Venganza

Capítulo 4

Abro mis ojos al escuchar el sonido de mi celular. Lo busco con la mano, pero no lo encuentro; doy una vuelta en mi cama, pero no me doy cuenta de que estoy al filo de esta y termino cayendo al piso despertándome por completo.

—Mierda.

Me levanto del piso y voy en busca de mi teléfono. Lo encuentro enredado en mis sábanas y sonrío al darme cuenta de que estaba a mi lado, pero no me había dado cuenta. Sin embargo, mi sonrisa se borra al ver que quien me está llamando no es nada más ni nada menos que mi padre. Suspiro y finjo mi sonrisa preferida: la de niña buena.

—Hola papá —canturreo.

—Sophia.

—¿Por qué tan molesto?

—Baja, Sophia. Te estoy esperando abajo —dice colgando el teléfono. En definitiva, mi padre está molesto. ¿La razón? La fiesta de anoche y ruego porque solo sea eso. No quiero ni imaginar lo que pasaría si es que se enterara de lo que pasó con William.

Joder, me duele todo el cuerpo. Es como si hubiera despertado después de haber hecho un ejercicio intenso. Lo último que quiero ahora es caminar y bajar escaleras porque juro que me duele hasta el último músculo del cuerpo. Pequeños fragmentos de la noche que pasé con William vienen a mi cabeza y me hacen sonrojar de inmediato, en definitiva, ya sé porque me duele tanto el cuerpo y no estoy para nada molesta; es más, si pudiera repetir todas las noches no me importaría despertar con mal cuerpo todas las mañanas.

Me peino en el espejo, me pongo mi bata de pijama y salgo de la residencia. Recibo miradas y silbidos masculinos gracias a que mi pijama solo consta de un maldito short con una blusa de tirantes y solo estoy cubierta de pies a cabeza por una bata delgada; lo único que hago es sacarles el dedo medio y sonreírles encantadoramente.

—¡Sophia Lawrence! —grita mi padre. Mis admiradores y yo nos quedamos petrificados. Doy la media vuelta y le sonrío a mi padre.

—Papá, cuanto tiempo sin verte. Hasta pareciera que no tuvieras hijas.

—No las tengo, en lugar de hijas, tengo unos cuantos animales que dicen ser mis hijas.

—No me sentiré aludida —le sigo sonriendo. Mi padre me mira molesto y sé que vino a hablarme solo de la fiesta de anoche.

—Sube al auto.

—Pero, papá, me tengo que cambiar y.

—Eso debiste pensarlo antes de salir de tu habitación y causar un alboroto en toda la residencia. ¡Sube al auto!

—Estás llamando la atención de la gente —le susurro mientras entro en el asiento de copiloto de la camioneta negra de mi papá.

—¿Qué pasó anoche? —dice ingresando al carro y cerrando de un portazo la puerta.

—¿Qué?

—Respóndeme, Sophia. ¿¡Qué demonios pasó anoche!?

—Nada, estaba con mis amigos.

—No te pregunté con quién, te pregunté qué hacías —me quedo callada al verme descubierta. Lo mejor que puedo hacer cuando mi padre se pone en este plan es solo quedarme callada y poner cara de culpable—. ¿Por qué hay fotos tuyas en una fiesta? —dice mostrándome una historia de Instagram donde aparezco junto a Emma bailando en el círculo de los amigos de Violet.

Me sigue mostrando fotos, salgo yo junto con Emma y con Matt, incluso hay fotos mías de mi entrada triunfal en la fiesta sintiéndome una diva inalcanzable. Me veo bien en las fotos y lo mejor de todo es que sí me reconozco en estas fotos. Ahí estoy yo, con mi cabello marrón flotando en el aire, caminando con seguridad con una sonrisa de arrogancia en mi rostro. Me da gusto ver de nuevo a esa Sophia.

—Que buen Photoshop, padre. Tus trabajadores cada vez se esfuerzan en caerte bien.

—Deja de hacer como si no supieras nada de lo que te hablo. ¡Eres tú la que está en esa foto! ¡Tú con ese diablillo que se dice llamar Emma!

—Oye, que no esté aquí para defenderse no te da el derecho de llamarla así. Es como mi hermana.

—¡No me interesa! ¡Lo único que quiero saber es porque estás caminando ahí como si no estuvieras castigada!

—Pero, es que yo no estoy ahí. Es solo un Photoshop, te engañaron.

—¡Tú me estás engañando a mí! ¡Dime la verdad de una vez!

Abro la boca para hablar, pero el abrir y cerrar la puerta trasera del carro me detiene. Volteo y me alegro de ver a mi madre ahí. Claro que tenía que hacer una entrada oportuna.

—Audrey, te dije que me esperaras en el parque.

—Tus gritos se escuchan hasta el parque —dice poniendo los ojos en blanco.

—Gracias por venir a mi ejecución, mami.

—No tenía otra opción porque resulta que también tengo que estar presente cuando condenan a mi hija a una vida sin educación.

—Si ella quiere ir a fiestas es porque se supone que nada más le importa.

—¿Acaso no has visto mis notas? —le digo sorprendida. Luego, miro a mi madre—. Mami, dile que mis notas son altas.

—No es necesario, mi amor, tu padre ya sabe eso. Solo que ahora se le ha metido a la cabeza castigarte solo por salir a divertirte.

—No me hables así, Audrey. Tu hijita sabía muy bien las consecuencias de sus actos, se le advirtió que no debía de llamar la atención y aquí está —enseña las fotos—. Aquí está tu hija junto con ese diablillo.




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