo que me interesaba.
Estaba más cerca de Henry. Literal y estratégicamente.
Durante los primeros días, mantuve una actitud amable pero medida. Aceptaba los gestos de cortesía, respondía con educación, pero no me mostraba demasiado curiosa. Mi objetivo era simple: hacerme imprescindible, sin despertar sospechas.
Me movía por el ala real con pasos lentos, prestando atención a los mapas colgados, a las entradas custodiadas, a las miradas fugaces entre miembros del consejo. Cada gesto, cada murmullo, era una pieza más.
Pero con el pasar del tiempo, algo se hizo evidente: llegar a la verdad por medio de la observación y la simpatía no sería suficiente. El palacio era un campo de máscaras, y quienes tenían información no la soltaban fácilmente. Necesitaba algo más.
Una ventaja.
Y fue entonces cuando lo entendí.
Henry confiaba en mí más de lo que yo pensaba. Me miraba con atención, me escuchaba cuando hablaba. Parecía disfrutar de mi compañía.
¿Y si usaba eso a mi favor?
No podía fiarme de él. Ni de William. Pero si alguno de los dos podía darme acceso a los secretos del castillo, ese era Henry.
Sabía que era un riesgo. Sabía que si me equivocaba, si jugaba mal mis cartas, podría terminar como otra pieza olvidada del tablero. Pero también sabía que el tiempo corría… y mi venganza no iba a esperarme.
La idea de seducirlo no me entusiasmaba. No porque no me atrajera—porque en ciertos momentos, Henry lograba desarmarme más de lo que me gustaba admitir—sino porque implicaba algo más profundo: entregarle parte de mi voluntad.
¿Podía hacerlo sin perder el control?
Esa noche, frente al espejo, me observé con detenimiento. Mis labios pintados, el corset que marcaba mi cintura, el peinado alto que me daba un aire de nobleza que no sentía.
"Si este es el disfraz que tengo que usar para obtener respuestas, lo haré", pensé. "Pero no olvidaré quién soy debajo de todo esto. Ni por qué vine".
Toqué el anillo de plata escondido bajo mis mangas. Mi única pertenencia verdadera. Y mi recordatorio constante de lo que se habían llevado.
Esa noche, decidí que la seducción sería mi arma. Que si tenía que jugar el papel de la favorita enamorada para llegar a la verdad, lo haría.
Y que Henry… no sabría qué lo golpeó hasta que fuera demasiado tarde.