Monique
Por supuesto que no tenía que haber creído en él, es más ni siquiera acercarme. En lo que lo había visto en la puerta del departamento de mi francesito, debí haber corrido directamente hacia el otro lado, huyendo con desespero. Pero me sentí valiente, supongo.
Y quería ver a Baptiste, jamás pensé qué algo tan terrible iba a suceder. Estaba discutiendo con ese gusano cuando, de repente, perdí el conocimiento.
No estaba soñando, ni estaba en un estado de calma y descanso, era realmente como si hubiese sido noqueada. Cuando me levanté estaba en un cuarto, sola. Está muy bien amueblado, arreglado y organizado, pero realmente con pocas cosas.
Las ventanas no se podían abrir, y créame que lo intenté muchas veces, y la única puerta de la habitación estaba completamente cerrada. Por más que golpeé y golpeé no hubo forma, no tenía forma de salir. Creo que no era ilógico pensar que estaba atrapada y sin salida.
Me dediqué a ver qué había para ayudarme a salir. El cuarto tiene una cama sencilla individual, una mesa de madera muy fina, una silla, un estante vacío, con casi ningún adorno, nada de vidrio, nada de metal, ni un clavo que pudiera utilizar para defenderme, es decir, la nada misma. La necesidad de control de este hombre era indescriptible.
No mentía cuando dije que realmente el estado más mal de la cabeza de lo que pensaba. Debí haberlo visto antes, me decía una pequeña voz en mi cabeza, realmente debí haberme dado cuenta de que él no era un hombre que estaba en el mejor de sus juicios... Y ahora ya era muy tarde. Me lamentaba pensar que siempre estaba yo unos pasos atrás.
Al menos sabía que él quería llevarme a la gala. De nada servían las entradas que habíamos conseguido y todos nuestros planes... Parecía que todo se venía abajo. Yo solo rezaba que solo yo estuviera aquí y que ni Baptiste ni Caro estuvieran metidos en esto.
Ninguno se lo merece, por ambos yo moriría, y a la vez mi querida amiga ya había sufrido suficiente. Un segundo rapto iba a ser una tortura de la cual no creo que ella pudiera salir realmente sana.
El tiempo pasa y honestamente, no sé sí han sido unas o que, pero era de mañana, así que supongo que estuve dormida toda la tarde y noche. Tenía hambre y sed y yo no tengo nada más que hacer que sentarme en la cama y pensar en que voy a hacer, mirando a la pared, perdida... Otra vez sin ningún plan.
Justo cuando pensaba que ya tenía todo relativamente encaminado, aparece otro golpe del destino que me desestabiliza.
Y cuando pensé que ya iba a estar aquí, intentando dormir con un ojo abierto, atenta y sin poder realmente descansar... La puerta se abrió, por supuesto, mostrando a un Felipe tranquilo de la vida, como si yo estuviese en una sala de espera, literalmente esperando por él, y el muy glorioso, había arribado.
Me le abalancé a los golpes, pateando y dando puños y debo reconocer que algo logré. Sin embargo, en minutos él controlaba mis muñecas y me había colocado unas esposas ¡Unas esposas! ¿Cómo se atreve?
—Bien bien... así calmadita estás mejor— decía sujetándome de los brazos, atrás de mí, mientras apartaba mi cabello, para dejar descubierto un lado de mi cuello y me susurraba.
—Puedes gritar todo lo que quieras, nadie la mente te va a escuchar, el departamento es a prueba de sonido, claro, al menos que te quieras quedar sin voz en minutos. Ahora sí… me prometes que te vas a comportar bien... Quizás pueda soltarte. Mira que soy un buen tipo— dice susurrándome al oído, de una forma que podría creer que es un detalle sensual, pero que para mí parece algo salido de una película de terror y mi piel se eriza en desagrado.
—¿Qué haces aquí conmigo y que quieres de mí? Te digo de antemano que no lo vas a obtener. No haré nada para ayudarte, para tus negocios sucios... Y por supuesto nada que me involucre contigo sentimentalmente— le digo y él me voltea.
Veo que dejé al menos su mejilla rojiza, y tiene el labio partido del puñetazo que le di antes de que me tomara. Él me da una mirada apreciativa cómo si le encantará tenerme así, a su disposición, atada, totalmente incapacito para defenderme. Estoy convencida de que sí, su mente es mucho más perversa de lo que di crédito al inicio.
—Ohh Moni, mi gorda... Ya esto lo hablamos y mira cómo terminaste. Pudiste haber venido de buena manera, de buena gana. ¿Qué sucedió contigo? Eres una mujer tan dócil, así es todo lo que yo quería y ahora... Eres como una abeja con un aguijón intentando envenenar todo a su paso— - dice y me siento increíblemente indignada.
—¿Qué qué pasó? ¡Tú pasaste! ¡Arruinaste mi vida! ¡Mi negocio, mis sueños, mis esperanzas! Tuve que ser dura y fuerte para sobrevivir. Eres un maldito desgraciado y juro por lo más sagrado que la vas a pagar todas— le digo con acidez y odio. Pero él simplemente parece reírse, a carcajadas.
—¿No ves más bien en todo lo que te he ayudado? Has prendido a ser más fuerte por mí— - dice acariciando mi cabello y pasando un dedo por toda mi cara ¡Desgraciado!.
—Y en cuanto a lo que vinimos... Ya te lo dije, quiero que me acompañes a un evento especial cómo mi mujer— dice como si nada.
—Y yo ya te lo dije... No voy a hacer nada contigo— - le contesto y ahí me sale por los brazos sacándome de la habitación.
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Editado: 19.02.2023