Capítulo 11: Cosas Que Pasan
*
Estaba acostada en la cama pensando en cómo mi mejor amiga se había dado un beso con mi mejor amigo. Hasta sonaba divertido, pero me daba un poco de lastima con pedro que debía estar molido, tal vez tenía que ir a verlo para aclararle algunas cosas. No le iba dejar sufrir.
—Michelle estas allí, soy tu padre, Debemos de hablar algo súper importante es por tu futuro…
La voz de mi papa me trajo a la tierra otra vez. Yo solo fruncí el ceño mientras inclinaba la cabeza.
—Pasa Papa…
*
—¿Porque hiciste eso Alejandra? no te entiendo tú tienes novio.
El chico desesperado por una respuesta agarra a Alejandra y la recuesta con agresión a la pared de su dormitorio.
—Pedro… Yo desde que era niña… Te he querido, Me has gustado desde que tengo memoria, y no me enamore del cómo te esforzabas cada momento por ella, aun sintiendo envidia, porque yo quería que todo ese amor fuera para mí.
<<Que bellos ojos, aunque están llorosos, además ella se ha mordidos los labios un par de veces, y después de ese beso, sé que es verdad, su amor es real, hacia mí pero que hago ahora. Si le digo que amo con toda el alma a Michelle se va a quebrar, y además le va a tomar enojo a Michelle, Pero aun así, me gusta que este así, se ve muy linda, esta roja por tanto llorar. Y la mirada me dice que está sintiendo dolor yo solo debería…>> Sin motivos Pedro acerco a Alejandra y le dio un abrazo y consiguiéndose escabullir por su cuello termino besando a la chica, con un beso que estaba cargado de ponzoñas de Amor, Dolor, Decepción y Mentiras que tal vez se hagan realidades.
Aunque no iban a mentir a sus corazones, es a lo único que no podrían mentirles. Las piernas entre cruzadas, ella aferrándose a su espalda, el tocando sus cinturas, moviendo sus manos de arriba abajo, pasando por sus caderas espaldas y brazos también por su rostro, finalmente sus senos y sin más, agarrándola del cuello. Ella viéndole como la hacía suya y se comía con las manos todo su cuerpo, pero con deseo dejo que pasara. Tal vez sus ojos vacilaron un par de veces con unos suaves pestañeos, causados por el calor de la respiración que liberaban mientras que su lengua descubría la mejor aventura de sus días y el paraje más lejano a donde podían llegar, con un chisporroteo intenso en sus barrigas, y miles de espasmos corporales que interrumpían sus actos. Una sensación que no le envidia nada al orgasmo.