Veranoticc

Capítulo 3: El Leñador

Capítulo 3: El Leñador

 

                                                                       *                                                                                           

            Lentamente abrí los ojos, muy golpeada, y con dolores en la pierna izquierda, casi no me podía mover, vi al chico, que estaba sentado a un lado de mí, mientras me miraba fijamente a la cara. Me impresiono que alguien estuviera a estas horas en la carretera, pero igual había sido mi Ángel salvador sonreí un poco, mientras me lleve las manos a la pierna por el dolor tan intenso que tenía.                                                                                              

—Ten cuidado, no te muevas por que puede estar dislocada. Así dijo el chico que estaba envilecido en mí. Su voz era fuerte y algo ronca, me ayudaba a sentarme agarrándome por la espalda. Poniendo esas manos ásperas y cálidas,  en mi espalda, fría y sensible. Sufrí un espasmo en el cuerpo acompañado por un escalofrío, era el primero que me hacía sentir eso. Yo lo mire con los ojos casi saliendo de mis cuencas mientras que inconsciente mente mordía mis labios.                                                                            

—Todo está bien, Ya estoy aquí. El chico dijo esas palabras con una sonrisa mientras inclinaba la cabeza. Acto seguido me dio un abrazo y me abrigo en aquellos gigantescos brazos, mientras me ponía en su pecho. Pude sentir la temperatura de su cuerpo, que era perfecta para vencer al frio que me tenía presa. Y hasta pude escuchar las palpitaciones de su corazón, pero por alguna razón extraña que desconocía, solo  cerré los ojos y me eche a llorar. Pensando que casi iba a morir…                                                     

—Tranquila el incidente ya paso, —el me agarro de los brazos y alzo mi cara a su rostro— Las chicas deben sonreír, no llorar.                                          

—Yo… Casi… Mu.. ero…  mientras lloraba me aferre a sus grandes bíceps y me acurruque en su pecho, esa era mi cuna de lamentos, combinada con la alegría de escapar de aquella tragedia que se teñía de rojo escarlata.                                            

    —Oye tuve que partir un par de vidrios de tu auto, te los tengo que pagar.               

    —Deja lo tonto. —Me seque las lágrimas que aún quedaban en mis pómulos— Gracias por salvarme. Sonreí con toda mi alma, para tan siquiera hacer una cosa bonita, por aquel chico que se jugó la vida en rescatarme.                                                                            




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