Venganza Millonaria

Capítulo 19: Comparaciones

Monique

Di que sí, di que sí, di que sí. Recuerdo como latía el corazón de Baptiste junto a mi pecho mientras me susurraba hermosas palabras en francés, latiendo en un acelerado compás como si repitiera eso: di que sí, di que sí, di que si, de forma interminable.

Una parte de mí quería salir corriendo, cerrar esta puerta definitivamente. Era la parte de la Monique entregada a la venganza, a mis planes. Una parte fría y calculadora que solo quiere ver arruinada la vida de quienes me hirieron y quitaron todo. Esa parte me decía que Charlotte estaba feliz comprando zapatos, pintándose las uñas en el mejor salón y yendo a un spa en un lindo hotel.

Que ella no había tenido que ensuciarse las manos, quemarse de vez en cuando la piel cuando sacaba una bandeja llena de pastelitos del horno, que no se había quedado sin dormir mientras sacaba las cuentas de sus ingresos para comprobar si el negocio podía seguir funcionando o no, si obtendría un préstamo o la iban a rechazar nuevamente. Menos preguntarse por qué el novio de toda su vida le había quitado todo. 

Esa parte me gritaba que el abogado estaba feliz con su esposa y su amante, que Robson estaba contando sus paquetes de billetes en su gran casino, y que… Felipe estaba seguramente durmiendo feliz en una playa escuchando las olas del mar. Y yo solo pensaba en ese beso de Baptiste, como si mis circunstancias no hubiesen cambiado, como si yo hubiese perdonado u olvidado. Algo con lo que pueden contar es que nunca olvidaré.

Pero, la otra parte, me decía otras cosas. Me decía que en el mundo había otras cosas que ver, que experimentar y que mi venganza no iba a traer nada bueno. Pero más que nada, esa parte me decía que Baptiste era… un sueño. ¡Por la diosa que si lo era! Baptiste con sus fotos de Francia y sus historias de la campiña francesa, de paisajes y colores.

Baptiste con su estúpido delicioso plato que me preparó especialmente para mí. Baptiste con sus manos manchadas de pinturas, sus ojos brillantes, los mechones de su cabello que le caen. Él con sus cuadros y un dibujo de mí. Me pintó para recordarme ¿Quién demonios hace eso? Pensó que no me vería más y si yo fuese afortunada (o desafortunada) hubiese sido así. Pero el destino tenía otras cosas más pensadas. ¿Será realmente el destino o yo tercamente forzando las cosas?

Parecía como si tuviera un diablo y un angelito que me hablaban, uno a cada uno de mis hombros, susurrando, convenciéndome, animándome. Yo ya no sabía cuál de esas partes era un ángel y cuál era un diablo, cuál era divina y cuál era un demonio.

Ambas partes tenían razón y ambas estaban equivocadas. No tenía una brújula que me guiara. Porque desde hace un año mi norte era la venganza y ahora… Baptiste me cambiaba todo el panorama. Por más fuerzas que yo pusiera, él era una fuerza más grande que yo, que mis instintos, que mis anhelos y mis metas.

No hay forma de que me rinda, no porque él me estuviera rodeando con sus brazos, o porque me sienta atrapada. Tampoco porque conociera más de ese hombre y me llenara de una sensación cálida de intimidad, de conocer a un ser humano con tanta honestidad que me desequilibraba.

Tampoco era por sus pinturas, por su ayuda, por como habla o lo que hace. Era porque ese beso, la forma en que me tomó, como pronuncia mi nombre y como me ve como si yo fuera magia… alivia algo en mi corazón… me hace sentir viva. Como si antes tuviera un dolor, una herida que escocía y él me curara, me hiciera sentir nueva y más vigorosa, casi que de por vida. ¡Una medicina maravillosa que ni sabía que existía!

Cuando él me besaba y estaba en sus brazos… yo sentía que todo era posible, que el mundo era bueno y no hay villanos, que los cielos son claros, que las almas son preciosas y que todo vale la pena.

Ese beso me había cambiado, ahí en su estudio en su departamento. Había roto algo en mí, y en vez de quebrarme… me había abierto y habían dejado salir sentimientos que realmente no pensé que siquiera fuera posible, había alegría anhelo, deseo, dicha.

Sensaciones que no había sentido hace tiempo, que no había realmente pensado en ellas. Él traía a mi todo eso con solo un beso. Y, lo que era peor, es que yo solo de recordar ese beso…todo ese torrente de emociones volvían a mí, como si él estuviera conmigo.

Por unos breves segundos… no podía pensar en nada más, ni en la venganza, ni en Charlotte, ni mis planes, ni siquiera en que había un calvo misterioso que parece estar pisándole los talones, ni en la deliciosa comida que acabamos de probar.

Ni siquiera en el día, en las cosas por hacer, en el dibujo, en el estudio… solo pienso en que quiero que me siga besando. Él se inclinaba hacia mí y yo no me echaba hacia atrás, no retrocedía sino que me quedaba ahí esperando el ansiado toque de sus labios. 

Mi cerebro se apagaba y estaba fuera de servicio y mi corazón y mis manos toman el control. No puedo soportarlo más. Mis labios en los suyos y es como si el mundo se hubiese detenido.

Tengo mis manos en su cara, tomando mis labios en los suyos y presionando tratando de obtener su sabor, como si él fuera la más exquisita fuente y yo quiero tomar todo lo que me puede ofrecer, como una pobre mujer desesperada, que no se cansa de este hombre. 

Lo siento suspirar en mis manos y soltar un suave gemido que rompía cualquier atadura que me quedara y que me motiva a seguir con el beso, explorando su boca, suave y lento, pero con intensidad, en tanto él presiona su boca en la mía, aún como si no pudiera creer el beso que estamos compartiendo.




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