Piso el aeropuerto de Los Ángeles y siento mi piel ponerse de gallina. Hace mucho tiempo que no vengo a esta ciudad y la última vez que estuve aquí no fue una buena experiencia para mí. Para nadie en realidad.
Camino decidida por todo el aeropuerto hasta llegar a la puerta. Al salir, el sol baña mi cara. Aquí siempre ha habido sol y mucho calor. Que es exactamente lo que siento al salir del aeropuerto; como si estuviera a entrando a un sauna.
Pero ni siquiera el sol puede impedirme lo que vengo a hacer a la ciudad que solo me trae malos recuerdos. La ciudad nunca fue para mí, solo que me di cuenta de eso cuando ya era muy tarde. Cuando no quedaba nada de mí que pudiera sacar de la ciudad.
La última vez que estuve aquí, Los Ángeles me trató muy mal. La última vez que estuve aquí terminé completamente destruida. Todo lo bueno que tuve aquí fue destruido por las personas que nunca pensé odiar en algún momento de mi vida.
Sigo caminando hacia un taxi aparcado cerca del aeropuerto y cuando abro la puerta y estoy a punto de subir a este, alguien dice mi nombre.
—¿Sophia?
Esa voz. Cierto los ojos y dejo que vengan a mí los recuerdos más dolorosos de toda mi estancia aquí. Para ser exactos, los recuerdos más dolorosos de toda mi vida. Escuché esa voz por mucho tiempo y la mayor parte de este tiempo, al escucharla, fui feliz. Sin embargo, por más feliz que fui con esa voz, esos momentos en las que fueron dirigidas hacia mí como flechas hirientes en mi corazón son los momentos que opacan todo lo bonito que me dio esa voz.
Puedo tener muchos sentimientos dentro de mí por salir, pero después de lo que pasó aquí me he prohibido mostrar mis emociones a personas. Especialmente a personas que me hicieron mucho daño tal como lo hizo la persona que ahora está parada detrás de mí.
Así que volteo con la sonrisa más grande de todo el mundo, bajo mis lentes de sol lo suficiente para que mis ojos se puedan ver y me doy cuenta que mi memoria no se equivocó al relacionar esa voz con una de las personas responsables de la pérdida de mi esencia.
—¿William?
—Dichosos los ojos que te ven, Sophia —dice un poco tenso. La última que vez que nos vimos no fue la mejor. William me hizo mucho daño y eso siempre va a quedar en mí. Y supongo que todo lo que pasó sigue en su cabeza tal y como sigue en la mía–. Pensé que no volvería a verte en mucho tiempo.
Sentía que mi sonrisa se estaba congelando mientras él hablaba, así que cuando terminó de hablar me saqué los lentes para mostrar mi amabilidad.
—Un gusto verte, William. Solo que me gustaría que dejes de mirar mi cuerpo y me mires a la cara —le digo sonriendo solo con la boca y sin mostrar mis dientes.
Y justo cuando siento que mis ojos están empezando a mostrar chispas, me pongo los lentes de nuevo. William me ve a la cara por primera vez desde que nos encontramos. Me mira directamente con esos ojos azules que siempre fueron mi deleite.
—Quítate los lentes, Sophie.
Una descarga de energía pasa por mi columna vertebral. William siempre ha sabido muy bien como manipularme a mí y a mi organismo. William siempre me ha tenido comiendo de la palma de su mano.
Sonrío sin quitarme los lentes de sol de mi cara. Ya no voy a caer en sus trucos. Ya no soy la misma chica inocente que se fue de aquí hace más de cinco años. He cambiado y la persona que fui aquí ha quedado en el olvido.
—Me alegro verte de nuevo, William —le digo entrando al carro y cuando estoy a punto de cerrar la puerta del taxi, William pone su pie para impedir que la cierre por completo.
—¿A qué viniste?
Sonrío–. Pronto te enterarás, guapo.
Ver la cara confusa de William antes de cerrar la puerta del taxi es el mejor regalo de bienvenida que me pudieran haber dado. William no sabe porque estoy aquí, él no tiene ni idea que vine a cobrar venganza por todo lo que me hizo pasar a mí y a todas las personas que me rodean.
Sin duda, William no tiene ni idea de lo que le espera.