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Capítulo 57: El Picnic

Capítulo 57: El picnic

 

No me creía lo que estaba pasando, Felipe me invito a un picnic. Y aunque estaba todavía de luto porque Sebastián había… bueno en fin, quería divertirme, salir un rato y quitar el gris de mi vida, obviamente jamás olvidaría a mi hermoso leñador. Pero sabía que una salida no le vendría mal a mi cuerpo. Además las cosas desde hace un tiempo, se volvían un problema que casi era imposible de resolver, —cosa que aquí en la ciudad no pasaba— Ahora aprovecharía para pasar tiempo con el chico que antes me gustaba. Y que estaba como el queso.

La cita era a las dos, y dude en decirle que si, pero en la cafetería se le veía muy confiado, pensaba que las cosas podrían mejorar si me daba una oportunidad, cosa que estaba pasando ahora. La verdad algo de culpa invadió mi pecho la primera vez que escuche eso. Pero Sebastián no se enojaría por que hiciera mi vida, si el mismo me decía que  la hiciera con quien quisiera.

Me puse delante del espejo y saque lo mejor que guardaba mi armario,  unas zapatillas de color negro, casi que salidas de la fábrica. Mi blusa en forma de Top. Que cubría solo una parte de mi pecho y era de finos bordados, y en ella un color azul marino. Y unos jeans negros ajustados, con un pequeño gorrito francés que se complementaba con el negro del jean. Me quede viendo al espejo con fijeza y melancolía, y me fue imposible no pensar en Sebastián. Seguro que con su sonrisa de niño encantador, me hubiera dicho que estaba linda, o hermosa u otro alago tonto que me hubiera puesto rojo. Pero pensando esas cosas, no me di cuenta de que una gota cayo de mi pómulo.

Estaba llorando, pero en silencio, mientras miraba a mis propios ojos en el espejo. Que reflejaba mi dolor, que reflejaba con franqueza que entre tantos problemas estaba hecha polvo, y que la verdad no se podía ocultar, Yo amaba a ese leñador con todas mis fuerzas. Con parsimonia, quite las lágrimas de mis ojos y me termine de maquillar, no hacía falta rubor, el lloro me había dejado roja la cara.

Ya se hacia la hora de llegar al parque, donde estaría esperando Felipe con la canasta llena de comida. —otra de las cosas por la que iba a la cita— y para no hacerlo esperar tanto me fui en el primer bus que paso por la parada de mi casa. El sol se estaba ocultando y desde la ventana del auto bus pude ver cómo, el día se estaba convirtiendo en noche, y si Felipe tendría otro plan aparte de hacer el picnic, iba a ser  truncado por el tiempo, tampoco era una niña para caer en su trampa.

Finalmente el bus me dejo en el parque, pero este era grande así que debía buscar a Felipe, él me había mandado un mensaje y me dijo que estaría al lado de la estatua central del parque. Así que seguí el sendero para llegar al lugar. Camine viendo las palomas que se posaban en el estanque mientras la gente le tiraba pan, y viendo a un sinfín de aves que también volaban entre los árboles, cosa que me recordó al campo. Al cabo de tres minutos el sol ya casi se había ocultado, y yo no había encontrado a Felipe. Espere en la estatua como cinco minutos, hasta que escuche su voz.

—Michelle estoy aquí —Dijo el alzando una mano de un lado a otro, a unos seis metros de distancia. Me voltee inmediato y fui a saludarle.

—Vamos que se hace tarde. Dijo el sin que terminara de saludarlo y así me llevo a la grama del parquecillo, donde estuvimos conversando conmovedoras historias por un largo rato hasta que se dio lo más lindo de la noche, Un acalorado beso francés.

 

 

 

 




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