Capítulo 12: Amor que Vuela
Ya era de mañana y me fui al baño con mis fieles amigas las muletas, a bañarme porque a las diez iba a llegar una camioneta que me iba a llegar a la hacienda de Zack, no me gustaba esa idea, pero después iba a ver al papasote de Sebastián. Por el cual mi rostro sonreía solo. Estaba emocionada tenía como dos días sin verlo, cuanto habrá cambiado. Un chisporroteo mi invadía cada vez que pensaba en ir a verlo.
Deje escapar una pequeña sonrisa en el pasillo, me parecía raro que ninguno de los dos inoportunos amigos estaba fastidiándome la vida como era de costumbre. Aunque aquel silencio en la casa era pacifico. No podía recordar la última vez que había visto tanta paz junta en mi familia. Que todos tuvieran alguien con quien follar, me ahorraba problemas.
La verdad es que esto debía resolver los problemas del mundo. Con mi autoproclamada teoría de la Paz mundial conseguida por mucamas, me fui a dar un baño. El agua estaba fría pero muy agradable, aunque me daba lata ir a la casa de ese hombre que apenas había conocido ayer, pero como era mi obligación no podía negarme, aunque un par de horas no iba a ser la gran cosa, no me podía hacer nada en ese corto tiempo. Además después me fugaría al lugar donde había quedado con Sebastián, que aún no me había respondido. Seguí lavando mi cuerpo desnudo mientras que tarareaba aquella canción de verano que se había vuelto un hit.
“Sol… playa… y arena…”
Hasta le había cogido gusto a aquella canción que días antes me parecía ridícula. Pero una brisa enfrió el ambiente, mire para atrás para ver si había dejado la puerta abierta. Pero la silueta de Pedro entrando Al baño hizo que me cubriera el cuerpo y quedara viendo que podía hacer. Su mirada estaba clava en mí, como cazador a su presa, estático en el marco de la puerta, parpadeo un par de veces, pero no hacía nada, yo me sonroje a mi mayor extremo, nada más quedaba ver que estaba pasando por su mente, rezándole a dios para que el hormonal Pedro no hiciera una locura. Pedro avanzo dos pasos, y yo retrocedí dos también pero me detuvo la pared, quedando arrinconada cual presa. Pedro cerró la puerta de forma silenciosa, y se miró en el espejo.
—Sabes esta es la mejor, situación para explicarte lo que siento.
—Pedro no vayas a hacer alguna locura, puedo gritar. Yo asustada por la situación emocional de pedro decidí aferrarme a lo único que tenía para defenderme, una vasija que se usaba para almacenar jabón líquido.
—No grites solo quiero hablar contigo, y que mejor momento que este. —Cruzo los brazos— Lo que yo siento por ti, lo he sentido desde que te conocí en la universidad, pero nunca te habías dado cuenta que te he amado en secreto. Me duele que no lo veas, mientras te enamoras de Felipe o del Intrépido de Sebastián. —Extendió los brazos— ahora que tengo oportunidad puedo hacerte mía, —Tomo una hojilla— Puedo tenerte en cuerpo y alma.
—Pedro no vayas a hacer alguna locura, soy tu amiga, deja eso en el piso. El hormonal pedro se acercaba a mí con pasos decididos, y mi corazón latía peligro. Apreté la vasija con más fuerza. Mientras que el frio de se propagaba más por mi cuerpo.