Veranillo para jugar con papá

Único capítulo

Veranillo para jugar con papá 

-Deys Rowent 

 

Tenía once años cuando mi padre fue golpeado hasta casi matarlo, pasábamos la mitad del tiempo con una de mis tías, la menos fea de ellas. No nos decían nada, las palabras habían sido expulsadas de sus labios, los adultos callaban y ponían a relucir sus rostros largos y preocupados. Nuestro primo mayor decía que eran asuntos “calientes”, no entendía a que se refería si papá no tenía fiebre. Él se reía y nos llama “idiota” con gran agudeza.


Ellos ya no sonreían, hablaban en voz baja como si tuvieran miedo de contagiarnos de una enfermedad incurable e invisible. Seguían así de silenciosos. Dejaron nuestros castaños cabellos, hermano mío, en una nostalgia solitaria. Papá tenía más atención, ¿recuerdas como era eso? Se sentía frío y desenfrenado… deseábamos un par de manos callosas y tibias que masajearan nuestro hombro.


Llegó una tarde de inhóspito sol, venía con unos extraños amigos nuevos que siempre jugaban con él a el rey y sus sirvientes. Le quitaban sus zapatos, lo desvestían y vestían, le daban de comer y ¡hasta bañaban y perfumaban! Le daban lo mejor, aún así, nosotros lo queríamos a él, que jugáramos juntos. Pudimos ser unos compañeros de juego fenomenales.


Un día en que el sol y las nubes se estremecían en mojinete de mi casa ocurría algo diferente, antes de que la madrugada despertará a todos, menos mamá que vigilaba los sueños de papá, me di cuenta de eso. Ella nos alejaba de la cama de papá como si estuviéramos sucios. Madre tenía un olfato impresionante, captaba lo que nosotros no. Le picaban los ojos a menudo, permanecían rojizos… estaba seguro que era ese mismo olfato el que la ponía así con el aroma de nuestra habitación hallada a dos habitaciones más. Siempre supe que ese sexto sentido fue el causante. Ponía su brazo en su cara bajo sus ojos rojizos y rascaba con cansancio antes de decirme que arreglara mi habitación. 


A comparación, papá dormía demasiado, se cansaba rápido, pero comía más que mamá, ella sólo se sentaba y miraba con desosiego su plato medio vacío. Quería darle de mis chocolates porque sabía que tenía hambre de dulces y no de comida al igual que nosotros. Sin embargo cuando le ofrecía no los tomaba, supongo que en ese entonces mis dedos estaba sucios ya que su cara expresaba una terrible mueca de brócoli.
Mi abuela le decía a mamá que teníamos que apretarnos un poco, pero siempre lo repetía aún cuando le mostraba que mi correa la llevaba bien sujeta al pantalón.


Hacia una tarde de septiembre con un veranillo que amenaza con destruir nuestro pequeño campo de juego en la acera de casa. Regresaban los hombres de aquella vez venían a jugar con papá, pero no sabíamos que clase de juego nuevo quería papá ahora. Lo sacaron en un bolso negro esa tarde. 


Suponía que papá quería jugar al escondite y que jugaba muy bien, porque nunca lo volvimos a encontrar, hasta mamá tuvo que mentir para no admitir que había perdido. Ella decía que papá se fue a unas largas vacaciones, pero ambos sabíamos que él quería que lo encontráramos, pedimos ir en su búsqueda aunque los adultos ya no quisieran jugar con él. 


Ahora entiendo mi inocencia cuando era solo un niño en aquella época, hermano mío, hoy bajo tu tumba lo entiendo todo… 

End
 




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