Capítulo 18: La ventana
Quedando perpleja y completamente alucinada ni las nubes la tapaban y las estrellan titilaban a su lado con una brisa agradable una velada maravillosa y romántica que transportaba muchos años atrás cuando el internet no existía y tenías que salir a ver la luna una sensación tan bella que no se podía expresar pero que era lo más bello que había sentido en mucho tiempo. No tenía comparación esa vista, pero sé que de algún modo, y sin ningún motivo más que querer. Yo lo mire, y él me miro y conectando las miradas, mientras conducía nos dimos un dulce beso, lento con pasión y lengua complementando el sudor de nuestros cuerpos, borrando cualquier frio y uniendo nuestros caminos haciéndonos uno. Su lengua se movía por todas partes respiración incoherente, tacto al mil, y palpitaciones marcadas, todo lo que sentía y el sintió en menos de quince segundos tan cortos que parecían una bella mentira.
Ya estaba clara que era prisionera de sus labios al igual que el a los míos. Pero sabía que tal vez fuera un error, no todo era color de rosas sabía que no iba a ser para siempre el verano, y mucho menos los buenos momentos. Aun así apostando a perder, sabía que ya había ganado mucho. Un chico y un romance, cuando apenas querían ir a la playa. Los ojos brillosos de Sebastián me despertaron del pensamiento errante donde estaba. Para decirme que habíamos llegado a mi casa, pero para su seguridad se estaciono unos metros más atrás, para que ninguno de los de mi familia o amigos intrépidos lo vieran.
—Michelle llegamos, ve a casa, tus padres deben estar preocupados. Avísame si algo pasa, y si te metí en algún problema discúlpame ¿sí?
—Deja lo tonto, no me metiste en ningún problema. Además te quiero chico, ve a tu casa que es tarde y hay ladrones, te pueden hacer algo.
—Citadina aquí no hay ladrones, nadie sale de noche —volteo los ojos— nos vemos mañana cariño.
—Chao bebe. Poniéndose el casco, el chico se fue con un derrape en ciento ochenta grados, y con una velocidad descomunal en segundos se perdía de mi vista.
Ahora venía el verdadero problema. Mis padres. Ellos sabían que iba a estar con Zack solo un par de horas, no todo el día como hasta las diez de la noche. ¿Qué les decía? Era el dilema en que me encontraba. Pero alguna escusa pondría, además no me podían hacer nada, estaba cumpliendo sus órdenes. Ya no me gustaba que me dieran esas órdenes absurdas, y si ellos iban a seguir con lo de la boda, yo pensaba dar guerra. Pero estaba en total acuerdo con migo misma, en que debía entrar a la parte de atrás de la casita de Sebastián, tenía que ver eso otra vez.
Subí lentamente las escalerillas de porche, esperando que aun estuviesen dormidos, pero…
— ¿Porque llegas tan tarde? Mi padre levantaba el pie de arriba abajo con desesperación, —¿Cómo te fue hija? Mi madre me recibió con una sonrisa, mientras preparaba una cena rica para mí.