-¡Esto es inaceptable! Es tu trabajo que cumplan las leyes, es tu responsabilidad que estos atentados no pasen, es tu deber mantener la paz en esta ciudad ¡¿Qué carajo haces entonces?!- sus venas se hinchan de la frustración, la ira impregna cada poro de su piel, tanto que se desquita con todo lo que se encuentra encima de su escritorio, papeles vuelan por todo el cuarto.
-Señor, es mi deber, pero el suyo y de los tuyos es hacer que funcione la ciudad ¿O piensa que no tiene culpa?- con un cigarro entre los dedos, la nicotina corriendo en mi interior, le escupo todo el humo en la cara.
-Deja de fumar esa porquería en mi estudio- trata de apartar el aliento gris.
-Agradezca que te traje corriendo desde la Presidencia, evitando los deberes que tu exiges que cumpla, deje todas mis labores para rescatar tu culo gordo y así lo agradeces. Debí dejarte allí para ver como te descuartizaban como el cerdo asqueroso que eres, ve buscando a otro que te siga los juegos corruptos que mantienes- apago el cigarro en el piso de mármol blanco con estrellas azules.
-Si vamos a seguir con eso, entonces me preocuparía por ti- debajo de su grasienta cara suelta una sonrisa malvada -También estas dentro de esos, como le llamaste...juegos, estas tan metida en la mierda como yo, así que te vas y te delato como tú me delataras, ambos caeremos no importa que pase.- extiende su mano llena de anillos que relucen con el brillo de las luces led que iluminan el cuarto -Así que olvidemos este altercado querida amiga-
Le agarro el brazo jalándolo quedando encima del escritorio -No olvidare este altercado masa de excremento, pila de mierda... pero tampoco dejare de ayudarte, quiero ver como acaba esta historia-
Le suelto dejándolo sonrojado y jadeante, acomodo mi cabello sobre el hombro para caer libremente como una llamarada de fuego, cada paso que doy muevo la cadera, se que adora más este lado de mi, sobre todo cuando me despido lanzando beso antes de que cierren las puertas.
Como es de esperar, afuera esperan dos guardianes de escultura, quietos en el tiempo, aunque literalmente son seres que modificaron su aspecto, cada célula cambiada por algo nuevo para dar este aspecto para tal labor. Recuerdo la primera vez que entre aquí, recibí un susto cuando se movieron, pero ahora, ahora me despido de ellos agitando la mano mientras le doy la espalda.
Este lugar es casi mi segundo hogar, aunque lo odie decir, me gustaría tener cada trozo de este lugar, sus techos abovedados con los grandes ventanales donde se pueden observar Eloísa a sus pies hasta el gigantesco muro negro que divide el orden del caos. Los tacones hacen su peculiar sonido al golpear el piso de granito de marrón con espirales plateadas que se esparcen en cada rincón como una gigante enredadera, los majestuosos candelabros iluminando el salón ensombrecido con sus dos plantas llenas de balcones, las obras de artes desde esculturas hasta cuadros que fueron rescatadas del exterior se encuentran aquí ocultas al mundo por pesadas cortinas de terciopelo azul y morado, hacen que mi corazón rebote de envidia que todo esto le pertenezca a él.
Pero pronto, algún día será mio, mientras seguiré jugando a la guardiana que está junto a sus actos crueles, seré la pequeña enredadera que crecerá alrededor de él hasta que llegue el momento y lo ahorque sin piedad, aunque me parece divertido seguirle la corriente es de gran ayuda a llenar la tediosa vida que llevo, pero esta ves valió la pena. Llevo entre mis manos varios anillos que usaba en su asquerosa mano, el dorado con gemas incrustadas ¿Cuanto me darán por esto? Sonrío ante lo idiota que son todos.