Venganza

30

Pov: Cristina

El aire huele a hierba húmeda y a rosas demasiado perfectas.

Camino sin rumbo por los jardines del palacio, intentando despejar mi mente. La conversación del desayuno aún retumba en mi cabeza como un eco amargo. Siento que cada decisión ya fue tomada por mí, que mis pasos solo siguen un camino ya marcado.

Pero entonces lo veo.

Kael.

Está entrenando solo en la parte más alejada del jardín, donde el sol apenas filtra entre los árboles. La camisa está empapada en sudor, pegada a su espalda. Cada movimiento de su espada es preciso, como una danza construida con furia y control.

Podría darme la vuelta. Debería hacerlo.

Pero no.

Me siento en el pasto, sin importarme el vestido, las reglas, o lo que cualquier noble esperaría. El contacto con la tierra es frío, real. Y por un momento, soy solo eso: una mujer observando a un hombre romper su silencio con acero.

Kael se detiene.

Me ha visto.

No dice nada. Solo me observa, con esa expresión que no revela nada. Pero puedo notar que le sorprende que me haya sentado ahí, que haya dejado de lado la postura de princesa por una mancha de barro.

—Si vas a quedarte quieto, al menos siéntate conmigo —digo, sin mirarlo.

Él titubea. No está acostumbrado a peticiones, solo a órdenes. Pero termina obedeciendo. Porque eso es lo que sabe hacer.

Se sienta a mi lado, sin quitarse el sudor, sin suavizar su respiración agitada. El silencio entre nosotros no es incómodo. Es tenso. Vivo.

Lo observo de cerca por primera vez. Sus pestañas húmedas, su mandíbula apretada, la cicatriz en su clavícula que asoma por el escote de su camisa. Saco un pañuelo del bolsillo de mi vestido.

—Estás empapado —murmuro.

Me inclino y seco con cuidado la frente de Kael. Él frunce el ceño, confundido. Luego, su mano se alza de golpe y sujeta la mía.

—Suéltame —susurro, sorprendida por la fuerza.

No me duele, pero su agarre es torpe, tenso, como quien no está acostumbrado a sostener algo sin romperlo.

Kael afloja de inmediato. Me suelta.

—Lo siento —dice, apenas audible.

Y por primera vez, me doy cuenta de algo:

El guerrero invencible no sabe cómo tocar sin herir.

Y eso, quizás, sea su mayor herida.



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En el texto hay: romance, vengannza

Editado: 01.07.2025

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