Ventus: Buscando mi Historia

Tan cerca pero tan lejos

Hace poco fue mi aniversario, un día que para muchos puede parecer común, pero para mí es profundamente significativo y especial. Es como un segundo cumpleaños, un recordatorio de mi llegada a una familia que me acogió con amor incondicional, cuidados infinitos, y que se ha convertido en mi lugar seguro. Pensar en este día siempre ha sido algo raro, incluso un poco loco. Es difícil de describir, pero para quienes no lo saben, este aniversario celebra algo más que el paso del tiempo; celebra mi llegada a una familia que me ha dado todo.

Hace tiempo sentí la necesidad de escribir una nueva carta, una que capturara todos los sentimientos que llevo dentro. Sin embargo, aunque la idea parece sencilla, resulta ser increíblemente compleja, sobre todo cuando hay sentimientos encontrados de mi parte, y quizás de parte de ellos también, aunque eso lo desconozco…

Esta nueva carta surgió de un mensaje que recibí la noche antes de mi aniversario. Decía: "Tu carpeta ya está disponible para ser retirada" y "Aún no le entregan la carpeta a la abogada; apenas esté lista, te avisamos para que nos juntemos". Esas palabras resonaban en mi mente, y me generaban todo tipo de emociones. Cada vez que trato de escribir sobre esto, siento un torrente de sentimientos en un instante.

Parte de mí nace de una necesidad y un deseo: la curiosidad de querer saber todo sobre ellos, sus razones. Después de eso, viene un miedo del que no puedo escapar, la ansiedad por aquello que desconozco. ¿Tal vez algún rechazo o alguna información, ya sea buena o mala? De igual forma, la espera genera temor y ansiedad por no saber cómo seguir o cómo debería actuar según lo que esté pasando en ese momento. Todo esto me trae conflictos y confusiones, y me siento perdida en un laberinto que provoca culpa, por no saber dónde pertenezco. Me confundo más de lo que ya estaba, lo que genera dolor y tristeza, y las lágrimas caen sin poder detenerlas.

Es difícil no sentirme abrumada por los conflictos internos, las preguntas sin respuesta y el miedo a no pertenecer a ningún lugar. A veces, la culpa y la tristeza son tan intensas que no puedo evitar llorar. Sin embargo, trato de no crear expectativas sobre cómo podría ser conocer a mis padres biológicos o cómo podría relacionarme con ellos. Solo mantengo una esperanza sencilla: conocer mejor a mi verdadero yo y cerrar un capítulo importante de mi historia. Es un camino confuso, lleno de emociones contradictorias. A veces, lo que está tan cerca, como esa carpeta, se siente increíblemente lejano. No sé cómo reaccionaré cuando finalmente la tenga en mis manos.

Pero en medio de todo esto, hay algo que me da fuerza y consuelo: mi familia adoptiva. Ellos siempre han sido, y siempre serán, mi lugar seguro. Durante veinte años, me han cuidado, me han llenado de amor, me han visto crecer, caminar, hablar y aprender. Aún hoy continúan enseñándome de maneras maravillosas. Estoy profundamente agradecida por la oportunidad de ser parte de esta familia que me ha dado tanto. Con todo mi amor y gratitud.




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