Jan se quedó mirando el lugar donde, hace apenas un segundo, había estado la chica. Ahora solo quedaba un charco con las marcas de su caída y algunos brillos simpáticos de su vestido.
—¿Chef? —Félix, el sous-chef y mejor amigo de Jan, salió de la cocina—. ¿Qué demonios acaba de pasar?
Jan no respondió de inmediato. Miraba el charco. Un trozo de tela rosa flotaba en la superficie, parte de su vestido que se había enganchado en un borde afilado y se había desgarrado.
—Cometí un error —dijo finalmente.
—¿Cuál? ¿Echar a una bloguera descarada que se coló en tu restaurante? —Félix negó con la cabeza—. Hermano, estabas en tu derecho.
—La saqué a la fuerza. En cámara. Delante de... —miró el teléfono de Félix, que ya había abierto Twitter. El hashtag #LaraVsChef estaba en la cima de las tendencias. #RestaurantDrama iba en segundo lugar, igual de viral. El video de su confrontación ya tenía 2 millones de reproducciones—. ... delante de medio millón de personas.
—Ella misma se expuso —empezó Félix, pero se calló al ver la expresión de Jan.
Félix conocía esa mirada. La había visto en el espejo tres años atrás, cuando su novia, Sandra, lo dejó en vísperas de su boda. Cuando su mundo se desmoronó y entendió que un error podía costarlo todo... En ese momento, él tenía una expresión muy similar.
Jan no sabía que se veía así. Solo entendía que acababa de hacer que alguien sintiera lo mismo que él había sentido antes. Y aunque ella lo mereciera, se odiaba por ello.
—Cierra el restaurante después del último cliente —dijo, volviendo al interior—. Dile a los comensales que lo sentimos, que hoy no atendemos más. Dales la cena gratis.
—Jan, no podemos permitirnos...
—Solo hazlo. —Desapareció en la cocina.
Félix miró el charco un minuto más. Luego sacó su teléfono y tomó una foto. No para redes sociales. Para el recuerdo.
Algo le decía que esta noche era solo el comienzo...
***
Lara estaba sentada en el suelo del baño, todavía con la ropa mojada. El teléfono descansaba en el lavabo, apagado. No podía obligarse a encenderlo. No ahora.
Pero lo sabía. Incluso sin verificarlo, sabía que para la mañana sería un meme. Una tendencia. El hazmerreír de internet. Todos sus patrocinadores lo verían. Todos sus seguidores. Toda su identidad cuidadosamente construida —"la reina de los viajes románticos", "la vida perfecta", "inspiración para millones"— se desmoronaría.
Por un error.
No. Por cientos de errores. Años de falsedad que finalmente la alcanzaron.
Se miró en el espejo. El maquillaje corrido, el cabello pegado a la cara, los ojos rojos, no de lágrimas (aún no había llorado), sino de cansancio.
¿Quién eres? —le preguntó a su reflejo.
No obtuvo respuesta.
Su teléfono vibró. Una vez. Luego otra. Y otra más.
Extendió la mano lentamente. Encendió la pantalla.
47 llamadas perdidas.
1,893 nuevos mensajes.
Correo electrónico: "URGENTE: Su contrato con BrandLux"
Lo abrió. Leyó la primera línea.
"Lamentablemente, tras los eventos de hoy, nos vemos obligados a terminar nuestra colaboración de inmediato..."
Lara cerró los ojos. Finalmente se permitió sentir.
Y las lágrimas llegaron. Calientes, vergonzosas, desesperadas.
No lloraba por el contrato. Ni por el dinero ni por la fama.
Lloraba porque, en el fondo, bajo todos los filtros y las poses, tenía una pequeña esperanza de que alguien viera a la verdadera ella.
Ahora todo el mundo la había visto.
Y se reían.
***
00:34. Restaurante "Sabor de Hogar"
Jan estaba sentado en el salón vacío frente a su portátil. En la pantalla, el video. Su video con la desconocida.
Lo veía por quinta vez. Intentaba entender qué había salido mal. En qué momento exacto había cruzado la línea de "defender mi espacio" a "humillación pública".
El instante en que ella cae. Lo veía una y otra vez. Sus ojos, abiertos de sorpresa. Sus manos, buscando apoyo. Su cuerpo, cayendo junto a él.
Y él no la detuvo.
Podría haberlo hecho. Habría tenido tiempo. Sus reflejos eran lo suficientemente rápidos.
Pero la ira nublaba su juicio.
—Idiota —se dijo a sí mismo.
Su teléfono había estado sonando sin parar durante una hora. Periodistas. "Amigos" a los que no veía en años. Incluso competidores que "querían expresar su apoyo".
Los ignoró a todos.
Excepto un mensaje. De su inversor.
"Jan, necesitamos hablar. Urgente. Esto es grave."
Sabía lo que significaba "esto es grave" en el lenguaje de los negocios. Significaba "acabas de perder millones en reputación".
Significaba "tal vez retiremos nuestro dinero".
Significaba "tu restaurante está en peligro".
Jan cerró el portátil. Miró a su alrededor: las mesas vacías, la barra del bar, la cocina donde había pasado tres años construyendo este sueño.
Todo por una chica con una cámara.
No. Todo por su explosión. Su ira. Su error.
Sacó su teléfono. Abrió Twitter. Encontró su cuenta: @TravelWithLara. 1.2 millones de seguidores.
Última publicación, hace una hora:
"A veces te caes. Literalmente. Disculpen por lo de hoy. Lo haré mejor. Lo prometo."
15,000 comentarios. La mayoría, burlas. Algunos, apoyo. Muy pocos, muy pocos.
Jan presionó "Responder". Sus dedos se detuvieron sobre el teclado.
¿Qué podía decir? ¿"Perdón por empujarte a un charco frente a medio millón de personas"?
Borró el mensaje. Cerró la aplicación.
Algunos errores no se arreglan con palabras.
***
01:22. Twitter, Instagram, TikTok — todo el planeta.
El video se propagaba como un virus.
"Mujer cae en un charco durante conflicto en restaurante" — 5.2 millones de reproducciones
"Influencer EXPUESTA por dueño de restaurante" — 3.8 millones de reproducciones
"La caída de la que habla todo internet" — 2.1 millones de reproducciones