Veranoticc

Capítulo 39: Rosa

Capítulo 39: Rosa…

—No para nada, una presa fácil no me divierte en lo absoluto. La chica no podía creer lo que estaba diciendo el hombre.

—¿Me dijiste Fácil?

—No para nada, dije que no me diviertes en lo absoluto. Porque no eres reto para mi. Zack Sonrió con algo de malicia mientras miraba la carretera.

—Señor Zack, con todo respeto, púdrete. Zack rio con muchas ganas, tanto que soltó el volante de la moto.

—Ya déjate de juegos Súbete o te dejo.

—Vale.

La chica sin más dilaciones se subió a la parrilla de la moto, pero no encontraba de dónde agarrarse.

—De donde me agarro.

Zack miro por encima de su hombro.

—Tienes dos opciones, una de la parrilla, y dos de… Mi estómago.

—¡Ja! ni loca toco tu abdomen. Zack se sintió molesto con el comentario.

—Bueno agárrate.

Rosa con una actitud algo fluctuante se agarró a la parrilla de la moto. Zack acelero de golpe, y la chica casi sale despegada de la motocicleta, pero ella con fuerza se aferraba a la parrilla. Zack con algo de malicia bajaba la moto en las curvas, y Rosa creía que se iban a caer. En algunas ocasiones se ponía pálida. Mientras que Zack en su mente disfrutaba de tener a esa chica arisca como un toro, temblando de miedo. No se iba a negar que estaba dispuesto  a hacer mucho por tenerla en ese estado.

En una curva algo más cerrada Zack tuvo que inclinar más la moto, Y Rosa no se podía sostener, así que los dedos delicados de  la mujer, se posaron en el abdomen marcado de Zack, haciéndolo sentir un mundo de emociones. Hasta el punto de frenar la moto de golpe.

—¿Qué pasa? Pregunto Mariana algo enojada por el frenazo, El chico estaba paralizado.

—Nada sujétate que vuelvo a poner en marcha la moto.

La chica cumplió al pie de la letra con las indicaciones del callado Zack.

Dos minutos más de viento en la cara y llegaron a la residencia de Mariana, en un barrio del pueblo de al lado, las calles eran reducidas y están echas de un empotrado lleno de piedras. Las casas estaban casi pegadas una a la otra, solo las separaba una pared de piedras. Los pilares de los muros también eran de rocas. Muchas que formaban un fuerte bastión. La llanura termino y empezó una colina —algo empinada— Zack frunció el ceño, y procrastino.

—¿Dónde es tu casa?

Ella apunto con el mentón  a la punta de la colina.

—Vives  demasiado lejos ¿cómo haces para subir todos los días esas escaleras?

—Costumbres Dijo ella con un tono cortante.

Zack subió la moto y el final de la cuesta se volvía a convertir en una llanura. Zack contemplo un inmenso llano de flores a no más de dos kilómetros. Mientras Zack miraba las flores Mariana se bajó de la moto y abrió la puerta.

—¿Te vas a quedar ahí todo el día? Mariana estaba furiosa, no bastaba con hacerla poner de mal humor el hombre también se ponía como un completo tonto.  

—Espera igual no tengo nada más que hacer, mi trabajo ya lo hice muy temprano. Zack puso un cara de disgusto, pues no le gustaba que lo hicieran apurar por ninguna cosa, además volteo los ojos en señal de disgusto.

—Bueno no es mi problema entre y ven para curar tu herida, eso es todo.  La chica señalo la puerta abierta de su casa. Mientras se ponía roja de furia.

—Voy. —Zack sin contraponerse apago el motor de la moto y después se paró enfrente de Mariana— pero no me hagas perder la paciencia niña bonita.

Mariana no podía procesar lo que estaba pasando, el chico que más odiaba en la faz de la tierra. Ahora le estaba coqueteando, no podía ser cierto, pero lo que fue correcto, era que el corazón de Mariana hizo una palpitación rara, cuando el chico dijo aquellas palabras. Algo que no había tenido antes en el cuerpo.

—¿Me estas coqueteando? Sin pelos en la lengua ella fue directa. No vacilo y lanzo una ráfaga para su interlocutor.

—No y si…

Ella alzo la ceja derecha y cruzo los brazos.

—¿Cómo así?

—No te quiero coquetear ya te dije que eres alguien fácil. —Ella volteo los ojos hasta el punto de ver su cerebro— pero si eres linda, solo cuando duermes, porque con ese humor.

La chica estaba casi al borde del colapso con su paciencia, no sabía que decir, si ayudarle a curar la herida, que ya se veía más seca, o echarlo a la calle como un perro.




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