Capítulo 36: El Beso
—Tu eres muy bello —Con sus suaves manos acaricio el cabello de Zack— Tienes esos ojos tan bonitos, que parecen de perro regañado y se ponen chiquititos y son muy lindos, además eres muy guapo, debes tener a todas las chicas de tu pueblo detrás de ti, yo no soy tanto… como… para —La chica quito la mirada de Zack, no podía verlo a la cara, bajo su cabeza y conteniéndose en lloros, conteniendo las ganas de comérselo a besos, pero llorar al mismo tiempo, porque era un ángel caído, que no podía alcanzar o tan siquiera asi lo veía ella.
Zack rápidamente vio como un pequeño brillo salió de la mejilla de la chica, pensó que sería su maquillaje, pero con la luz de la luna comprobó que era una lágrima. Zack con sus dedos agiles, limpio la lagrima de la mejilla, y alzo la cara dela chica, tomando la barbilla de la mujer, entre sus dedos pulgares e índice.
—Yo… Yo… La voz quebradiza de Mariana, le decía a Zack que la chica se lamentaba por algo, algo que él sabía, su maldito estatus.
Zack metió sus dedos en la cabellera de la chica, y la beso.
—No te voy a dejar, sabes que te quiero mucho, voy a ser todo lo posible por permanecer a tu lado, sé que la cuesta es difícil y además zorro blanco me está buscando para matarme. Y no quiero que te pase nada. Por eso te digo algo… —Zack se arrodillo lentamente— Yo te voy a ser sincero, tengo que ir a recuperar todo lo que es mío. Pero si me dejas ir, yo te aseguro y te juro, hasta por mi dios, que regresare a buscarte. No se cuánto tarde, pero no me voy a olvidar de ti. Jamás lo haría —Puso ahínco en sus palabras— déjame volver a mi casa, y después si tú quieres nos vamos a alguna playa que te guste o a alguna…
En ese momento Mariana se inclinó un poco, y después de eso le dio un abrazo a Zack.
—No quiero que te pase nada. —La chica abrazo más fuerte a Zack, dejándolo sentir su calor.
—Pero debo hacerlo, sino…
—¿Es tanto la riqueza para ti? Pregunto la chica sin dejar hablar a Zack.
—No, no es la riqueza, es mi honor y el de mi familia.
—Pero no quiero que te pase nada. Mariana no comprendía la actitud de Zack, pero sabía que era terco y además lo iba a hacer fuera con su aprobación o sin ella, así que no iba a formar un drama por querer, o no que el se quedara. Era un fuerte guerrero. Lo más fácil que podía hacer seria aceptarlo y orar a dios, porque el hacendado regresara vivo, y no en una bolsa negra.
Zack se separo de la chica con delicadeza.
—Te juro que volveré entero.
Ella suspiro con melancolía, mucha melancolía, más como una dolía que invadía su corazón de pies a cabeza, y lo dejaba en la ruina.
—Mariana escúchame con certeza —Él la agarro de los hombros— no voy a dejar que me pase nada, voy a ir a mi pueblo y con mi hermano, vamos a recuperar lo que es nuestro. Yo volveré y prometo que te buscare. Es más toma —Zack se quitó un pequeño dije en forma de cruz que se lo ponía siempre que salía a ocasiones importantes— Esto es de mi tutor, la única familia que conocí, el me crio hasta los diez y seis, cuando el murió y yo herede todo, me dio esto. Era un símbolo de esperanza, asi que como el mismo símbolo de esperanza que representa, te voy a decir que volveré.
Ella con su cabeza divagaba en las promesas de su romeo.
El vio el acto de la chica, la duda en sus ojos la dejaba abierta como un libro, que Zack pudo leer, sabía que eso no era más que una farsa, podía morir en cualquier momento, por zorro blanco o por alguno de sus soldados. Estaba claro que era un viaje de ida, pero sin boleto de vuelta. Pero para calmarla busco los labios de la misma.
Ella se negó, seria cambiaba la posición de su rostro.
Zack lo volvió a intentar.
Ella lo volvió a esquivar.
Zack cansado de ese juego, mostrando aquella fuerza rígida de sus brazos, y el dominador sentido del hacendado más joven agarro a la chica, como el agarraría el freno de su caballo, y la tomo entre sus brazos sin dejarla escapar. Y buscando su boca, pero nunca pidiéndola conseguir, siguió intentándolo. No se iba a ir, sin darle un beso más. Sin dejarla plasmada en su boca, como recuerdo de guerrero. Sin ser la Atenas, de su espartano.
—Suéltame— Dijo la chica seca, como la tierra que pisaban.
—Ya te encontré no te voy a dejar ir tan fácilmente.
—Voy a gritar.