Venganza Millonaria

Capítulo 53: Corina

Caro

Nunca me agradaron los puertos, siempre me parecieron lugares tétricos dónde todo podía pasar y que eran lugares claves en escenas de terror. Por supuesto que allí es donde tenía que reunirme con la persona que me seguía, quién por supuesto no quiere nada bueno de mí.

Alguien me había estado vigilando, ¿cómo podía ser tan estúpida? Venía zafando, encubierta y escondida por años por casi una década, y vine a caer así como una tonta. 

Por supuesto que había sido porque tenía gente a la que le importaba, ella tenía algo que perder, cosa que no había tenido hace muchos años.

Tenía amor y cariño, y me dolía perder eso, como cualquier ser humano. Y había bajado la guardia, estaba tan enfocada en la venganza, en el estúpido de Felipe, en sus amigas, en Baptiste... Qué se había descuidado 

¿Dónde habría sido? En el casino, en la exposición del francesito, en alguna reunión con las chicas, ¿dónde? Pero ya no importaban esas tontas preguntas, la realidad era que tenía que enfrentarme a lo desconocido.

Y lo que más temía es que fuera algo que ya conociera, que fuera el pasado que viniera a darme la cara de nuevo. Era mi mayor temor. 

Había vivido de casa de acogida en casa de acogida desde que tengo uso de razón, nadie me quería... Era una niña extraña, con miedo, qué le costaba dormir y comer y sobre todo confiar.

No me hacía amiga de ningún otro niño ni tampoco de mis cuidadores. Todos esperaban y casi rezaban, a que yo me fuera, a que me tocara mi momento de cambiarme de lugar; y cuando sucedía me entregaban rápidamente. 

Yo solo recordaba que había tenido una vida difícil antes de eso, una vida en dónde me escondía y hacía lo posible para que nadie me notara y así no me maltrataran.

Tengo marcas en mi cuerpo que lo demuestran, había sufrido, pero el daño mental era tan profundo que yo no recordaba más, ni detalles, ni nombre, ni lugares. Solo dolor y más dolor. 

Una vez una terapeuta me dijo que uno puede olvidar muchas cosas, las caras de las personas, lo que nos hicieron e inclusive lo que nos dijeron, pero lo que no se olvida es como nos hicieron sentir. Y parecía que esos sentimientos de heridas y sufrimientos estaban como tatuados en mi piel. 

Cuándo logré salirme del sistema y empezar a hackear, creé una nueva vida, una nueva vida en la que yo era una chica sola, pero sin que nadie me maltratara cómo dicen por ahí, mejor sola que mal acompañada. Yo no conocía familia ni amigos, solo abusadores y gente que quería aprovecharse de mí. 

De pequeña aprendí a defenderme lo mejor que pude, con lo que tuviera la mano, mordí y arañe, golpe y patalee como pude. Pero ya estaba en el mundo real, uno peor que las casas de acogida, y créanme cuando les digo que esas fueron bastante malas. 

Sabía que huía de algo peor, sabía que había puesto mi pellejo en juego cuando salí de esas casas de acogida, pues alguien tenía un profundo interés en que yo me quedara ahí, vigilada, controlada en la medida de lo posible... Y yo solo quería ser libre.

Por supuesto que con el tiempo cometí más fechorías y crímenes, siempre en la internet, y desde hace ya un par de años había empezado a mostrar errores y tenía el pánico de que me fueran encontrado. Por supuesto que hacía lo posible para no llamar la atención, pero tarde o temprano todo el mundo comete un error y aquí estaba yo. 

En el puerto había un contenedor grande, cómo esas cajas de metal gigantes dónde traen las mercancías en los barcos. Yo miraba la puerta y no había absolutamente nadie. No sabía que esperar, pero sin duda no era nada bueno, no me iba a encontrar tras esa puerta besos y abrazos, cariños y felicitaciones.

Me habían amenazado, y a las personas que quiero... Y eso no había sucedido nunca. Desde hace años yo había jurado que nadie me iba a poner una mano encima de nuevo, y teme aquí viniendo en propia voluntad. 

De repente observo un movimiento extraño, se aproxima un auto, una camioneta de color oscuro qué tiene apariencia de ser como de la mafia y yo me quedo ahí detrás de unas cajas viendo todo lo que sucede. Es de noche, pero aún puedo ver que se baja a un hombre, y ahí en la oscuridad, solamente por el perfil y sus características puedo saber quién es.

Maldición, es el calvo terrorífico qué siempre anda con Robson, y una de mis pesadillas se hace realidad: Nos han encontrado, saben quiénes somos, saben quiénes están detrás de la caída de Robson. 

No sé si sentirme preocupado o aliviada de que no sé algo de mi pasado sino de mi presente, puesto que ambos son igual de aterradores. Quizás al menos con el presente yo sea que a que atenerme, tengo alguna ventaja, conocemos cosas de ellos, que ellos no saben que nosotros tenemos conocimiento.

Lo veo bajarse, dar una vuelta por el lugar cuando mete una llave en la cerradura y abre la entrada del contenedor. Quizás sí lo controlo de alguna forma, puede tener alguna ventaja. No es que yo sea una ninja, o una experta en artes marciales, pero tomaré la ventaja que pueda, como siempre usando lo que tengo a mano. 

Me acerco con sigilo a la puerta y me asomo, está todo oscuro, pero veo al calvo de espalda, tengo mi mochila y en la mano la pistola eléctrica, una sola descarga y ya debería estar en el suelo. Yo siento que ni siquiera mis pisadas producen un sonido, soy la noche misma, la oscuridad, la penumbra que no se siente hasta que la tienes muy cerca. Mi idea es inmovilizarlo e interrogarlo.




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