Monique
—Por fin llegaste... La casa estaba totalmente vacía y desoladora, sin ti amour— me dice Baptiste en el momento en que llego a nuestra nueva villa.
Estamos en Francia ¡Pueden creerlo! Justo a las afueras de París, ciudad a la que ya hemos caminado de arriba abajo, conociendo cada esquina, cada calle con adoquines, museos, vistas, monumentos históricos, probando las mejores crepes, panes, vinos, y cualquier delicia que podamos encontrar.
Terminamos todos los días con el estómago completamente lleno, riéndonos y acostándonos viendo las estrellas por la ventana del magnífico hotel que reservamos, para luego venir hasta aquí, un terreno con una casa grande y jardines, propiedad de Baptiste, para estar solos en nuestro pequeño mundo.
Esta era mi vida y no lo podía creer. No hay otro lugar en el que quería estar, ni con nadie más, ni haciendo otra cosa. Cada día hacíamos lo que queríamos, caminábamos, recorríamos los alrededores, hacíamos cenas en los jardines, y cada hora completamente diferente; todos los días, una nueva conquista como si fuéramos pequeños que van descubriendo el mundo, abriendo los ojos por primera vez.
Ni siquiera mi imaginación de venir a París fue tan maravillosa como esto, mi plan de hace años era poco ambicioso en comparación.
Baptiste por supuesto estaba pintando, y yo estaba consultando algunos proveedores para pronto abrir un restaurante de nuevo en la ciudad.
¡Claro que iba a seguir cocinando! ¡Claro que iba a continuar con mis emprendimientos! Eliza, uno, dos, tres o quién sabe cuántos más iban a aparecer por todas partes. Todas llevando mi sello, mis recetas, mi mundo.
Incluso francesito había dicho de la oportunidad de crear uno aquí en Francia ¿Se lo imaginan? ¡Quiero gritar de felicidad! Él se había convertido en mi principal inversor, junto con Phil, que prometió no entrometerse mucho y solamente dar el dinero, esperando recibir el doble o el triple, por supuesto.
Además de mi profundo amor por este país y esta ciudad, y de ser la tierra de mi francesito... también teníamos otra razón. Queríamos que nuestra boda fuera aquí. Parece un sueño, algo que jamás llegue siquiera llegué a pensar. Vendría a mis amigas, conocidos todos los que quisieran estar aquí.
Pero además teníamos otra motivación, Carito había tenido que salir del país, Rita y Richard la tenían escondida en Italia en una de las tantas propiedades de los Maledetti.
Francia estaba a solo un paso, ella estaría segura, alejada de la policía y de quienes la buscan, mientras se organiza. No había forma de que yo tuviera mi boda sin ella, sería mi madrina, luego de mucho poder de convencimiento de mi parte y de prometerle mucha comida, obviamente.
Así que no se nos ocurrió mejor idea que fuera aquí mismo. Vinimos con anticipación hace unos meses para preparar y armar la boda, por supuesto que todas las chicas y sus esposos se quedarían hospedados aquí
¿Puede haber mejor idea que esa? Ellos era mi familia, la gente que inclusive había sufrido por ayudarme. Iba a ser una boda sencilla, no tanto fastuosa cómo llena de amor. La gente que tiene que estar. Y claro, aquí… no hay lugar más romántico.
Por supuesto que Greta y Lolo iban a venir con anticipación para ayudarme con todos los temas de arreglos, mi vestido y entre otras cosas. Pequeños detalles que yo disfrutaba con ilusión, pues nunca pensé que realmente me iba a casar, sí tomáramos en cuenta quién era mi novio. Pero dejemos de hablar de eso, pues es gente que no merece que le dediquemos una sola línea más.
Cuándo llega a "casa" es decir, la villa, Baptiste me espera con anhelo.
—Cualquiera creería que estuve días fuera, fueron solo unas horas mi amor— le digo acercándome a él para darle un suave beso. Él tienes a ropa casual y desarreglada que utiliza para pintar. Me encanta.
—Quand tu n'es pas là mon coeur est en èmoi, tu es toute ma vie, mon bonheur et ma joie—(Cuando no estás aquí, mi corazón está confuso, eres toda mi vida, mi felicidad y mi alegría).
Me dice él como si nada. Como si no fuera completamente consciente de que cuando él simplemente habla, especialmente cuando habla en francés, hace que mis rodillas tiemblen.
—Mi amor... Mi amor perfecto y precioso, cherie— digo tomando sus manos que tienen pequeñas manchas de pintura y las beso, totalmente ensimismada en la dulzura y suavidad de sus muy preciosas y perfectas manos.
Estoy tan perdida en mis pensamientos que no me doy cuenta de que él me ve fijamente. Acaricia mi mejilla y cuando volteo mi corazón está al borde, solo por la forma en que él me mira. Él me atrae hacia él y coloca sus labios sobre los míos, un beso suave al inicio hasta que se torna completamente apasionado.
No quiero detenerme por nada en el mundo. Amo el sabor de sus besos, como es suave pero determinado, pasional pero gentil al mismo tiempo. La forma en que él me acaricia el cabello, mi piel expuesta, sin importar que tenga puesto o donde haya estado.
Estamos juntos y es todo lo que importa, nuestros fantasmas han quedado atrás, el pasado, el dolor. Ahora viene la mejor parte, vivir juntos.
Interrumpo el beso, mirándolo a los ojos peligrosamente cerca. Casi puedo sentir el sabor de sus labios en los míos. Mi corazón pide más y yo solo quiero verlo, pero él me toma por la cintura, jalándome contra él, y me besa de nuevo, esta vez más fuerte, más necesitado, más insistente.
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Editado: 19.02.2023