Capítulo 51: Termino El Verano.
Mi padre la noche anterior me consoló en las malas y pésimas noticias de Sebastián. Ya había despertado hace rato y lo único que me salía bien era mirar la esquina del cuarto, como si fuera un lingote de oro. Mi madre traía mucha comida para mí, la cama parecía ahora la mesa de comedor. Y Alejandra estaba con pedro animándome, si con el pedro que me intento violar una vez, pero no le traía rencor, o no podía hacerlo porque solo estaba esperando los dos últimos días para irnos del pueblecillo, guardando el mal recuerdo de la muerte de me amor Sebastián.
Las horas pasaban rápido, y lo único en que me concentre para hacer algo era solo para ver la ventana sin ningún apuro. Recordado los momentos en los que él, se sentaba en el borde de la ventana, casi parecía que iba a caer. Cuando me contaba aquellas historias tan magnificas, en las que nunca creí que fueran reales, más la pasión con lo que las contaba hacia que fuera imposible no creérsela por un momento.
Cuando el brillo de sus ojos se reflejaba con la luz, o cuando me sonreía con mucha sinceridad, cuando sus labios besaban los míos —Una lagrima corrió por mi cachete— cuando él me decía que me quería. —Abrí el protector de la ventana y deje que el aire entrara y me pegara en la cara. Después sin miramientos me sentí en el borde de la ventana como lo hacia él— Cuando me llevo a las estrellas sin un cohete, cuando lo vi por primera vez.
Podía escuchar que la brisa me traía un susurro y entre imaginaciones efímeras e inmensurables, pude escuchar a la voz de Sebastián diciendo: —Te quiero— Mientras que mi alma lloraba y botaba lágrimas. Sentada por la venta podía ver la venidera estación de Otoño y a los niños jugar por última vez, el ultimo ocaso rojizo de Verano. El sol acariciaba mi cara con sus últimos rayos de sol, mientras esperaba el crepúsculo de día. Para ver si podía ver a mi amado por última vez.
Así pase igual los dos días siguientes. Esperando el momento en que pudiera ver a si fuera por un minuto a Sebastián, pero al final el tercer día llego y todos preparaban las maletas para regresar a la ciudad. Nunca me atreví a ir a la hacienda de Vicente, porque para ser verdad si lo hacía, iba a recordar a Sebas y rompería en lloros incontrolables.
Al final me puse a preparar la maleta para regresar a la ciudad, volver a hacer mis rutinas de trabajo y estudio y volver a verle la cara a Felipe, que me iba a restregar sus hermosas vacaciones en las playas de Cape Cód., pero eso era lo que menos me importaba, lo único que estaba en mi cabeza era ese leñador Así pase el resto de la noche preparando ropa. Doblándola y empacándola, atesorando el reloj dorado de mi amado.
Pensando en que mis amigas iban a flipar cuando le contara, todo lo que había sucedido este verano, que me había dejado una dulce amargo sonrisa.