Capítulo 26: El Pasado
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Antonio había terminado de hacer el amor con Kiqui una mucama de cualquiera, una señora de los trabajos de noche, una mujer de treinta y pico de años que cualquiera se volviera loco, además ella era muy blanca pelirroja y con unas señoras caderas. Ya estaban viéndose varias veces no era la primera, pero tampoco la última. Entre noches de pasión ellos pasaban momentos placenteros sin, más, pero eso no era todo…. —Antonio. Te recuerdas cuando teníamos Veinte años y me juraste que serias mi amor de verano eterno. —le acaricio el pecho— Entonces porque no podemos quedarnos así para el resto de la vida.
—Ay… Como lo quisiera, pero es que en la ciudad, cuando me fui a la ciudad para estudiar, conocí a maría, —la abrazo fuertemente— y en una fiesta de estudiantes, quedo embarazada mío, y tuve que responder por mi hija, que ahora es Michelle. No podía dejarla sola, pero es que tampoco quería que estuviera sola con un bebe. Cada día pensaba en ti, para volverte a ver, para volverte a tener, para volverte a amar. Pero algo me impedía volver, tal vez era la mirada tan inocente de mi hija, al creer que tenía una familia feliz.
—Nunca te olvidaste de mí. Pero ahora podemos regresar, tu hija ya es mayor deberá entender.
—No lo sé, solo quiero que estés bien, además no quiero que sufras por mi culpa. —Ella le callo la boca—
—No voy a sufrir por ti. Tú eres mi amor de verano. Y yo soy tu mucama. Con una sonrisa, le dio un suave beso en los labios.
<<Si yo sé que eres mi amor de verano y quiero que estés conmigo por el resto de la vida, pero tengo una hija, y una esposa a la que finjo amar. Aun así, cuando siento un de tus acalorados besos pienso que estoy en mi juventud, y pienso que te puedo volver a hacer el amor, con aquella pasión que lo hacíamos en la pequeña cabaña. Donde hicimos a aquellos dos…>> termino de besarla.
—Te amo. Sonrió a la mujer y solo la recostó a su pecho mientras que entre sabanas, Antonio miraba los bellos ojos azules de su amada, y se reflejaba el fuego de la chimenea por los mismos.
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—Pero qué coño dices, Zack esto no es un juego. Sebastián atónito con lo que le contaba Zack, se llevó las manos a la cabeza. —Me duele…— —Estas bien Sebastián. Zack se puso encima de él, parecía tener un dolor fuerte que punzaba su cabeza. —Déjame en paz—
—Charlie vámonos al centro médico, entro en crisis.