Venganza

Capítulo 21: Susurros de traición

Pov: Cristina

La puerta del salón del trono se cerró tras el último consejero, pero la tensión quedó flotando en el aire. Henry y William seguían a mi lado, más cerca que antes, más alerta. El silencio se extendió como un segundo veredicto, más honesto que el anterior.

William fue el primero en romperlo.

—Ese maldito bastardo… —masculló entre dientes—. No puede estar pensando en tocarte. No tú.

Henry no habló. Pero su mano se cerró sobre mi brazo con tal fuerza que supe que estaba igual de furioso. Sus ojos no me miraban a mí, sino a la puerta por donde se había marchado su padre.

—No irás —dijo Henry, finalmente, con voz seca.

—No puedes —añadió William, girándose hacia mí con una intensidad que me quemó.

Los observé a ambos, respirando hondo. Por dentro, algo en mí temblaba… pero no era miedo. Era determinación. La rabia bien disfrazada de serenidad.

Pero no les di respuestas. No les expliqué nada. No les ofrecí el más mínimo consuelo.

Esa noche, después de un largo baño con esencias suaves, me peiné el cabello hasta que brilló como seda y me puse el vestido más atrevido que me habían dado desde que llegué al castillo. Sabía lo que hacía. Sabía lo que arriesgaba. Pero también sabía que si ese monstruo caía… muchas verdades saldrían a la luz. Y que yo… finalmente, podría vengar a mi padre.

Toqué el anillo escondido en mi manga.

"Estoy más cerca que nunca, papá", pensé.

Cuando abrí la puerta, dispuesta a cruzar los pasillos hacia los aposentos del rey, William estaba allí, esperándome como si supiera que lo haría.

—No vas a ir —dijo con voz grave, colocándose en medio del pasillo.

—Déjame pasar, William.

—Cristina, no puedes hacer esto. No es necesario. Él no tiene poder sobre ti. Nosotros… podemos protegerte.

—No necesito protección —susurré.

—Entonces explícame por qué. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Por qué ir hacia un monstruo?

No respondí. Tenía que mantener el plan en secreto. Hasta el final.

William se acercó, me tomó del brazo, suplicante.

—Dime al menos que no lo deseas. Que esto es otra cosa. Porque si lo deseas… —apretó los labios—, no sé si podré soportarlo.

—William, déjame pasar.

Antes de que él pudiera responder, una voz cargada de rabia rompió el momento.

—¡¿Qué está pasando aquí?!

Henry.

Se acercó con pasos duros, sus ojos fijos en el vestido que llevaba puesto, en la escena frente a él. La furia en su rostro solo fue superada por el dolor que no lograba ocultar.

—¿Vas a ir con él? —preguntó—. ¿Después de todo?

—No tengo que explicarles nada —respondí, intentando no temblar.

—Sí, tienes que hacerlo —dijo Henry, colocándose al otro lado. Me rodearon, como si con sus cuerpos pudieran protegerme, poseerme o detenerme. O todo a la vez.

—Te daremos lo que necesites —dijo William—. Lo que sea. Solo no vayas con él.

—Tendrás poder, placer, protección. Todo. —Henry se inclinó hacia mí, su voz baja como una promesa peligrosa—. Pero no lo hagas.

Sus palabras se enredaron con el calor de sus cuerpos. Y, sin darme cuenta, los tres estábamos enredados en un deseo que venía de la furia y el dolor.

Las manos de William me sujetaron por la cintura, atrayéndome hacia él, mientras Henry me tomaba del rostro y me obligaba a mirarlo.

—¿Querés placer? —susurró Henry—. Te lo daremos. Juntos. Esta noche.

Me besó primero él. Con rabia. Con desesperación. Luego, William se unió, su boca sobre mi cuello, sus dedos bajando por mi espalda.

Me dejaron sin aliento. Sus manos, sus labios, sus promesas no dichas.

Fui arrastrada de nuevo a la habitación. Caímos sobre la cama entre jadeos y miradas cargadas de tensión. Me despojaron del vestido con la misma rabia con la que intentaban retenerme. Como si pudieran mantenerme sólo para ellos si lograban hacerme gemir otra vez. Y lo hicieron.

Henry bajó primero, separando mis piernas con firmeza. Su lengua me tocó con devoción, con hambre. Yo me arqueé sin poder evitarlo. Gemí su nombre sin pensar.

William no esperó su turno. Subió por mi pecho, besando mis senos, acariciándolos con las manos mientras me susurraba cosas que ya no lograba entender.

Mis dedos se enredaron en su cabello, y cuando bajó también para besar mi entrepierna, sentí que mi cuerpo se quebraba. El placer me nublaba los sentidos. Ambos me adoraban con la boca como si quisieran borrar de mi mente cualquier rastro del rey.

—¿Qué necesitas de él…? —preguntó William mientras me lamía lentamente—. Si nosotros podemos darte todo esto…

Y entre gemidos, entre jadeos que no pude reprimir, la verdad se me escapó sin permiso:

—Matarlo…

Ambos se detuvieron. El aire quedó suspendido, pesado, casi doloroso.

Yo abrí los ojos, desorientada por la confesión que ni siquiera había planeado hacer.



#30296 en Novela romántica
#19115 en Otros
#1533 en Novela histórica

En el texto hay: romance, vengannza

Editado: 01.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.