Venganza Millonaria

Capítulo 48: Mía

Monique

Estamos en un pequeño baño, muy elegante y distinguido, con trajes de fiesta, y hay un bullicio en el fondo, con música y gente hablando; en un evento muy serio y profesional con gente muy distinguida de la ciudad.

No teníamos por qué encontrarnos aquí, yo venía a apoyar a Phil, qué sin duda quería presentarme como si yo fuese algo más de él, y mi francés vino engañado.

Mucho menos deberíamos vernos juntos, puesto que en teoría habíamos tomado un tiempo separados, yo era simplemente una desconocida, una chica presente en sus obras, que no lo soltaba en sus exposiciones, y que él presentaba como su musa, pero nada más, yo no era una celebridad, ni una actriz, y alguien que conocieron los medios.

Así que solo quedamos en nuestro círculo más próximo que estamos distanciados, yo iba de vez en cuando el estudio simplemente, o en teoría, para posar y nada más. 

Claro que la realidad era otra, sí es posible, estábamos ahora más unidos que nunca, puesto que en la adversidad los corazones se buscan, anhelan y se desean con locura. Y mi corazón y el suyo no podían latir más al unísono, ¡y pensar que yo lo alejaba de mí! ¡Y pensar que yo quería evadirlo!

Nunca encontrarlo, sacarlo de mi vida, pues de alguna manera pensaba que tropezaba con mi plan de venganza. Y aquí estaba yo una vez más, dejando mi plan al lado, en qué me importa en lo más mínimo, sumida entre sus manos, dejándome hundir en este beso avasallante. 

Él me amaba, y yo lo amaba a él, me lo había dicho y yo le había respondido. Y juro que nada más me importa en la vida. Nunca ningún hombre me lo había dicho, y había tenido una razón, Felipe no lo sentía, y aun si me lo dijera estoy segura de que yo no le creería.

Pero con él, con Baptiste era completamente diferente, las palabras casi sobraban, puesto que yo lo sabía desde hace tiempo... Y, sin embargo, escucharlo así, con esa expresión en su cara de deleite, asombro y adoración. Era más de lo que yo podía pedir en mi vida. 

Sus manos recorrían mi vestido con agilidad, hincando sus dedos en cada parte, presionando en mi piel descubierta con esmero, casi podía pensar que dejaría algunas marcas, y llámenme loca... pero adoraba la idea, y sé que a él también.

En pocos minutos, no sé ni cómo había logrado, mi cabello caía en una cascada, mi peinado estaba deshecho gracias a sus ágiles dedos. 

Su chaqueta ya estaba fuera, la corbata sabrá los cielos dónde quedó, y yo luchaba por colar mis manos en el cuello de su muy hermosa y elegante camisa, desabotonando como podía, mientras no perdía la concentración en este beso, él tomaba mi boca, poseía mis labios y yo me estremecía.

Mis piernas ya lo aprisionaban, encerrándolo contra mí, los tacones de mis zapatos chocaban entre sí y formaban un cerrojo imposible. Cuando los botones estaban desechos hasta casi la mitad, ya me aventure a su cuello y veía como dejaba marcas de mi labial en su garganta, y la idea de marcarle a mi manera me fascinaba también. 

Veía como su pecho vibraba, como su respiración se estremecía, y mis manos, luego de apartar la camisa y abrirla, iban directo a sacarla de su pantalón. Conscientemente, no pensaba, mis manos actúan como si fueran un ente aparte, y las de él también.

Yo solo quería tocarlo, acceder más a él, tomar más de él de lo que me pudiera ofrecer. Lo deseaba tanto que era una locura.

Baptiste siseaba entre dientes como si viviera un suplicio, sus manos iban subiendo por mis piernas, y ambos luchábamos por besar al otro, por tocar al otro, por conquistar más y más, cuerpos qué no eran nuestros, y a la vez más propios qué es los que habitábamos.

Era desesperante y enloquecedor, estábamos más agitados que en ninguna otra ocasión, con una pasión y ajetreo qué me hacía palpitar. 

En un momento vi que mi vestido estaba levantado hasta mi cintura, y los tirantes cayendo por mis hombros, expuesta a él en este sitio, jamás lo hubiese pensado, yo quería tocarlo, pero esto iba a más, y yo estaba más que dispuesta.

Con un suspiro de emoción, Baptiste se abalanzaba a a mi pecho, removiendo sin discreción lo que estaba en el camino, y yo lo abrazaba, acunándolo en mis brazos, mientras me sostenía cómo podía, de lo que me hacía sentir esos labios ahí.

Era desesperante, como me tocaba, como besaba, y hacía los más deliciosos movimientos con sus labios y su lengua... Mientras escuchaba como yo gritaba por él. No podía hacer nada más qué acariciar su cabello, despeinándolo aún más. 

Estaba segura de que el ruido de afuera opacaba, los sonidos, muy poco civilizados, que yo estaba propinando aquí, la idea de que estuviéramos aquí escondidos, me emocionaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Por un breve momento, incluso escuchamos golpes en la puerta, de que alguien quería entrar al baño, pues estábamos en un lugar si se quiere público. 

Pero, debo confesar, que francamente a ninguno nos importó, ya estas alturas no temía ser encontrada, ni siquiera por Phil, ni por absolutamente nadie, lo único que deseaba es que nadie interrumpiera este momento ¡Que ni se atrevieran!

Baptiste, por un momento, se separó de mí por unos pocos pasos y yo ya extrañaba su tacto. Por esos breves instantes yo me cubrí con mis manos como podía mi torso, siendo ahora levemente consciente de lo semidesnuda que estaba y lo escuché gritar como desaforado. 




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