Rápidamente me dirigí hacia mi casa mientras pasaba por las pequeñas cafeterías cercanas.
Tumbada en mi habitación, comencé a pensar, mi corazón seguía agitado y su fría mirada se había quedado grabada en mi mente.
Sabía que escondía más de lo que parecía y yo sería la culpable de sacarlo a la luz.
Al día siguiente mi tía me mandó a comprar, no tenía nada que hacer a lo que asentí sin cuestionarla.
Mientras caminaba por los pasillos del supermercado escuché un pequeño alboroto pero no le dí mayor importancia.
Seguía perdida en mis pensamientos cuando choque con una superficie dura y sólida, me disculpé sin levantar la mirada de aquella lista de la compra mientras cambiaba mi dirección.
No logré dar ni un paso más cuando sentía una fuerte presión en mi muñeca izquierda y grande desequilibrio, alguien estaba empujándome hacia la otra dirección.
Mi piel se erizo cuando mi vista topó con aquel gran hombre pálido, de cara cubierta por una gran máscara en forma de lobo la cual solo dejaba al descubierto sus minúsculos ojos.
Los cuales me echaron una mirada de molestia y tiro de mí con más ímpetu.
Lo que más me aterrorizaba no era su increíble altura, o la fuerza que poseía sino que en su mano derecha descansaba un pequeño revólver.
Presa del pánico intente soltarme pero mi pequeño cuerpo poco podía hacer en comparación.
Llegamos hasta la trastienda en la cual me arrojó rápidamente.
Luego de eso se alejó mientras hablaba con alguien el cual también tenía una máscara cubriendo su cara solo que la suya era un cerdo con una raya dorada adornando su mejilla.
Mis ojos observaron el lugar en el cual me encontraba, no estaba sola había un pequeño niño a mi lado, una señora de unos sesenta años y una mujer joven que intentaba calmar a la mayor
El pequeño, el cual se encontraba llorando se hallaba sentado en un rincón abrazándose así mismo.
Mi corazón se encogió al ver esa escena y lentamente me senté a su lado y le abracé para calmarle.
El niño el cual se llamaba Clay, tenía siete años y había ido a comprarle una revista a su hermana mayor.
Me contó que los ladrones habían entrado velozmente y habían amenazado a todo el local con sus armas, que pensaban que no había nadie más en la tienda
Seguí consolándole hasta que un estruendo me sobresaltó.
Uno de los los hombres enmascarados entro rápidamente, me separó del pequeño a la fuerza y me arrastro fuera de aquel pequeño lugar.
Sus pasos eran acelerados e impacientes.
Su agarre se volvió mas intenso mientras tiraba de mi con más velocidad.
Nos paramos delante de los cajeros automáticos, intente mirar hacia el exterior pero habían bajado una gruesas persianas metálicas que se utilizaban cuando la tienda cerraba.